El reemplazo de trabajadores humanos por sistemas de inteligencia artificial ya no es una teoría. Está ocurriendo y a gran velocidad. Especialmente en Estados Unidos, donde las grandes empresas digitales tienen su sede y la protección laboral es más débil que en Europa o América Latina.
Según la empresa de servicios de empleo Challenger, Gray & Christmas, solo en octubre de 2025 se perdieron 153.000 puestos de trabajo en Estados Unidos. Esto representa un aumento del 175% respecto al mismo mes del año anterior y marca el peor octubre desde 2003. Los analistas comparan esta situación con la transición del comercio físico al comercio online hace veinte años. La diferencia es que ahora la IA puede hacerse cargo de tareas que antes eran exclusivas de los humanos.
Los sectores más afectados son los empleados de oficina que realizan tareas rutinarias. La automatización permite que un algoritmo haga en segundos lo que antes tomaba horas. Solo en octubre, 31.000 despidos se atribuyeron directamente a la implementación de sistemas de IA. En comparación, durante los primeros nueve meses del año, los despidos por esta causa sumaban 18.000. El ritmo de cambio se ha acelerado claramente.
Empresas como Duolingo, Salesforce, Klarna, Amazon o Meta ya han reducido personal en nombre de la eficiencia. Esto genera un debate profundo: ¿es lógico despedir trabajadores que incluso contribuyen a crear los sistemas que luego los reemplazan? La pregunta sigue abierta y provoca inquietud, según El Diario de Cuyo.
No todo es negativo. Algunos de los trabajadores desplazados reciben capacitación y pueden reincorporarse, aunque solo un pequeño porcentaje. Además, según el Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 del Foro Económico Mundial, para 2030 podrían desaparecer 92 millones de empleos, pero al mismo tiempo surgirán 170 millones de nuevos puestos relacionados con habilidades tecnológicas.
El desafío principal no es solo la cantidad de empleos, sino la brecha entre los puestos que desaparecen y los que aparecen, y las habilidades que exigen. La transición no es automática ni sencilla.
Como señaló el papa Francisco en 2024, la IA tiene un doble filo: puede democratizar el conocimiento y aligerar trabajos pesados, pero también incrementar la desigualdad entre países y dentro de la sociedad. Detrás de las estadísticas hay historias humanas de personas que se sienten obsoletas en un sistema que prioriza la eficiencia sobre la empatía.
La inteligencia artificial no solo está cambiando la manera de trabajar. Está redefiniendo la relación entre humanos y máquinas. Y mientras algunos pierden sus empleos, otros encontrarán nuevas oportunidades. La cuestión es cómo gestionamos esta transición para que nadie quede atrás.