Podría decirse que este papa tiene un corazón grande, una salud inquieta y acumula una cadena de años que engalanan el tiempo de la Iglesia.
En la sociedad suele ocurrir lo contrario a lo que sucede en la Iglesia, que se considera más a los mayores por la sabiduría de su experiencia y el equilibrio demostrado de su fe. En cualquier estamento humano sería altamente provechoso que se midieran los años por el esplendor de sus resultados y no tanto por las fechas del calendario. Aunque más provechoso aún sería reconocer las incapacidades llegado el tiempo y la debilidad.
Celestino V y Benedicto XVI, en presencia de Dios cada uno, sintieron sus limitaciones para un gobierno tan exageradamente disperso y mediático como el de la Santa Sede, y decidieron abdicar… Los sucesores de uno y de otro no tuvieron con ellos las mismas bondades.
Por su conducta, dignidad y coherencia estoy seguro que el papa Francisco, llegado el caso, hará lo mismo: conoce muy bien el entramado de agujas y de hilos que bordan cada día el complejo tapiz del Vaticano.
Pedro Villarejo