El enigma de uno de los diamantes más valiosos y enigmáticos del mundo, el Florentino de los Habsburgo, ha llegado a su fin. Tras más de cien años desaparecido, la joya de 137 quilates ha sido hallada en una caja de seguridad en un banco de Canadá, según ha confirmado la familia imperial austrohúngara. Su paradero había sido objeto de rumores, leyendas e incluso películas que alimentaron el misterio durante generaciones.
El diamante, de origen indio, fue adquirido en el siglo XVI por el gobernador portugués de Goa, Ludovico Castro, conde de Montesanto. Posteriormente, pasó a manos de la poderosa familia Médici, quienes encargaron su tallado a un artesano veneciano. A través de un enlace matrimonial, el Florentino llegó a los Habsburgo y se integró en las joyas de la Corona Austriaca, conservándose en la Cámara del Tesoro del Palacio de Hofburg, en Viena.
En 1918, tras la caída del Imperio austrohúngaro y el exilio de la familia imperial en Suiza, el diamante fue llevado consigo. Sin embargo, tres años después, en 1921, se perdió su rastro y comenzó un siglo de especulaciones. Muchos creyeron que había sido robado o vendido, pero la realidad era más discreta: la joya había sido resguardada por la familia en Canadá desde la Segunda Guerra Mundial.
Carlos de Habsburgo, actual heredero de la familia, reveló al The New York Times que el secreto se mantuvo por respeto a su abuela, la emperatriz Zita, esposa del último emperador, Carlos I. Según explicó, Zita pidió que la ubicación del diamante permaneciera en secreto durante cien años tras la muerte de su esposo en 1922, y solo reveló el escondite a sus hijos Roberto y Rodolfo, quienes transmitieron la información a la siguiente generación.
«En mi caso, ni siquiera sabía de su existencia hasta hace poco, así que me resultó fácil responder con sinceridad a esas preguntas», confesó Carlos de Habsburgo, de 64 años. El heredero asegura que el hallazgo ha sido una sorpresa incluso para parte de la familia, que desconocía la historia completa de la joya, según recoge 20 Minutos.
Ahora, tras cumplirse el plazo de confidencialidad, los Habsburgo planean exhibir el Florentino junto a otras piezas históricas en Canadá, en agradecimiento al país que acogió a la familia durante el exilio. “Debería formar parte de un fideicomiso aquí en Canadá. Debería exhibirse de vez en cuando, para que la gente pueda ver esas piezas”, concluyó Carlos de Habsburgo.