Hoy: 25 de febrero de 2025
Las elecciones que se han celebrado en Alemania este domingo nos dejan al menos una reflexión y un ejemplo que los españoles deberíamos tener en cuenta.
De una parte lo que ya sabe todo el mundo, es decir que el líder de la Unión Democristiana (CDU), Friedrich Merz, ha ganado las elecciones, y como gran titular de la jornada: que la ultraderecha de Alternativa por Alemania se ha colocado como segunda fuerza política, y lo que todavía es mucho más relevante al resultar como primera fuerza en Alemania del Este, la antigua RDA que desapareció con el derribo del Muro de Berlín.
Ya se esperaba, y lo anticipaban las encuestas, que Alternativa por Alemania llegaba fuerte, mucho, a los comicios y se ha hecho con un 20% de los votos. Y aquí es dónde me hago yo una reflexión y donde invito a la reflexión de los lectores. ¿Qué está pasando en Europa o Estados Unidos para que se dispare el apoyo a las posiciones más radicales de la derecha? ¿Qué se ha hecho mal para que la sociedad mire hacia dentro de sus países y pierda de vista valores de solidaridad y humanidad que están detrás de las políticas de acogida, o para que piense en estructuras económicas que vuelve al proteccionismo con los aranceles? Lo que no deja de ser sorprendente en un mundo tan globalizado donde internet ha roto las fronteras.
El radicalismo de derechas supone mucho más que lo anterior y tiene que ver con la concepción actual del mundo y la sociedad que rechaza de lleno todo lo que encierra la filosofía ‘woke’. La desprecian los líderes de la ultraderecha desde que se convirtió en sinónimo de políticas de izquierda o liberales que abogan por cosas como la equidad racial y social, el feminismo, el movimiento LGBT, el uso de pronombres de género neutro, el multiculturalismo, el uso de vacunas, el activismo ecológico o el derecho a abortar.
Habrá quienes compartan una idea y otros, una diferente, y todas son respetables, pero en mi opinión alguien de principios y moral no puede ir contra políticas que favorezcan que una persona sea tratada con dignidad y tenga derecho a luchar por una vida mejor para él y su familia. Jesucristo lo predicaba y su ejemplo está ahí. Todos los hombres somos iguales a los ojos de Dios. Hay conceptos de la filosofía work que no comparto, pero sí cuanto tiene que ver con la dignidad humana.
Bien, lo primero que nos deja las elecciones alemanas es el avance de la ultraderecha y lo segundo como decía un gran ejemplo, sobre todo a los españoles.
Nada más ganar el conservador Merz ha dicho que quiere formar gobierno lo antes posible y deja la puerta a los socialdemócratas (SPD) para debatir posibles acuerdos de coalición, una vez excluida la opción de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Y donde está el ejemplo para los partidos y líderes españoles es que el SPD, que vendrían a ser el PSOE español, ha dicho que está dispuesto a sentarse en una mesa y negociar un gobierno que permita a la derecha de Merz gobernar. Ojo, y no piden los socialdemócratas presidir el Gobierno a cambio de su apoyo parlamentario.
Nadie se ha rasgado las vestiduras por el triunfo de la derecha ni ha pedido montar ‘barricadas sanitarias’, como habría ocurrido si gana el SPD porque la democracia real en Alemania impone la normalidad política y la alternancia sin chantajes.
En España por desgracia hemos tenido demasiados ejemplos en los que habrían sido necesarios pactos de Estado entre las dos principales fuerzas políticas, PP y PSOE, y de eso se han aprovechado los socialistas para alcanzar sus objetivos mediante pactos ignominiosos con los herederos del terrorismo etarra o los independentistas catalanes que han puesto de rodillas al Estado español. Los partidos constitucionalistas han sido incapaces de entenderse en materia de vivienda, empleo, seguridad, educación o sanidad, por poner ejemplos. Siempre ha pesado más el partido y las siglas que los intereses de millones de ciudadanos.
El Congreso de los Diputados se ha convertido en el escenario de batallas y debates poco honorables y los partidos actúan como pequeños reinos de Taifas. Sus señorías se insultan y a las dudas de la sociedad en materias de interés se escudan en el “y tu más” para no dar respuestas, y rara vez se asume la autocrítica (el desastre de Valencia valdría de ejemplo) y tampoco se asumen las responsabilidades políticas y profesionales (el caso del fiscal general valdría de ejemplo).
Así somos y así nos va.