Francia vive días turbulentos. En menos de dos años, ha tenido cinco primeros ministros, un récord incluso para épocas de crisis. Esta inestabilidad política ha generado preocupación dentro y fuera del país. La reciente reconfiguración del Parlamento tras la convocatoria de elecciones anticipadas en julio de 2024 no ha logrado resolver el problema: ninguna bancada tiene la mayoría necesaria para aprobar un presupuesto.
A esto se suman las huelgas y manifestaciones. El jueves, sindicatos convocaron una huelga general contra las propuestas de gasto del gobierno. Las calles de París y otras ciudades fueron escenario de protestas masivas, algunas con enfrentamientos violentos. Lo que comenzó como una jornada organizada por el grupo Bloquons Tout terminó siendo absorbido por la extrema izquierda, evidenciando la fragmentación social.
La prensa internacional, especialmente italiana, no ha perdido la oportunidad de señalar con cierta sorna el caos francés. La humillación de líderes como François Bayrou, la advertencia de una espiral de deuda y la posible intervención del Fondo Monetario Internacional muestran un país bajo presión. Mientras tanto, la popularidad del presidente Emmanuel Macron parece menguar, con solo 18 meses restantes de su segundo mandato para revertir la situación.
El panorama económico no es menos preocupante. El servicio de la deuda nacional consume actualmente 67.000 millones de euros al año, superando los gastos de casi todos los ministerios, salvo Educación y Defensa. Se estima que para finales de la década esta cifra alcance los 100.000 millones de euros. La agencia Fitch rebajó la calificación de la deuda francesa, lo que podría encarecer el endeudamiento y reflejar dudas sobre la capacidad del país para cumplir sus compromisos financieros.
El ascenso de la deuda, que ya supera el 114% del PIB, y la dificultad de formar un gobierno funcional plantean la posibilidad de que Francia necesite ayuda externa, ya sea del Fondo Monetario Internacional o del Banco Central Europeo. La combinación de tensiones internas, problemas fiscales y el contexto internacional, con conflictos en Europa, desentendimiento de Estados Unidos y el auge del populismo, coloca a Francia en un momento crítico.
Aunque el país cuenta con fortalezas históricas, como su infraestructura, riqueza y resiliencia institucional, los analistas advierten que existe un riesgo real de que Francia emerja debilitada y fragmentada. De ser así, podría convertirse en el próximo “enfermo de Europa”, un símbolo de cómo incluso las potencias consolidadas pueden enfrentar crisis profundas si política, economía y sociedad colapsan simultáneamente.