En medio de este consumismo digital ha surgido una tendencia contraria: «No lo necesitas». Una frase que se ha convertido en lema de un movimiento en alza, el desinfluencing (o deinfluencing). Frente al marketing de los influencers, quienes se autodenominan desinfluencers buscan que sus seguidores reflexionen antes de comprar. El mensaje es claro: la mayoría de los productos no son imprescindibles.
El fenómeno nació entre 2022 y 2023, pero ha sido en el último año cuando se ha consolidado. En febrero de 2025, el hashtag #deinfluencing ya acumulaba más de mil millones de visitas en TikTok. Su versión en español, “no lo necesitas”, sigue expandiéndose.
Diana Wiebe es una de las pioneras. A la BBC contó:
«En 2019 estaba inmersa en las redes sociales y apareció una ‘influencer’ promocionando unos rizadores sin calor con los que podías dormir toda la noche y despertarte con unos rulos preciosos»
La experiencia no fue la esperada:
«Los rizadores interrumpieron mi sueño, así que solo los usé una sola noche. Además, mi cabello es ondulado de manera natural y creo que me lo rizaron demasiado»
Ese fue su punto de inflexión. Hoy suma más de 220.000 seguidores en TikTok con el perfil @DepressionDotGov y se define como “desinfluencer”. En sus vídeos lanza preguntas directas: «¿querías ese producto antes de que te lo ofrecieran?».
El mensaje cala. Reconoció a EFE Susana, joven de la generación Z:
«Yo, la mayoría de las veces no. Pero es cierto que, de un tiempo a esta parte, me he encontrado con cuentas que me han hecho responderme a esa pregunta y pensármelo mejor»
El estudio Emotional and psychological drivers of compulsive shopping: a qualitative exploration of triggers and coping mechanisms, publicado en 2025 en Addiction Research & Theory, respalda esta reflexión. Según el informe, las compras compulsivas tienen un fuerte componente emocional. Factores como soledad, tristeza, nostalgia o frustración pueden llevar a consumir de forma impulsiva. El resultado, a menudo, es un “escape temporal” seguido de arrepentimiento y mayor descontento.
Christina Mychaskiw, con casi 120.000 seguidores en Instagram (@christina.mychas), se presenta como una «exadicta a las compras». A la BBC confesó: «a pesar de tener una deuda de más de 83 mil dólares por préstamos de estudios, seguía comprando cosas semanalmente»
Su ruptura con esa dinámica llegó en un momento clave:
«Toqué fondo cuando compré un par de botas que costaban más que mi alquiler, a pesar de ser consciente de que no las podía pagar»
El patrón es reconocible según cuenta la joven de la generación Z:
«A mí no me ha pasado algo así, pero sí he llegado a comprar algo que a lo mejor no debía permitirme ese mes. No me puedo considerar ‘desinfluencer’ ni ‘influencer’ porque no tengo seguidores ni soy creadora de contenidos como tal… Pero he comprado mucho a través de TikTok Shop y es verdad que últimamente lo hago menos»
De ahí que al popular “#tiktokmademebuyit” le haya surgido un reverso: “#tiktokmademeNOTbuyit”. La tendencia podría haber afectado a sectores como la belleza, el lifestyle y la moda, en especial al fast fashion.
El artículo Does Shein’s Profit Slump Indicate a Waning Obsession With Fast Fashion?, publicado en abril, apunta que Shein sufrió una caída de beneficios del 40% en 2024. H&M, Boohoo y su filial PrettyLittleThing también vieron reducirse sus ingresos. Sin embargo, los expertos advierten: correlación no implica causalidad, y el desinfluencing no se limita a la moda rápida.
Lo cierto es que el hashtag #TikTokMadeMeBuyIt supera los 40.000 millones de visitas. Cifra muy superior a las etiquetas del “no lo necesitas”. Aun así, en una era de microtendencias, el desinfluencing parece haberse consolidado como un nicho propio.