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La segunda edad oscura

Hoy se apela instantáneamente al insulto o la descalificación antes de escuchar los motivos del oponente, se acude a la fake news para desacreditar lo que no interesa antes siquiera de escuchar su razón. En suma, el uso de la palabra en su sentido mas digno que la orienta al imperio de la razón, es hoy un arma impulsada por el pensamiento único que huye del análisis critico como el aceite del agua

Ilustración de la escritura en la Edad Media. | Fuente: Apache-2.0

Por JAVIER CASTEJÓN, médico y escritor

“Eran tiempos oscuros en los que no podían hablar los hombres sabios”. Esta es una afirmación de Umberto Eco para referirse a la Edad Media, ese período histórico entre la caída del Imperio Romano y el descubrimiento de América que se caracterizó, según refiere la Historiografía, por ser una sociedad violenta, injusta y supersticiosa. Lo medieval se utiliza a menudo como sinónimo de incultura, barbarie y atraso.

Precisamente es un gran poeta medieval, Petrarca, quien en sus Epistolae metricae, habla así del momento que a él le tocó vivir: “Hubo una edad más afortunada y probablemente volverá a haber otra de nuevo; en el medio, en nuestro tiempo, ves la confluencia de las desdichas y de la ignominia”.

Para Petrarca, con la decadencia del Imperio romano había comenzado una época caracterizada por las tinieblas y la corrupción en todos los niveles: político, religioso y, sobre todo, cultural. Según esta visión, durante la Edad Media la Iglesia se corrompió y las letras y las artes entraron en una época oscura que aún perduraba.

También para Voltaire, la Edad Media representaba todos los errores seculares de los que abjuraban, y de los que pretendían salvar a la humanidad, como el oscurantismo religioso y el predominio del dogma sobre la razón.

En aquel tiempo para salvar el conocimiento previo que ya habían aportado a la historia del pensamiento griegos, romanos y cristianos, los monjes se enclaustraron en sus bibliotecas y copiaron a mano una y otra vez los textos de la sabiduría clásica, no fueran a perderse en la oscuridad del momento lo que supusieron para la Humanidad.

Curiosamente, y a pesar del trabajo arduo y la intención salvadora de la cultura de los monjes, el mecanismo que hacía avanzar la oscuridad sobre los hombres se había diseñado desde el poder religioso y político. Se diseminó el miedo al infierno, a la condenación, al pecado y a la Inquisición. Se convenció al pueblo de la superioridad natural de los reyes y señores, no permitiendo a la plebe el acceso al conocimiento.

Yo me pregunto si los tiempos presentes no tienen ciertas características comunes con aquello que entonces intentó sepultar el conocimiento, que milagrosamente se salvó por las copias incunables que escribieron los monjes.

¿Cómo puede etiquetarse el hecho de la progresiva expulsión de las Humanidades de los estudios obligatorios que consideran las últimas leyes educativas?

¿Cómo puede calificarse que hoy día prensa y medios de comunicación sean cada vez más utilizados por grupos de poder para manipular a la opinión publica en vez de informar a esta?

Pero, sobre todo, ¿cómo se puede titular el uso y abuso cada vez más evidente en los medios de comunicación de mantras que pretenden imponer ideologías y formas de conducta sin análisis crítico e incluso acusando con calificativos ignominiosos a todo aquel que pretenda ponerlos en cuestión?

Hoy existen “verdades oficiales” que actúan como dogmas que ya no solo no permiten el análisis contrastado, sino la simple contestación tímida del ciudadano que se atreva a pensar o proponer una idea ya no contraria, sino alternativa.

Si en la Edad Media, alguien osaba cuestionar la existencia de Dios, era tachado de “hereje” y muy probablemente juzgado y condenado, como le pasara a las cincuenta mil víctimas que se ejecutaron en la hoguera según datos del historiador Wolfgang Behringer. Miedo versus libertad de pensamiento.

¿Que sucedió en 2020, en el fragor de la epidemia de Covid, cuando brotaron algunos movimientos que exigían un análisis crítico de la política de vacunas impuesta más que sugerida por la OMS, la industria farmacéutica y secundada por una multitud de gobiernos de países desarrollados? Miedo contra libertad de pensamiento.

Inmediatamente se tachó a esos movimientos de antivacunas, herejes contra la salud y portadores de virus y muerte. Ahora se sabe que no fueron así las cosas. Pero ahora ya no le importa a nadie.

Si en el entorno actual alguien osa cuestionar la política europea a favor de enviar armamento a Ucrania, será inmediatamente tachado de “aliado de Putin” y demonizado. Si un ciudadano cualquiera tuviera la osadía de cuestionar cualquier aspecto de la llamada “política feminista” sería inmediatamente acusado de machista, aunque tal vez solo pretendiera una mayor eficacia en la lucha contra el crimen.

Las noticias falsas no son un fenómeno nuevo, pero sí lo es la amplitud con que pueden reproducirse en las redes sociales. Cuando hoy, en varios idiomas, se habla de fake news, se da cuenta de ese fenómeno. La pérdida de centralidad de la fuente y la posibilidad de «viralización» –otro término de época– disminuyen a menudo el interés por la veracidad de la noticia y las capacidades críticas de lectura para identificar lo falso.

Hoy se apela instantáneamente al insulto o la descalificación antes de escuchar los motivos del oponente, se acude a la fake news para desacreditar lo que no interesa antes siquiera de escuchar su razón. En suma, el uso de la palabra en su sentido mas digno que la orienta al imperio de la razón, es hoy un arma impulsada por el pensamiento único que huye del análisis critico como el aceite del agua.

Pero es que además la vida cotidiana se está viendo invadida de supuestos conceptuales que desvirtúan con mucho la realidad de lo que rodea y condiciona al ser humano. Hoy se debe ser, o parecer, políticamente correcto, aunque eso implique alinearse con el eufemismo.

En efecto, los eufemismos invaden el lenguaje diario en un intento de no definir la realidad tal y como es. Hoy nos negamos a llamar negro al africano de piel distinta al perteneciente a la raza blanca. Supuestamente, porque el término “negro” tiene connotaciones negativas.

A pesar ello, así hablaba el negro Jerome Ruillier a su amigo blanco: “Amigo mío: ¿Yo, hombre de color? Cuando yo nací, era negro. Cuando crecí, seguí siendo negro. Y cuando muera, seguiré siendo negro. Mientras que tú, hombre blanco: Naciste sonrosado y cuando te mueras, te pondrás gris. ¿Y tú me llamas a mí hombre de color?”

En esta línea de ocultación de la realidad y ausencia de pensamiento crítico, debemos afirmar además que el fanatismo se halla oculto tras la numerosas realidades sociales.

¿Son capaces hoy día de discrepar sin insultarse o agredirse políticos de pensamiento divergente? Según observamos en muchos parlamentos de países que se dicen avanzados y democráticos, el insulto y la acusación velados, la demonización del contrario, son los argumentos mas utilizados.

Fanatismo, eufemismo, fake news, buenismo, y un elevado número de términos del mismo tipo no son sino síntomas de la aproximación a la muerte del pensamiento crítico y la demonización de análisis divergente. No son sino modelos de conducta enraizados en la sociedad actual que avisan, a quien sea capaz de verlo, del advenimiento de una segunda Edad Media, una época tan oscura como aquella en la que se quemaban supuestas brujas y en la que, como decía Umberto Eco, no podían hablar los hombres sabios.

A lo anteriormente dicho se pueden añadir datos como el hecho de que hoy la juventud no lee libros, sino que consume vídeos cada vez más cortos, en un afán de buscar más la sensación subjetiva que el conocimiento de la realidad. Como sucedía al final del Imperio Romano que dio paso a la época oscura, se busca el placer y no la felicidad, lo inmediato pero no lo duradero.

Y no hablemos del asalto que supone la inteligencia artificial a la inteligencia natural, esa que siempre hemos dado en llamar sentido común. Pero de esta cuestión, que puede suponer el principio del fin de la creatividad humana y la independencia de criterio, hablaremos otro día, quizá antes de que nos arrastre del todo a la oscuridad.

Afortunadamente, después de aquella primera época oscura, surgió el Renacimiento que volvió a reivindicar la cultura y el conocimiento y trajo una nueva era luminosa para la razón humana. ¿Tendremos nosotros esa suerte y antes o después, quedaran sepultados el fanatismo y la muerte del análisis crítico que hoy se perciben en nuestra sociedad?

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