Al cursar una licenciatura o ingeniería, los estudiantes no sólo adquieren conocimientos técnicos, sino que también consolidan habilidades del pensamiento que son cada vez más demandadas por el mercado laboral, como el pensamiento analítico, creativo y sistémico, informa El Diario de Chihuahua.
Diversos estudios, como el Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 del Foro Económico Mundial (WEF), destacan que el pensamiento analítico es la competencia más valorada por los empleadores. Esta habilidad permite identificar patrones en la información y facilita la interpretación de datos, lo que resulta esencial para tomar decisiones acertadas en múltiples contextos laborales.
Desde una perspectiva creativa, el pensamiento divergente cobra fuerza como una herramienta poderosa para resolver problemas complejos y desarrollar ideas innovadoras. Este tipo de razonamiento está ligado a procesos artísticos y emocionales, pero también se aplica a la resolución de desafíos en entornos técnicos o empresariales.
Además, el pensamiento sistémico permite entender fenómenos en su totalidad, analizando cómo interactúan las distintas partes de un sistema. Según el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), esta forma de razonamiento ayuda a simplificar realidades complejas, una competencia indispensable en tiempos de transformación constante.
Por su parte, universidades como Stanford y la UAM destacan el papel fundamental del pensamiento matemático, lógico y crítico en la formación académica, los cuales potencian la capacidad de razonar, abstraer y comunicar con precisión. Estas habilidades, explican expertos, son transferibles y aplicables en cualquier disciplina o industria.
Las ingenierías, por ejemplo, impulsan competencias como el pensamiento computacional y el ingenieril, esenciales para resolver problemas estructuradamente, diseñar soluciones eficientes y planificar con base en sostenibilidad. Mientras tanto, carreras como Filosofía y Literatura desarrollan un pensamiento complejo y crítico que permite cuestionar normas, analizar argumentos y generar propuestas éticas e innovadoras.
Finalmente, el desarrollo integral del pensamiento fortalece otras habilidades blandas, como la comunicación, la empatía y la toma de decisiones. Consolidar estas capacidades convierte a los egresados en profesionales adaptables, creativos y altamente competitivos en un entorno laboral en constante evolución.