Bien. Ya ha sido destruido el globo-espía chino. EEUU vuelve a posicionarse como indiscutible garante del establishment mundial. La amenaza que se cernía sobre el planeta queda neutralizada. Todo en orden.
Pero examinemos lo ocurrido con calma…
El gobierno estadounidense detecta un dispositivo circular maniobrable, similar a un globo aerostático, que sobrevuela territorio norteamericano a 18.288 metros de altura. De inmediato, televisiones del mundo entero obtienen las imágenes de un burdo artilugio esférico que el Pentágono califica de globo-espía. El espectáculo es aterrador. Un círculo blanco situado en algún lugar indeterminado del espacio desafía la seguridad del país más poderoso del planeta. La guerra fría entre China y EEUU aumenta varios decibelios. Se cierran aeropuertos y se despejan zonas marítimas. El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, suspende su visita prevista a Pequín. “Se trata de una clara violación de la soberanía nacional”, declaran los suyos.
En cuanto al gobierno chino, sus excusas carecen de credibilidad para el presidente Biden. “El globo es un dirigible civil utilizado con fines de investigación, sobre todo meteorológica”, dicen los de la Gran Muralla. Nada, nada. Menuda excusa. Estamos ante un dispositivo inaceptable y nos lo vamos a cargar, piensan los mandatarios de la Casa Blanca. Como suena. Y así ha sido. Estados Unidos no ha tardado en demostrar su dominio tecnológico y militar lanzándole al globo un misil desde un F-22. Del resto, la humanidad entera ha sido testigo. El artefacto amenazador se ha desinflado como si lo hubiera agujereado un niño. A continuación, ha perdido altura y ha terminado por estrellarse contra el Océano Atlántico. La República Popular China acusa a los del Pentágono de “sobreactuación innecesaria” y elucubra alguna pequeña venganza. Ya nos veremos las caras…
El show, como vemos, ha sido completo. Con su inicio, nudo y desenlace.
En Europa, también disfrutamos de otro espectáculo bélico, aunque no tan previsible e inocuo como el presenciado en territorio norteamericano. EEUU no pierde su papel protagonista. Uno de los actores de la trama, Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, no para de pedir a Occidente dinero y material militar para combatir a Rusia. Antes fueron armas defensivas. Luego, tanques y artillería. Pronto, misiles de largo alcance y aviones de combate. Rusia tampoco sabe muy bien cómo sentenciar el conflicto. Occidente se ha empeñado en alargarlo y el número de muertos y heridos se multiplica en ambos bandos como una horrenda consecuencia de ese timo que es la guerra. A nadie le interesan las víctimas. Nadie solicita reuniones de paz, ni cumbres internacionales, ni castigos diplomáticos o financieros para unos u otros, ni cosa que tenga que ver con finalizar la masacre.
EEUU de nuevo, Alemania, algunos otros países de la Unión Europea y España -de manera entusiasta-, se han sumado a esta campaña que consiste en prolongar el conflicto, desgastar a Rusia y enriquecer a los fabricantes habituales.
Mientras, Japón se rearma ante la amenaza de China, Rusia y Corea del norte. Durante los próximos cinco años, Tokio destinará a su defensa más de 300.000 millones de euros para alcanzar el 2 por ciento del PIB. Por cierto, las tensiones entre Serbia y Kosovo aumentan por momentos, y la violencia tampoco decrece entre Israel y Palestina. En Siria, la guerra cumple doce años y lo que le queda.
Por culpa de las armas, Yemen sufre la peor crisis humanitaria del mundo, con el 80 por ciento de la población sobreviviendo sin comida y entre escombros. Pero el negocio no se resiente. En Myanmar, la antigua Birmania, gobierna una Junta Militar que, tras dar un cruento golpe de Estado, ha provocado uno de los mayores desplazamientos de refugiados del planeta. Cerca de 1 millón de huidos que a nadie importa. ¿Alguien sabe cómo se da cobijo y sustento a 1 millón de desamparados?
Ahora, el siguiente paso es darle a Ucrania veinte, treinta o cuarenta carros de combate más para machacar a Rusia. Pero, según los datos, Rusia posee cerca de 10.000 tanques esperando a ser utilizados para lo que, precisamente, han sido diseñados. Consumir proyectiles, combustible, destrozar vidas humanas, derribar puentes, carreteras, viviendas…lo que sea con tal de que todo vuelva a ser reconstruido para que el negocio no pare. Alguien nos está engañando. Lo del globo-espía ha sido un simple aperitivo. Un mal cortometraje de escaso presupuesto y nulo guion. Nos esperan espectáculos televisivos mejor planeados. Mucho más siniestros y devastadores. De las bombas nucleares ya hablamos otro día. Antes de que empecemos a verlas sobrevolar nuestros cielos contaminados.