Hoy: 27 de diciembre de 2024
Ya de niño, Federico García Lorca tenía dilatadas las sensibilidades. Y cuando los pobres iban a pedir comida a su casa de la Huerta de San Vicente, él entraba en las cocinas a partir lo que hubiese y, a escondidas, sacaba de la alacena el pan más grande.
Los pobres son nuestros señores. Puede que alguno esté así por su mala cabeza, pero la mayoría son pobres sin desearlo y sufren al ver que en sus hijos tiemblan las necesidades. Cáritas y Cruz Roja hacen lo que pueden en el desamparo, aunque la soledad íntima de acudir a las dádivas debe ser como una aguja que se clava en la dignidad. En Valencia aún está pasando a causa de una incompetencia incomprensible.
La limosna de ir a la alacena a por el pan más grande es el bocado de la urgencia. Lo deseado sería que, entre todos, supiéramos recuperar a los pobres de la degradación, ofreciéndoles conocimiento y un empeño común de mejorar la convivencia con trabajo. La raíz de este tema sigue sin resolver cuando debiera ser el primer punto de todos los encuentros.