Hoy es el día. Sobre los cielos del Congreso de los Diputados sobrevolarán los nombres y las tropelías del exministro Ábalos, del dirigente socialista Santos Cerdán, del hacedor y comisionista Koldo o de la expresidenta de Adif Isabel Pardo de Vera y del exdirector general de Carreteras Javier Herrero.
Todos ellos, de momento, forman parte de una trama corrupta que ha amañado la adjudicación de obras públicas y ha cobrado comisiones. Todos ellos son la cara amarga, y dura, del Gobierno socialista porque entre ellos están algunos de los amigos íntimos y compañeros de travesía del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y dirigentes elegidos por el Consejo de Ministros, como Pardo de Vera, que está acusada ya de siete presuntos delitos, entre ellos los de organización criminal.
Y hoy es el día en el que después de semanas convulsas en los que la sociedad española está golpeada por escándalos diarios de corrupción, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acudirá por fin al Congreso de los Diputados para dar explicaciones sobre los escándalos de corrupción que atenazan a su Gobierno tras conocer los audios y un extenso informe de la UCO de la Guardia Civil que habla de mordidas y chanchullos para adjudicar obras públicas. De momento ya está en la cárcel el que fuese mano derecha del presidente y poderoso secretario de Organización en el PSOE, Santos Cerdán, mientras que Ábalos y Koldo, especializados en prostitución y tejemanejes millonarios, se miran de reojo para ver quien será el siguiente.
La Aemet pronostica que la temperatura en el exterior de la Carrera de San Jerónimo será alta, pero lo será mucho más en el interior del hemiciclo, donde los líderes de la oposición se lanzarán en tromba contra un líder socialista en sus horas más bajas, que tendrá que escuchar también reproches y ‘regañinas’ de sus socios de gobierno que en ningún caso pasarán de ahí, de palabrería, porque ninguno está dispuesto a dejar caer a Pedro Sánchez, el mejor benefactor posible para independentistas y pesebreros para recibir todo tipo de agasajos, beneficios y pagos por servicios prestados al sanchismo a costa de los intereses generales del país y de los españoles.
Habrá mucho debate con un líder del PP henchido tras el exitoso congreso nacional que han celebrado el mismo fin de semana en el que los socialistas trataban de levantar cabeza sin mucho éxito en un comité federal que reventó un nuevo escándalo, también por otro dirigente socialista, Paco Salazar. Este, también amigo íntimo de Sánchez, lo había propuesto el mesías socialista para suceder a Cerdán hasta que apareció su nombre envuelto en casos de acoso sexual desde su puesto de La Moncloa. Si a eso se añaden las tensiones internas por las críticas de Page a Pedro Sánchez, la reunión socialista ha sido un desastre que no ha ayudado a levantar la moral de la tropa socialista y menos de su líder.
Con esta pesada mochila y una sonrisa forzada Pedro Sánchez llegará al Congreso con lo que los socialistas llaman «un paquete potente de medidas anticorrupción» para intentar «recuperar la confianza» de la ciudadanía tras los últimos escándalos. El problema es que se trata de medidas en las que falta la principal: que el presidente asuma su responsabilidad política y se someta a una cuestión de confianza en el Congreso o adelante elecciones. Ninguna de las dos se les pasan por la cabeza al presidente, dispuesto a aguantar contra viento y marea.
El conjunto de la sociedad habla en los sondeos de que las medidas no bastan. Los grupos de la oposición evidencian que las medidas y las buenas intenciones no bastan para zanjar este asunto. Todo lo demás son como crear comisiones de investigación que ya se sabe que no sirven para nada.
Pedro Sánchez, dispuesto a aguantar hasta 2027 y determinado a no adelantar las elecciones, tratará de dormir las críticas con su avalancha de medidas y recurrirá, seguro, al ‘y tu más’ para atacar a Feijóo y al PP. Pondrá el ventilador de la porquería, hablará del fango, usará el recurso del miedo para advertir que si él cae llegará el gobierno de la derecha, y tratará de convencer a sus señorías de la necesidad de que continué en el poder para que este país siga creciendo.
Un país, por cierto, que acaba de señalar la Comisión Europea por su alto riesgo de corrupción y al que ha castigado quitándole 1.100 millones de los fondos previstos por no acometer las reformas comprometidas, y un país que quedó en la más absoluta soledad en la cumbre de lo OTAN por su falta de diplomacia para evitar un enfrentamiento directo con el loco impresentable de Donald Trump a cuenta del gasto militar. Incluso teniendo razón, tenía que haberse expuesto menos, como lo han hecho otros países, sabiendo que enfrente tiene a un desquiciado que ahora nos amenaza con hacermos pagar el doble vía aranceles.
Pedro Sánchez desplegará hoy en el Congreso su manual de resistencia para mantenerse en el poder porque sabe que ninguno de sus socios cuestionará su continuidad. Unos, como Sumar, porque supondría salir del poder y dejar de tocar los oropeles, y otros, como los independentistas catalanes y vascos, porque con un Sánchez débil ellos son más fuertes. Les acusa el PP al PNV y a Junts de ser cómplices de la corrupción en España y a estas alturas el PP ya debería saber que a los independentistas vascos y catalanes les importa una mierda el desgaste que sufra España por la corrupción porque a ellos España les importa cero. ‘Cuanto peor, mejor’ que dijo un grande de la oratoria, Mariano Rajoy. Y en este caso lo clavó.
Es probable que ideas como moción de confianza y moción de censura salgan durante el debate, pero de poco servirá. Las cuentas no le dan al PP para ganarla y todos los demás en el Gobierno y en su entorno están convencidos de que el ruido en los discursos será pura palabrería, pólvora mojada de Podemos, Sumar, gallegos o canarios que quedará en nada y se apagarán como los fuegos artificiales. Tras la traca llegará el silencio y la calma por mucho que lo hayan intentado Abascal, Feijóo y García Page en la distancia.