Hoy: 24 de noviembre de 2024
Hay una frase de Javier Milei (Buenos Aires, 1970) que no pudo ser más sensata y que repitió una y otra vez durante su campaña y en el duelo televisivo final. “Es imposible cambiar la realidad haciendo las mismas cosas y una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre”.
Y mira por dónde, el realismo mágico de la política argentina ha querido que el flamante presidente suelte amarras haciendo exactamente lo contrario después de ganar con gran amplitud y con la libertad que ansiaba conseguir, sin tener que, teóricamente, pactar con nadie.
Uno de los principales economistas arquitectos del plan que se inició bajo el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), primero como secretario de Finanzas, después como ministro de Finanzas y, más tarde en calidad de presidente del Banco Central, es decir Luis Caputo (Buenos Aires, 1965), es el Zar para la economía de la “nueva era” argentina. Ha sido uno de los altos cargos más vilipendiados públicamente por Milei, a quien atribuyó la herencia recibida: “Se fumó 15.000 millones de dólares y nos deja este despiole desaguisado] de las leliq [Letras de liquidez con las cuales el Banco Central regula la cantidad de dinero circulante]. Caputo es uno de los responsables de los desastres que hicieron en el Banco Central”, dijo hace tres semanas, el 24 de noviembre, Milei.
Pues sí, este es el mismo Caputo a quien ha elegido Milei -después de una transacción con Mauricio Macri y otros magnates con poder- para reparar el desastre que él comenzó a tejer y que continuó el gobierno peronista de Alberto Fernández. Si la inflación que dejó Macri se situaba en torno al 70%, bajo Fernández ha llegado al 140%.
Milei no solo no quiere hacer algo distinto sino que, además, ha decidido hacer lo que ya se intentó sin éxito al menos para la mayoría de los argentinos. Y para más inri con los mismos de siempre.
Argentina evoca cierto paralelismo a la crisis económica de la República de Weimar, particularmente la Alemania de 1921/1923, los años de la Gran Hiperinflación. En aquellos años todavía impactaba la película El gabinete del doctor Caligari (el film de Robert Viene en Berlín, 1920) sobre la cual el escritor y cineasta Vincent LoBrutto escribió en 2005 como un retrato “del colapso moral y físico de Alemania en ese tiempo, con un loco suelto causando estragos en una sociedad distorsionada y fuera de balance, una metáfora de un país en caos”.
Hasta Milei explicó en su discurso sobre la herencia recibida que la inflación podría llegar a los 15.000%, una cifra sin duda inventada artificiosamente con cálculos en base al dólar, a la cual, en su discurso del martes pasado, Caputo añadió el ejemplo de un hogar en el que la leche podría costar 60.000 pesos.
Como bien dijo el comentarista radial Víctor Hugo Morales en el programa La Mañana de la Radio AM750, el discurso de Milei “está hecho para impresionar a la gilada [tontos, según el diccionario de americanismos de la RAE]”.
Si se lee el informe sobre la economía argentina que emitió en agosto pasado el equipo del Fondo Monetario Internacional (FMI) que visitó Buenos Aires se advierte de dónde ha salido el plan del gabinete del doctor Caputari. El acento, como es usual está puesto en el déficit fiscal, y en la necesidad de resolver la crisis financiera del Banco Central ante la situación negativa de las reservas internacionales.
En román paladino: ya no quedan dólares en el banco emisor.
El informe contiene, precisamente, un capítulo aparte (Box 1, página 32) en el cual señala la última gota, por así decir, que ha desbordado el vaso de la crisis: una sequía devastadora para la cosecha 2022-2023, calificada como la peor en seis décadas. Según los cálculos, entre ellos los de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, recogidos en la citada evaluación, esa sequía supondrá para las cosechas de los principales cultivos pérdidas de 20.000 millones de dólares respecto de 2022. Las estimaciones previas hablaban de 6.000 millones.
Al describir las medidas que serían necesarias para un ajuste, el FMI no pone cifras. Estas las ha puesto el gabinete del doctor Caputari.
Es un plan diseñado para recoger el dinero necesario para pagar a los acreedores internos y externos una deuda contraída por la política…de Caputo-Macri y aumentada por sus sucesores del gobierno de Alberto Fernández. Lejos del anarcocapitalismo que pregonaba Milei en la campaña, inspirado en el economista norteamericano Murray Rothbard ( Estados Unidos 1926-1995) se trata de un programa tan intervencionista para el Estado que hasta le asigna determinar los ingresos de los pensionistas por decreto gubernamental, tras suspender el sistema de movilidad vigente (además de otras medidas para importadores y exportadores).
Esta prioridad de cumplir con los acreedores y no entrar en un nuevo default, como en 2020, en cierto modo también evoca la catástrofe de 1921-1923 de la Alemania de Weimar, a la que se llegó cuando la República heredó la moneda devaluada del gobierno imperial, el banco central, el Reichbank, carecía de reservas de oro y mantuvo la impresión de billetes, los Papiermark sin respaldo, en medio de una fuga de marcos en oro.
Y todo ello ante la exigencia de los acreedores del gobierno alemán -gabinetes que no llegaban a durar un año entre 1921 y 1923-para que cumpliese con los pagos de las reparaciones impuestas por las potencis vencedoras de la Primera Guerra Mundial: Francia e Inglaterra.
El Banco Central argentino, pues, tiene que conseguir dólares y aspira a pagar unos 25.000 millones de dólares anuales en concepto de intereses de la deuda.
Y para ello ha diseñado una política de ingresos donde los asalariados (nuevo impuesto al salario) y los pensionistas son los principales paganos de una inmediata redistribución regresiva forzosa de la renta. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ya ha expuesto este jueves 14 de diciembre el plan represivo diseñado para reprimir a aquellos que se resistan a la aplicación del plan en las calles argentinas.
Es decir, la resistencias de los “orcos”, como los bautizó Mauricio Macri recientemente, modernizando con el término utilizado por J.R.R Tolkien en El Señor de los anillos -feo, desagradable- a los “cabecitas negras”, como llamaban despectivamente las clases altas a personas de piel oscura y rasgos indigenas de la clase trabajadora, que llegaba a Buenos Aires de las provincias del interior.
El punto de partida ha sido – aunque ya despegó timidamente con el gobierno de Alberto Fernández- un megaajuste del tipo de cambio. El dólar oficial se ha apreciado un 100%, de 400 pesos a 800 pesos por unidad, lo que en términos de devaluación o pérdida de valor del peso supone un 50% (elevándose en términos reales hacia el 70%). Con 400 pesos se compra ahora -teóricamente- solo 0,50 dólares, cuando antes se adquiría 1 dólar.
El ajuste ha supuesto la liberalización de precios, empezando por el de los combustibles y tarifas de servicios públicos, pero eso sí se mantiene con una flexibilización lo que se llama el cepo cambiario o restricciones al acceso a las divisas extranjeras para controlar la salida de divisas del país y evitar la especulación con el dólar.
Desde 2018, según los indicadores seleccionados sobre el sector externo por el FMI, los argentinos retiraron del país 78.000 millones de dólares en efectivo hasta el segundo trimestre de 2023 y los tenedores de bonos argentinos vendieron bonos argentinos por valor de 23.000 millones de dólares.
El dinero para hacerse cargo de estas cantidades salió de un préstamo del FMI, de las reservas internacionales del Banco Central, que están en saldo negativo, y de una operación de permuta financiera (swap) facilitada por el Banco Popular de China (una línea que fue cancelada por el gobierno de Xi Jinping a raíz de los insultos de Milei contra China en la campaña electoral y que ahora se busca renegociar).
La crisis de naturaleza financiera del Banco Central ( la compra a manos llenas durante el último año de bonos gubernamentales) ha superado cualquier esquema de monetización del déficit para intentar compensar la fuga de capitales.
Al agravamiento de la crisis financiera en el corto plazo -el Banco Central tendrá que aumentar en lugar de disminuir la emisión monetaria- y a la amenaza de hiperinflación se añade la recesión que provocará la paralización temeraria de toda la obra pública.
Milei sabe lo que viene. Por eso ha advertido a los argentinos que habrá estanflación. Es decir: estancamiento con inflación. En realidad se ha quedado corto: estamos hablando de una hiperinflación con fuertes caídas de la actividad económica (recesión).
Milei pues no se limitado a “cambiar todo para que todo siga igual”, como señalaba Giuseppe Tomasi Lampedusa en su novela El Gatopardo (1957), sino más bien para peor.
Es el shock.