En Francia ya han comenzado

3 de mayo de 2025
3 minutos de lectura
Una bandera de Francia. | Fuente: Lorena Sopêna I Fuente: Europa Press

“La subordinación se rompe cuando el que debe obedecer rehúsa la obediencia; pero se rompe también cuando el que manda no da a cada cual lo que le corresponde en Derecho”

“Hay un estilo militar de vida” -Jorge Vigón-

Leo en el “Diario Vasco” del día 29 de abril un artículo, continuación de otros anteriores, titulado: “El misterio de los ataques contra las cárceles de Francia.” Y que relata las distintas hipótesis que pueden estar detrás de ciertos actos vandálicos contra las cárceles y los carceleros.

Quema de vehículos, ametrallamientos de las prisiones, así como los domicilios de los trabajadores de las prisiones. Ni muertos ni heridos. De momento. Y digo de momento porque hay que recordar que tanto los franceses como los españoles somos un tanto bestias cuando se nos hinchan los cojones.

Tan solo hay que echar la vista atrás en nuestro país vecino y ver como solucionaron el tema de la monarquía absoluta, como resolvieron los estudiantes el llamado “mayo francés” o cómo han respondido ante su gobierno los “Chalecos amarillos”.

Nosotros no nos quedamos atrás. Desde que echamos a los franceses en el siglo XVIII pasando por las armas a todo aquél “afrancesado” que pillaron, desde Cádiz hasta Hendaya, Fuenteovejuna, que, aunque relato de ficción resume nuestra idiosincrasia muy bien, Puerto Hurraco, etc..

Puede parecer un tanto presumido, pero esta situación, la de los ataques a las cárceles y a los carceleros, ya la adelanto yo en mi segunda novela, “Sueños penitenciarios”, aunque de una manera más brutal, porque este es el principio.

Dicen los franceses, los del gobierno y los responsables de las prisiones que quieren construir dos cárceles de máxima seguridad para los narcotraficantes más peligrosos del país. Y ahí es donde comienza la discriminación de los presos, lo mismo que se ha hecho en España con los etarras o lo mismo que se hizo en los años 70 con los indultos a los presos “políticos” de aquella época y que desencadenó una ola de protestas en las cárceles que precisamente han sido llevadas al cine recientemente.

A esa discriminación en la ejecución penal hay que añadir que las prisiones francesas están atestadas, sobre pobladas. 83.000 presos para 62.500 plazas, siendo uno de los tres países del Consejo de Europa (46 miembros) con más sobrepoblación. Uno de los otros dos ya saben cuál es. ¡Premio! España.

Dicen que la guerra es la continuación de la diplomacia por otros medios. Llevamos denunciando la situación de los presos desde hace años. Tan solo se van poniendo parches para acallar bocas. No se pone ninguna solución definitiva. No se acometen políticas penitenciarias a corto o medio plazo, ni tan siquiera para amoldarlas a la Ley General Penitenciaria, que lleva en vigor 47 años.

Los funcionarios de prisiones siguen pidiendo más medios, más personal, más formación, y, por ejemplo, en el País Vasco se completan las plantillas con personal sin formación y sin haber superado la oposición reglamentaria. Por supuesto no se asignan más fondos y tampoco se completan las plazas de personal dedicado al tratamiento, personal que está en cuadro en todas nuestras prisiones.

Los Jueces de Vigilancia Penitenciaria llevan 45 años, desde su creación por decisión del Tribunal Supremo de urgencia, solicitando más personal, más medios y más formación. Siguen, estos juzgados, de manera precaria en locales insalubres y pequeños para el personal y el volumen de trabajo que tienen, cuando no está realizando sus funciones de Vigilancia Penitenciaria además de las de un juzgado mixto (civil y penal) y todo ello sin una ley procesal que regule su trabajo, que tienen que ir supliendo con los acuerdos a los que llegan en sus reuniones periódicas.

Los presos siguen sufriendo estas miserias. Yo he sido preso, he pasado 8 años encerrado, y no voy a decir que no pedimos la libertad. ¡Por supuesto que la pedimos! Pero sobre todo pedimos que se nos aplique la ley. Nuestra Constitución ordena a nuestros gobernantes que nuestra estancia en prisión sirva para algo, que se nos trate, y eso no sucede. Nuestra estancia en prisión tan solo sirve para hacernos peores personas, para odiar a la sociedad que nos da de lado, para odiar al sistema, al que le importamos muy poco.

Cuando impones un castigo, éste debe de conllevar una finalidad. La finalidad de las penas de prisión debe ser “fundamentalmente” la reeducación y la resocialización. Algo incongruente cuando ni te educan y cuando te separan de la sociedad.

En Francia ya han empezado. Ya han empezado a cambiar la diplomacia por esas otras vías de negociación. Avisados estáis.

3 Comments Responder

  1. El autor tiene razón. Algunos funcionarios actúan por motivos qué no son legales, por venganzas y chulerías. y los jefes también. La culpa es de Marlaska y de los jueces que no hacen su trabajo y vegetan

  2. Es una vergüenza que España sea el segundo país de Europa en presos. Quizás aquí todo sea delito… los socialistas no paran de mover el código penal

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