Formación académica: ¿qué tan relevante sigue siendo?

23 de septiembre de 2025
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Jóvenes graduados. | Canva

La educación formal no pasa por su mejor momento, pues el espejismo de las redes sociales convence con facilidad a millones de jóvenes que aspiran a ser ‘influencers’

A lo largo de la historia moderna de la humanidad se ha consolidado una idea fundamental: el progreso colectivo, es decir, la posibilidad de construir comunidades con menos asimetrías, está determinado por la necesidad de igualarnos, es decir, de reducir las diferencias entre nosotros.

Y entre los distintos instrumentos cuyo uso hemos explorado para lograr dicho propósito, sin duda la educación ocupa el sitial de honor como mecanismo para propiciar la movilidad social, es decir, para reducir las desigualdades que han caracterizado de forma histórica a las sociedades humanas.

Y el éxito de la fórmula está más que probado, pues en el curso de un par de siglos hemos transitado de las sociedades feudales, caracterizadas por la división social entre soberanos y súbditos, a la construcción de comunidades democráticas en las cuales es posible aspirar a la igualdad.

El tiempo que nos ha tomado dar ese salto no necesariamente se aprecia en el contexto de una vida humana, pero sin duda se observa con claridad si se compara el periodo citado con la realidad de los treinta o cuarenta siglos precedentes.

Y es que, con todas las inconformidades que podamos tener de la realidad actual, sin duda la sociedad de nuestros días es una que supera por mucho, en términos de oportunidades para que cada persona crezca y se desarrolle, a cualquier otra que haya existido antes.

El salto cualitativo, no hay duda, tiene como eje fundamental la creación de sistemas de educación pública orientados a garantizar que el esfuerzo individual marque el destino de cada persona y no el estrato social en el cual haya nacido.

En los últimos años, sin embargo, con el advenimiento de la revolución informática, potenciada con la irrupción de la inteligencia artificial, se ha venido construyendo una idea que rema en sentido contrario a la señalada anteriormente: la educación formal no es ya un instrumento que garantice el acceso a eso que llamamos “éxito”.

La existencia de una miríada de “influencers”, que se han convertido en personas famosas y económicamente exitosas, y cuyas trayectorias constituyen modelos a seguir para millones de jóvenes, parece reforzar esa idea y ello se refleja, como se consigna en el reporte que incluimos en esta edición, en un importante nivel de deserción en el bachillerato, derivado de un bajo dominio de los alumnos de los conocimientos matemáticos, sobre todo, aunque también a partir de importantes debilidades en el manejo del lenguaje.

¿Es innecesario, debido a la accesibilidad de la tecnología y el desarrollo de herramientas informáticas cada vez más potentes, dedicarle tiempo a leer textos académicos, realizar interminables ejercicios matemáticos y memorizar datos?

La respuesta es un rotundo no, pero lo importante no es tenerlo claro, sino saber cómo vamos a luchar en contra de la percepción contraria que suena lógica para un número creciente de jóvenes.

*Por su interés reproducimos este artículo publicado en La Vanguardia de México.

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