Las autoridades de Gaza, controladas por Hamás, registran diariamente nuevas muertes por hambre y desnutrición, en el contexto de la ofensiva israelí que comenzó hace dos años y que ha dejado un balance provisional de 66.200 fallecidos. A pesar de las advertencias de la comunidad internacional, la crisis alimentaria continúa agravándose en varias partes del enclave.
Según el Ministerio de Sanidad de Gaza, 459 personas han muerto por hambre o desnutrición, incluyendo 154 niños. Desde que la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (IPC) declaró la hambruna en agosto, se han registrado 177 muertes por esta causa, con 36 niños entre ellas. La provisión de comidas cocinadas ha caído un 70 % y solo quedan operativas ocho cocinas.
Los ciudadanos enfrentan dificultades extremas para acceder a alimentos y agua potable. Un millón de personas consume menos del mínimo diario de emergencia, mientras que la contaminación del agua y los desbordamientos de residuos aumentan el riesgo de enfermedades. Además, el sistema sanitario colapsado agrava las muertes por inanición.
La ayuda humanitaria está limitada por el Gobierno israelí, con camiones acumulados en las fronteras y restricciones para agencias de la ONU. La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), creada por Israel, ha sido criticada por la ONU y varias ONG por falta de neutralidad y capacidad logística. Durante los repartos, aproximadamente 2.600 palestinos han sido tiroteados por acudir a los puntos de distribución.
La ofensiva también ha devastado la agricultura y la ganadería, afectando la autosuficiencia local. Según Neil Marsland, de la FAO, solo el 1,5 % de las tierras de cultivo están accesibles y la producción ganadera se ha reducido drásticamente. La recuperación del sector agroindustrial podría tardar entre dos y tres años, lo que mantiene los precios altos y empeora la nutrición.
El sector pesquero también se encuentra paralizado, tras la prohibición israelí de acceso al mar y los ataques repetidos en costa y mar. El principal puerto de Gaza ha sido destruido, el 94% de los barcos pesqueros dañados o destruidos y las instalaciones de almacenamiento y procesamiento gravemente afectadas, lo que limita aún más la disponibilidad de alimentos en la región.
Por su parte, la subdirectora del Centro de Estudios Árabes Contemporáneos, Rosa Meneses, ha lamentado que «Israel ha hecho oídos sordos» a la declaración de hambruna y, desde entonces, ha seguido «obstaculizando» la entrada de alimentos, agua potable y medicinas. Debido a ello, teme que la situación de malnutrición «se agrave rápidamente debido a la persistencia» de las autoridades israelíes de incumplir con el Derecho Internacional Humanitario.