La Galería de las Colecciones Reales ha abierto la puerta al público por primera vez a la exposición temporal de ‘Iconografía del mal. Los tapices de los pecados capitales’.
La presidenta de Patrimonio Nacional, Ana de la Cueva, ha reflexionado acerca de la temática y composición de la obra: «La iconografía del mal es, lamentablemente, como el mismo mal, una constante en la historia de la humanidad. Es una cuestión que en estos tiempos convulsos está más de actualidad que nunca y que nos tiene que ayudar a reflexionar».
Esta muestra compuesta de 10 tapices del siglo XVI, además de 38 piezas de la colección, —en la que se encuentran pinturas, libros, monedas, esculturas…— se podrá visitar hasta el próximo 28 de septiembre.
Cada tapiz representa un pecado y su opuesto: la caridad frente a la avaricia; la castidad contra la lujuria; la paciencia ante la ira; la templanza en oposición a la gula; la generosidad como antídoto de la envidia; la diligencia para combatir la pereza y la humildad frente a la soberbia. Sus cenefas y medallones con inscripciones en latín advierten sobre los peligros de caer en estos pecados.
El director del museo, Victor Cageao, ha confesado respecto a la muestra: «Son obras de gran relevancia que nunca han sido expuestas con voluntad científica, aunque sí con afán decorativo. Esta exposición está compuesta casi exclusivamente con obras del Patrimonio Nacional, lo que demuestra la capacidad de las Colecciones Reales para poder contar historias. Y realmente lo que van a ver es una pequeña selección, apenas un 0,3 por ciento de los tapices de Patrimonio».
Las piezas de considerables dimensiones —8 metros de ancho y 5 de alto— han sido supervisadas por el comisario y conservador Roberto Muñoz Martín, quien ha declarado que las obras presentan un estado de conservación «muy bueno».
Las piezas se separan en dos series diferentes pese a que abordan los mismos temas.
Primero, Felipe II las adquirió en el siglo XVI y desde entonces forman parte de las Colecciones Reales. Cuatro paños de la obra son parte de la colección de su tía, María de Hungría, quien los encargó con el objetivo de decorar el Palacio de Binche (Bruselas) debido a la visita del emperador Carlos V.
La segunda serie, que fue propiedad del conde Egmot, está compuesta por 6 tapices elaborados en los talleres de Wilhelm Pannemaker en Bruselas, basados en los diseños de Pieter Coecke van Aelst. Este trabajo se contextualiza en una época en la que los reyes españoles de la Casa de Austria gobernaban también los Países Bajos, el principal centro de producción de tapices en la Europa renacentista.
Esta exposición presenta un recorrido compuesto en cinco secciones temáticas, con el fin de ilustrar el papel que desempeñaron en la Corte, como instrumento de enseñanza moral y de reafirmación del poder real. Al mismo tiempo, se evidencia la evolución del gusto por los tapices en España.
«Hay que recordar que los tapices no son sólo objetos temporales, son emblemas de poder y mostraban la riqueza de la monarquía y el interés que tenían de mostrar determinados relatos metafóricos o simbólicos de su reinado. También estos tapices se utilizaban para cambiar perspectivas, cambiar arquitecturas, cambiar en parte el urbanismo», concluye Muñoz Martín.