El planeta colapsa, aún puede salvarse

6 de octubre de 2025
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Planeta I Freepik

La salud del planeta es de pronóstico reservado. Siete de los nueve límites planetarios han traspasado el umbral seguro debido a las actividades humanas insostenibles y esa profunda adicción a los combustibles fósiles.

La acidificación de los océanos se ha sumado a la lista por primera vez, diversidad biológica marina y ecosistemas ya resienten sus efectos, destaca un nuevo informe.

La Tierra está fuera de la zona segura y, empeora, advierte el Balance de Salud Planetaria 2025 del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK, por sus siglas en alemán), presentado la semana pasada.

Los nueve límites planetarios son cambio climático, sobrecarga con entidades nuevas, agotamiento de la capa de ozono, carga de aerosoles atmosféricos, acidificación de los océanos, interferencia en los flujos biogeoquímicos, cambio de agua dulce, cambio del sistema terrestre y cambio en la integridad de la biosfera.

Y cada uno se relaciona entre sí y en conjunto conforman el sistema que sustenta la vida en el planeta.

Los científicos alertan que cuando un límite planetario se ha sobrepasado, el daño no sólo puede volverse irreversible, sino que, además, puede crear un efecto dominó, en el cual el colapso de un sistema acelera la degradación de otros.

Johan Rockström, director del PIK y uno de los autores del informe, afirma que “más de tres cuartas partes de los sistemas de soporte de la Tierra no se encuentran en la zona segura. La humanidad está sobrepasando los límites de un espacio operativo seguro, lo que aumenta el riesgo de desestabilizar el planeta”.

El que la ciencia advierta que estamos frente a una emergencia planetaria de dimensiones épicas no sólo debe servir para reflexionar sobre los peligros progresivos a los que se enfrenta la humanidad y demás seres vivos, sino también para tomar decisiones y cambiar el rumbo a escalas local y global sin miramientos.

Porque, primero, cada nación debe hacerse responsable y frenar la degradación ambiental y, de ahí, sumar acciones con otras para evitar el colapso.

El balance elaborado por los científicos del Laboratorio de Ciencias de Límites Planetarios del PIK confirma que la acidificación de los océanos es consecuencia de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) y se ha agravado por la deforestación y el cambio de uso de suelo.

Esto hace que los océanos pierdan su capacidad estabilizadora y resiliente para el planeta, empujando a todo ser vivo hacia una zona no segura para su supervivencia.

Los océanos están bajo presión múltiple: experimentan cambios químicos, como disminución del pH, calentamiento de sus aguas y aumento de la acidez. Las funciones vitales se debilitan. De hecho, a los científicos preocupa que puedan perder su capacidad de absorber hasta 30% de dióxido de carbono de la atmósfera.

Los impactos negativos, de acuerdo con Rockström, se observan en el blanqueamiento de los arrecifes de coral de aguas frías y tropicales, por las temperaturas oceánicas elevadas y en la disolución de sus estructuras calcáreas por la acidificación.

¿Por qué son importantes los arrecifes de coral? Porque albergan una gran variedad de peces, moluscos, crustáceos, pastos marinos, entre otras especies, es decir, son ecosistemas que dan sustento a la biodiversidad marina.

Uno de los ejemplos que señala el informe del PIK es el daño en la concha que muestran los pterópodos, pequeños caracoles marinos. Estos animales son alimento para varias especies, pero su declive puede impactar a toda la cadena trófica, que a su vez generaría pérdidas a las pesquerías y a 300 millones de personas que viven directamente de ellas.

La acidificación también altera la vida marina del Ártico. El cambio climático, otros de los límites planetarios transgredido, hace que esta región se caliente cuatro veces más rápido que otras en el mundo, con implicaciones para los patrones climáticos globales.

De los nueve límites planetarios sólo dos permanecen dentro de los rangos seguros: el agotamiento del ozono estratosférico y la carga atmosférica de aerosoles, y esto es gracias a decisiones multilaterales.

Para los científicos es posible revertir el rumbo del desarrollo global, como sucedió con el Protocolo de Montreal (1987) para evitar la degradación progresiva de la capa de ozono.

Recordemos que se trata del primer acuerdo internacional enfocado en la protección del ambiente y que trazó la hoja de ruta para la reducción de la producción y el consumo de sustancias agotadoras de la capa de ozono.

Pero el Acuerdo de París no ha tenido la fuerza que debiera. No se debe ni a la forma ni al fondo, porque está estructurado a partir de la ciencia, sino por la falta de voluntad política y el dominio de los intereses económicos.

El balance llega en un momento crucial, a menos de dos meses de que las naciones se reúnan en la COP30 a celebrarse en Belém, Brasil, en el corazón de la Amazonia, justo uno de los sistemas críticos para la regulación climática global y para la biodiversidad planetaria. Sin embargo, es víctima de la deforestación y cambio de uso de suelo, entre otras actividades devastadoras.

La evidencia científica es irrefutable y las promesas y los compromisos actuales son insuficientes para evitar el deterioro acelerado de los sistemas naturales. Pero aún queda un espacio para evitar el colapso general.

Rockström es claro: “El fracaso no es inevitable; el fracaso es una elección. Una elección que debe y puede evitarse”.

¿Los líderes mundiales serán capaces de evitar el fracaso y corregir el rumbo?

El desafío es sistémico, pero la respuesta debe ser colectiva.

*Por su interés reproducimos este artículo de Lorena Rivera publicado en el Excelsior.

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