La perversa reforma judicial iniciada por AMLO y llevada a efecto por su continuadora no sólo desprestigia a México: causa grave daño y lo pone en el camino de la tiranía
ARMANDO FUENTES
En México la justicia ya se chingó. Infinitas disculpas pido a mis cuatro lectores por el exabrupto, pero me salió del alma, como suele decirse para justificar unas palabras que no se pueden contener y se desbordan. La astracanada que Noroña armó en el Senado para empezar a cumplir la reforma judicial sería motivo de irrisión y mofa de no ser porque resulta trágica.
Ese individuo es un zafio, pero además ha mostrado ser capaz de llegar a los peores extremos de la indignidad con tal de lograr sus ambiciones. Verdadera infamia es decidir en un sorteo el destino -vale decir la vida- de más de 700 juzgadores y juzgadoras cuya trayectoria, de varias décadas en muchos casos, se ve truncada en una rifa propia de garito. La perversa reforma judicial iniciada por AMLO y llevada a efecto por su continuadora y personera no sólo desprestigia a México: le causa grave daño y lo pone en el camino de la tiranía.
Ciertamente la actual judicatura tiene defectos, pero es susceptible de ser mejorada. Con el nuevo sistema la impartición de la justicia caerá en manos de gente escogida prácticamente al azar a la que se le pide requisitos mínimos para alcanzar un cargo cuya obtención ha exigido estudios y experiencia demostrados en arduos exámenes a los que se someten los aspirantes, todos de carrera en el foro.
Ningún cambio se ve en la nueva Presidencia de la República, que a pocos días de comenzada exhibe ya parecido autoritarismo, igual cerrazón, semejante agresividad y las mismas imposiciones del que parece ausente pero sigue presente. Lo peor es que el destino de la justicia será el destino de México. No es que estemos al borde del abismo: es que ya caímos en él.
Ante la situación del país el humor es útil lenitivo, o sea algo que suaviza y al mismo tiempo tonifica. Séame permitido aliviar con el relato de algunos cuentecillos el grave peso de la anterior disertación. Don Cucurulo maduro caballero que en su juventud fue un bon vivant, le preguntó a su nieto mayor: “¿Has oído la expresión ‘Vino, mujeres y canto’?”. Respondió el muchacho: “Sí”. “Permíteme darte un consejo -dijo el experto señor-. Concéntrate en las mujeres. Cuando llegues a mi edad tendrás sobrado tiempo para dedicarte a lo demás”.
Un pordiosero halló tirada una cartera que a alguien se le cayó y que contenía varios billetes de mil pesos. Feliz por su buena fortuna se encaminó a la taberna más cercana a fin de celebrar el hallazgo. En una esquina estaba una sexoservidora de profusas formas ataviada en forma tal que por arriba se veía hasta abajo y por abajo se veía hasta arriba. A la vista de la incitante fémina el pordiosero experimentó una desusada conmoción en la entrepierna. Inclinándose le dijo a la aludida parte: “Y ahora, tú, ¿cómo sabes que traigo dinero?”.
La noche estaba oscura; llovía torrencialmente y soplaba un viento helado que calaba hasta los huesos. La suegra de Capronio dijo: “Se me acabaron los cigarros. Tendré que ir a la tienda de la esquina a comprar unos”. De inmediato se puso en pie Capronio: “Suegrita: ¿cree usted que voy a permitir que salga en una noche como ésta únicamente para comprar cigarros? Tenga este dinero y tráigame de paso unas cervezas”. “Me contaron que andas con otra”. Eso le dijo doña Macalota a su marido. “Mentira -replicó don Chinguetas-. Es la misma”. El niñito de 5 años se asomó por la cerradura al cuarto de sus papás y les dijo a sus dos hermanos: “Se están peleando”. Miró su hermano de 7 años y manifestó: “No. Están haciendo el amor”. Vio a través de la cerradura Pepito, de 10 años. Declaró: “Y muy mal”.
* Por su interés reproducimos este artículo publicado por Armando Fuentes en el Diario de Chihuahua