Mi madre, a sus noventa años, solía repetir: “Por mucho tiempo que me quede no me puede quedar mucho”… y luego se detenía en meditar sobre el salmo 89: “Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato”. Esa sensatez es la que creo que aún no han conseguido los que tienen que decidir la vuelta a España del Rey Juan Carlos I.
Sus posibles manchas han sido compensadas por el bien que hizo a España devolviéndonos la democracia que, sin él, hubiese seguido en entredicho; y la conquista social que en Europa nos permitió regresar a las dignidades de la categoría correspondiente, se le deben a sus borbonadas de clase. Por mucho tiempo que le quede…
Si hubiese sido previsor, hoy tendría una casa propia en el palacio de La Mareta que le regaló personalmente el rey Huséin de Jordania. Allí podría vivir dignamente, en España y mirando al mar. Pero la cedió al Estado y hoy la disfrutan otros con peores fechorías a sus espaldas…
Rey Felipe, ¡ya está bien!