La danza en su 7ª sinfonía

15 de mayo de 2025
2 minutos de lectura
Beethoven. | Fuente: Wikipedia

ALEJANDRO BASULTO MARTÍNEZ

En diciembre de 1792, Ludwig van Beethoven (1770-1827) se mudaría a Viena, procedente de su natal Bonn. De esos primeros días en la capital del imperio austríaco sobrevive una lista de compras que contiene la dirección de un tal Andreas Lindner, maestro de baile. Si bien es poco probable que Beethoven tomara clases de baile con Lindner, múltiples testimonios sugieren que el compositor tenía dos pies izquierdos, lo que es más probable es que el interés de Beethoven en la danza no fuera recreativo, sino una estrategia de movilidad social y, naturalmente, de colaboración musical.

En 1801, Beethoven tendría la oportunidad de mostrar sus talentos como compositor para la danza, cuando compuso la música para el ballet “Las criaturas de Prometeo”, coreografiado y dirigido por Salvatore Viganò, el coreógrafo de moda en la ciudad. Justo como pasaría con su ópera “Fidelio”, este ballet fue pobremente recibido por público y crítica.

Por ejemplo, un crítico de la época dijo que la música era demasiado elaborada y que Beethoven tenía “muy poca consideración por la danza”. Paradójicamente, en esta obra Beethoven hizo su mejor esfuerzo por escribir música sencilla y directa, e incluso compuso una “englische”, la polémica danza de moda, para el cierre del ballet. Sea como fuera, la obra fue un fracaso y Beethoven no volvería a escribir un ballet.

Las razones de ese fracaso son diversas. Quizás una de ellas es que, aunque Viena era una ciudad obsesionada con la música y la danza, la capital austriaca también era conservadora, lo que supone que la temática pro-Ilustración de “Las criaturas de Prometeo” no fue bien recibida. Desde la llegada de Francisco II al poder, Viena se convirtió en el primer estado policiaco en el sentido moderno y las artes, lejos de ser contestarias, se volverían una distracción para una ciudadanía celosamente vigilada. En contraste, aunque Bonn, la ciudad natal de Beethoven, tenía diez veces menos habitantes que Viena, gozaba de uno de los ambientes más liberales de la época, que bajo el mandato del recientemente difunto José II fue un semillero de intelectuales amantes de la “Aufklärung” (Ilustración). En síntesis, Beethoven nunca pudo realmente adaptarse a la predilección vienesa por la música ligera, los bailes de moda y otras frivolidades.

A pesar de no alcanzar el éxito anhelado en los teatros de ballet y ópera, Beethoven dejó en una sinfonía una muestra inequívoca de su sublime comprensión del ritmo y la danza. La séptima sinfonía de Beethoven se estrenó en 1813 en un concierto benéfico que fue, muy probablemente, el más exitoso de toda su carrera. La apreciación del público fue inmediata; desde la primera interpretación amaron tanto el famoso segundo movimiento que pidieron que se repitiera de inmediato. Futuras generaciones de compositores también encontraron en esta sinfonía una fuente inagotable de inspiración, como fue el caso de Richard Wagner, quien la describió como “la apoteosis de la danza”.

Finalmente, especialistas actuales, como el estadounidense Jan Swafford, no dejan de maravillarse ante la riqueza de una obra basada enteramente en ritmos simples, repetidos de forma obsesiva, y ve que en esta sinfonía Beethoven toma “otra dirección humanística, no contemporánea sino eterna: una suerte de trance báquico, música bailable de principio a fin”.

Si desea escuchar esta sinfonía, lo invito este 9 y 11 de mayo a los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, que tendré el privilegio de dirigir.

Director de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de las Artes de Yucatán.

Por su interés reproducimos este artículo de opinión de Alejandro Basulto Martínez publicado en Diario de Yucatán.

Responder

Your email address will not be published.

No olvides...

Las lecciones de Mujica

ROGELIO ALANIZ…

El nuevo Papa

Algunos en Veraluz creyeron que al nuevo Papa le llamaban León porque en León había nacido. Justina se encargó a…

Un camino a la filosofía y la biografía cotidiana 

GORQUÍN CAMACARO…
Los buenos pastores

León XIV

TEPORACA ROMERO DEL HIERRO…