PAOLA DOMÍNGUEZ BAULLOSA
Son necesarios cuarenta músculos para arrugar
una frente, pero sólo quince para sonreír.
Swami Sivananda
La rigidez en el rostro ha tenido durante siglos un muy buen cartel. Sobre todo por la creencia arraigada de que la expresión acompañaba una conducta de mesura y formalidad. Ahora se sabe que esto era más una cuestión de estética que de desempeño. Hoy se sabe que la sonrisa es una invención de la Edad Media y que mostrar los dientes en esta expresión no fue popular hasta el siglo XVIII, cuando la odontología se hizo más asequible.
La rigidez en el rostro y la sonrisa son interpretadas universalmente de la misma manera por herencia occidental. Y lo peor no es la interpretación que las sociedades le den a cada semblante, sino la interpretación que el cerebro les da. Vale la pena aclarar que hablo de rigidez, no de seriedad, que a nivel psicológico no representan las mismas aptitudes, por decir lo menos; la persona rígida no es flexible mentalmente y es, por tanto, incapaz de adaptarse a los cambios y circunstancias de la vida; no así las personas serias, que pueden serlo y lo son. Un rostro rígido es absolutamente inexpresivo y controlado, y con esa dureza es tratado su portador por su cerebro. Esa rigidez es otra de las grandes fuentes del mal, no tanto por la capacidad que tiene de inspirar nula confianza y desasosiego, falta de empatía o poca disposición social; sino por la interpretación que el cerebro le otorga a quien decide ir por la vida así, sumando al daño que se causa a sí mismo el daño que causa a los demás con sus respuestas y actitud.
Los seres humanos poseemos siete sentidos de la percepción, anteriormente se conocían los llamados de exterocepción (oído, olfato… etcétera); hoy, con los avances de la neurociencia, se suman dos que son más importantes para nuestro cerebro y su respuesta. Uno es la interocepción y el otro la propiocepción. El primero, la interocepción, es la información que le llega al cerebro de lo que sucede dentro del organismo. El segundo, la propiocepción, es la información que le llega al cerebro de cómo está nuestro cuerpo por fuera, la postura, los gestos, las sensaciones que tenemos de algo a lo largo del cuerpo.
El cerebro va a buscar siempre lo que se llama congruencia mente-cuerpo. Las expresiones del rostro y las manos son para el cerebro la información básica para emitir una respuesta. La rigidez en el rostro, por ejemplo, activa la amígdala, nuestro centro de alerta y, como si de una amenaza se tratase, el cerebro responderá a través de mecanismos de defensa… Ahora imagine recibir esa información de forma permanente, ¿en quién puede convertirle? La sonrisa, por el contrario, incluso cuando ésta no sea del todo sentida, le indicará a su cerebro que está bien y activará las zonas de calma y tranquilidad, aportando mayor claridad mental y actitud frente a situaciones quizá no tan afortunadas; al igual que una espalda erguida y hombros abiertos nos permitirán tener mayor oxigenación y una mejor disposición hacia el entorno.
Así, hoy podemos concluir que nuestro cerebro no es exactamente el que crea las emociones ni las sensaciones, por el contrario, es uno mismo a través de sus percepciones sensoriales quien construye esos pensamientos. Por eso, mi querido lector, benefíciese de este poder para sentirse y conocerse. Porque no siempre todo irá bien, no siempre nos sentiremos fuertes ni felices, a veces quizá no tan valientes… pero tenemos esa capacidad asombrosa de ayudarnos un poco más si hacemos por esbozar una sonrisa, si miramos de frente con los hombros y la espalda erguidos, si respiramos profundo y nos hablamos con bondad, con respeto y amor, porque es muy probable que nuestro cerebro pueda proveernos de esos pensamientos más claros, más equilibrados y más eficientes que todos necesitamos, y es probable, también, que podamos responder de mejor manera a los otros y nuestra visión del mundo sea más positiva… y quizá recibamos de todos y de todo algo mucho mejor. La rigidez nunca podrá tener el poder de una sonrisa… tampoco podrá abrir la mente ni el corazón ni inspirar a la voluntad a ir más allá… sonría y póngalo a prueba. Como siempre, usted elige.