El cuidador de la granja: cuando la extorsión suplanta a la justicia

4 de septiembre de 2025
3 minutos de lectura
Puerta de entrada a una granja. | Fuente: Canva

«La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes.»— Martin Luther King, Jr

Cuando algunos funcionarios policiales corrompen el uniforme, el propósito de su oficio deja de ser la protección para convertirse en la extorsión. En su afán por hacerse con dinero ilícito, ya no les basta con los sobornos, ahora fabrican delitos, construyen delincuentes y crean mártires para justificar sus actos inescrupulosos. La desfachatez es tal que ya ni siquiera se molestan en guardar las apariencias.

Esta realidad, tristemente cotidiana, se coló en un sueño que me narraron, una pesadilla que nos hace dudar de los límites entre lo que es real y lo que es una construcción. Para el hombre de ese sueño, al que llamaremos Freddy, esa delgada línea se borró por completo: vivía una conexión tan extraña que la realidad que lo rodeaba era una Matrix de mentiras, una falsedad construida para atraparlo.

En esa visión, se vio como el cuidador de una granja, un lugar inmenso y tranquilo que no era de él. Sin embargo, al mediodía, llegaron unos tipos con mala pinta que le exigieron que se declarara dueño de la propiedad. La extorsión era directa: si no aceptaba ser el dueño, lo iban a acusar de crímenes que nunca cometió, pero además le exigían una fuerte suma de dólares.

La ironía de la situación era brutal: querían obligarlo a mentir sobre su identidad para librarse de algo que ni siquiera le correspondía. Al escuchar el sueño, entendí una verdad muy triste: la injusticia no solo castiga, también inventa. Esos delincuentes, que tomaron el lugar toda la tarde, no querían solo plata, querían una confesión falsa. Querían que Freddy traicionara su verdad para salvar su pellejo.

Pero lo más fuerte del sueño no era la extorsión, sino lo que se escondía en esa granja. Primero, un bulto envuelto en tela en el suelo. Todo se veía siniestro, pero al destaparlo, lo que parecía un cadáver humano resultó ser un perro maltratado. Estaba vivo, pero con la cara rapada y el cuerpo golpeado, como si lo hubieran humillado y herido a propósito. Después, en una habitación toda desordenada, encontró a otro perro. Este estaba aún peor, herido y mudo, con señales de haber sido torturado, incapaz de ladrar o moverse. La casa entera había sido registrada y desordenada, un caos total, producto de la búsqueda de algún elemento incriminatorio que nunca consiguieron. La frustración de no encontrar nada los llevó a inventar los delitos para justificar su aprehensión. Los dos perros, maltratados y violentados por estos personajes malignos, simbolizaban la propia conciencia y lealtad hacia sí mismo de Freddy, una parte de él que quedó así luego de la intervención de estos personajes malignos.

De inmediato, entendí la conexión. Cada parte de ese sueño era un reflejo de realidades que vivimos a diario. La granja, la figura del cuidador, los perros golpeados; cada pieza encajaba a la perfección con las historias de cómo se crea un delito para quitarle a alguien lo que más le importa: «su libertad». En la pesadilla, el momento clave no era perder la granja, sino la exigencia de la confesión. La extorsión no buscaba un pago, buscaba una mentira, la traición a su propia verdad para escapar de un destino impuesto.

La lucha del cuidador de la granja es la de cualquiera que se niegue a perder la dignidad. El sueño me mostró que la valentía no está en lo que uno tiene, sino en la negativa a ser dominado por la mentira. En la granja de Freddy, el verdadero acto de rebeldía era insistir en la verdad, incluso cuando la mentira ofrecía un camino fácil. Es la defensa de la integridad personal frente a quienes usan la maquinaria de la justicia para sus fines oscuros. La fabricación de un delito, la tortura psicológica, y la aprehensión arbitraria no son herramientas de la ley, son armas de la opresión que buscan quebrar el espíritu de los hombres buenos.

Cuando la mentira se viste de verdad para incriminar a alguien, el delito de verdad no es el que se le imputa, sino el que se comete al intentar robarle su dignidad, su honor y, en última instancia, su libertad. Es en esos momentos que entendemos que la ley no solo está para castigar, sino para proteger y liberar a quienes son víctimas de la injusticia. Hoy, por culpa de esta corrupción, Freddy se encuentra en la cárcel, una moderna ergástula, una prisión o campo de trabajo donde se encerraba injustamente a los esclavos.

«Lo que la ley no prohíbe, el honor lo prohíbe.»— Séneca

Crisanto Gregorio León – Profesor Universitario

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