Una de las características de esta gastronomía es el consumo diario verduras de la familia de las Brassicas, como el grelo, la berza o el repollo
Seguir un patrón de alimentación basado en la dieta atlántica, tradicional de Galicia y el norte de Portugal, tiene consecuencias positivas para la salud. El último estudio europeo, recogido por El Economista, demuestra se asocia con una menor mortalidad por todas las causas, incluido enfermedades cardiovasculares y cáncer, mejora la microbiota intestinal y ayuda a controlar el peso corporal, por lo que es beneficiosa frente al sobrepeso y la obesidad.
Los resultados de la investigación se han presentado en el XX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), celebrado esta semana en Santiago de Compostela. Entre las dietas que se han analizado se encuentran las seguidas en España, Polonia, República Checa y Reino Unido.
La profesora Rosario Ortolá, del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, ha destacado que “una mayor adherencia a la dieta atlántica está relacionada con una menor mortalidad por todas las causas, por causas cardiovasculares y por cáncer, con beneficios similares a los de otros patrones dietéticos saludables”.
Del estudio se extrae que aquellas personas que se adhieren a una dieta atlántica presentan una mortalidad un 15% menor en comparación con quienes siguen patrones alimentarios muy distintos. En este sentido, este tipo de alimentación se asocia con niveles bajos en algunos de los factores de riesgo cardiovascular, como el colesterol, los triglicéridos, la resistencia a la insulina, la presión sanguínea, el peso corporal y el perímetro de cintura, entre otros.
Iguala en beneficios
De la misma forma, la profesora ha indicado que esta dieta podría reducir el riesgo de depresión y ayudar a tener una buena microbiota intestinal, algo que impactaría tanto en la salud digestiva como en la salud general. En personas mayores, está demostrado que la dieta atlántica tiene tantos beneficios como la dieta mediterránea en cuanto a mortalidad.
En cuanto obesidad, el estudio GALIAT que recoge El Economista, en el que participaron 250 familias durante un periodo de seis meses, demostró que aquellas personas que se alimentaron en base a la dieta atlántica vieron mejorado su peso corporal, su índice de masa corporal (IMC) y de medidas de adiposidad y sus niveles de colesterol.
“En 6 meses, los adultos del grupo de intervención perdieron 1,1 kg de peso corporal y redujeron 5,2 mg/dl de colesterol total en comparación con el grupo control. También se observaron mejoras en otras variables antropométricas y niveles de colesterol LDL, confirmando los efectos positivos de la dieta atlántica sobre la adiposidad y el perfil lipídico”, así lo ha señalado María del Mar Calvo Malvar, la coordinadora de este estudio y especialista en Análisis Clínicos del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.
Además, la intervención ayudó a reducir en un tercio el riesgo de desarrollar síndrome metabólico en el grupo de intervención frente al de control. Esto resulta importante porque casi un 25 por ciento de la población adulta mundial padece este trastorno, que incrementa de forma significativa la probabilidad de desarrollar diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y/o enfermedades cerebrovasculares.
Consumo elevado de lácteos
La dieta atlántica se caracteriza por un elevado consumo de alimentos frescos, de temporada y de origen local. Las frutas, verduras, cereales integrales, principalmente en forma de pan, legumbres, patatas, pescados y productos lácteos, son los ingredientes para sus platos.
El consumo diario de frutas y verduras es un pilar básico en esta dieta. En concreto, las verduras de la familia de las Brassicas, como el grelo, la berza o el repollo, son utilizadas como principal fuete de grasa para cocina y aliño, se emplea el aceite de oliva y el consumo de vino es moderado, generalmente en las comidas.
Destaca también la presencia frecuente, entre tres y cuatro veces por semana, de pescados y mariscos. Los lácteos también son protagonistas, especialmente leche y queso. Mientras que el consumo de carne de ternera y cerdo, así como de huevos, es mucho más moderado.