La campaña encarnizada de Felipe González contra Pedro Sánchez por el desenlace de la legislatura

11 de septiembre de 2025
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Felipe González y Pedro Sánchez, en un encuentro con dirigentes socialdemócratas europeos en 2015 / JAVIER BARBANCHO

El campo de combate, que se desplegó en 2016, dio la victoria con la abstención del PSOE ante Rajoy, previo golpe de timón y destitución de Sánchez, vuelve ahora con la crisis de la base parlamentaria de un gobierno progresista desfalleciente

ERNESTO EKAIZER/El Periódico

¿Es verdad que Felipe González, como ha declarado, está en desacuerdo con la afirmación de Pedro Sánchez de que hay jueces que hacen política? Desde luego que no. Y, ¿entonces por qué le ha atacado también por decirlo?

Porque el problema no es ese. Porque estamos en una larga batalla que empezó en 2016 y que Felipe González ganó en el corto plazo con la destitución de Sánchez y la abstención del PSOE para abrir paso al gobierno de Mariano Rajoy. Aquella era una experiencia, que daría lugar a un acontecimiento, desde el punto de vista de González, el comienzo de la cohabitación, por así decir, del PSOE con el Partido Popular que en algún momento pudiese pasar a un cogobierno o gobierno de gran coalición
a la alemana. Con gradualismo.

Pero el derrotado Sánchez sobrevivió triunfante cual Edmond Dantès, el conde de Montecristo de la novela de Dumas y Maquet, y se hizo con las riendas del PSOE y con el Gobierno. Se reproducía, paradójicamente, a grandes rasgos y con brocha gorda, la historia de Felipe González quien en 1979 dimitió como secretario general porque el Congreso del partido había rechazado en mayo de aquel año abandonar el marxismo como seña de identidad. Y en octubre retornaba con un congreso extraordinario que
en efecto enterraba la ideología marxista.

Sánchez fue derrocado por sus adversarios y con su cabeza en bandeja de plata el PSOE facilitó el gobierno del PP. Una situación inédita que iba a anunciar otros escenarios igualmente inéditos más adelante. El triunfo de la moción de censura de Sánchez, la primera victoriosa, y la caída de
Rajoy sería una de esas escenas.

Quizá González no lo supiera exactamente, pero él había empezado en 2016 una batalla avant la lettre contra el sanchismo, esto es, antes de que nadie se percatara del fenómeno como tal, que resultó impulsado por la mística de su retorno contra una coalición de fuerzas muy poderosas.

González extirpar el marxismo, pues, se embarcó en una nueva tarea: desterrar el Sanchismo. ¿Cómo? Saliendo periódicamente al quite de sus políticas, ridiculizando sus posicionamientos izquierdistas del gobierno “del camarote de los hermanos Marx” o el “Frankenstein” de Alfredo Pérez Rubalcaba.

Y cultivando sus relaciones con la derecha que él tiene para sí como civilizada. El PP de Feijóo y de Moreno Bonilla. Se ha ido convirtiendo, con sus múltiples relaciones con empresarios poderosos y medios de comunicación, en un pivote respecto del cual se mueven fuerzas en el interior del PSOE y en la sociedad.

Eso explica sus constantes apariciones mediáticas en medios controlados por la derecha, que le abre los micrófonos y las cámaras para disparar sobre el sanchismo, un cañón Berta. No se trata de que se le siga, como tal, en el seno del PSOE. González se eleva por encima de los partidos. Ha construido un bonapartismo felipista.

El último combate está en curso. La eventual caída de Sánchez –debe dimitir, afirma González, o convocar elecciones- antes del final de la legislatura. O cuando se celebren las elecciones. Si ese es el caso, y si el PP gana, González quiere llevar al PSOE nuevamente a la abstención. Esta vez con el argumento de que que pueda gobernar en solitario sin estar obligado a conseguir el respaldo de Vox.

He dejado para el final por qué González está impostando su desacuerdo con Sánchez sobre los jueces y la política. En abril de 1997, tras dejar La Moncloa, González atacó el secretario general del PSOE despiadadamente a los jueces en declaraciones a su grupo parlamentario y a TV3.

“También hay jueces, son pocos afortunadamente que como mínimo son unos descerebrados. Como mínimo. Y a veces son algo más y yo tengo la libertad y la responsabilidad de advertir que hay cosas que no funcionan bien y como soy autónomo políticamente tengo que decir que eso es así. No estoy juzgando a los jueces. Estoy diciendo lo que ocurriendo fuera estrictamente del ámbito de la justicia la presión que ejercen sistemáticamente casi como un sindicato”, declaró, insinuando claramente a uno de los jueces a los que se estaba refiriendo.

Sánchez se limitó a decir que hay “políticos que hacen justicia y jueces que hacen política”. La gran diferencia con González, y con José Luis Rodríguez Zapatero, es que en gran parte los ataques contra ellos fueron políticos, mientras que en el caso de Sánchez se concentran en su familia.

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