Del orgullo de lucir unos Levi’s al orgullo de no comprarlos. En buena parte de Europa, el sello ‘Made in USA’ ha dejado de ser un reclamo para convertirse en un símbolo de conflicto político. El creciente malestar por los aranceles impulsados por Donald Trump y su retórica contra la Unión Europea ha provocado un cambio de hábitos de consumo que, según el Banco Central Europeo (BCE), podría ser estructural y duradero.
Según un reciente estudio del BCE, los consumidores europeos están empezando a rechazar activamente productos y servicios estadounidenses, incluso cuando su economía les permite pagarlos. El fenómeno va más allá del impacto de los aranceles y responde a una preferencia emocional y política, motivada por la percepción de un trato hostil por parte de Washington, según una información publicada en El Diario de Chichuahua.
Aplicaciones como BrandSnap, que ayudan a identificar marcas de origen estadounidense, se han vuelto populares en Alemania e Italia. Mientras tanto, grupos de Facebook como “Boycott USA!” en Francia o Dinamarca comparten consejos para evitar desde cuchillas de afeitar Gillette hasta plataformas como Amazon, Airbnb, Meta o Disney+. En Suecia, conductores de Tesla han llegado a colocar pegatinas de “vergüenza” en sus propios vehículos.
La cadena de hamburgueserías McDonald’s ha admitido estar monitorizando “el repunte del sentimiento antiestadounidense” en Europa y Canadá. Aunque sus ventas solo han caído un 1% en el primer trimestre, su CEO reconoce una “bajada notable en la percepción de marca”. Tesla, por su parte, sufrió un desplome del 81% en sus ventas en Suecia solo en abril.
El BCE señala que incluso si los aranceles desaparecieran, el cambio de actitud podría permanecer. “Es una señal clara de que muchos europeos han dejado de ver a EE. UU. como un aliado comercial fiable”, concluye el informe. La guerra comercial puede haberse enfriado, pero el impacto emocional en los consumidores —y en sus carritos— sigue encendido.