Retrasar el desayuno podría ser más perjudicial de lo que se pensaba, sobre todo en personas mayores. Un equipo de investigadores del Massachusetts General Brigham, en Estados Unidos, ha relacionado este hábito con un mayor riesgo de mortalidad. Los cambios en los horarios de las comidas, en especial de la primera del día, son frecuentes con la edad, ya que las rutinas suelen modificarse conforme pasan los años.
El estudio, publicado en Communications Medicine, analizó datos de 2.945 adultos de entre 42 y 94 años en el Reino Unido, seguidos durante más de dos décadas. Los resultados muestran que la tasa de supervivencia a diez años fue del 86,7 % en el grupo que desayunaba más tarde, frente al 89,5 % en quienes lo hacían antes. Según el autor principal, Hassan Dashti, nutricionista y biólogo circadiano, estos cambios en la hora del desayuno podrían servir como una señal de alerta para detectar problemas de salud física o mental, y deberían ser tenidos en cuenta por médicos y pacientes.
El retraso en la primera comida del día también se asocia con depresión, fatiga y problemas de salud bucal. Entre los factores que lo explican se encuentran la dificultad para preparar alimentos, un sueño más lento o la predisposición genética a ser noctámbulo.
Hasta ahora, la relación entre el momento de las comidas y la longevidad estaba poco estudiada. Esta investigación aporta pruebas de que no solo importa lo que comemos, sino también cuándo lo hacemos. Mantener un horario regular, especialmente para el desayuno, podría ser clave para un envejecimiento saludable.
Dashti subraya que estos hallazgos llegan en un momento en que el ayuno intermitente y la alimentación restringida en el tiempo ganan popularidad. Aunque pueden ser útiles en ciertos contextos, en adultos mayores retrasar demasiado el desayuno podría tener efectos negativos a largo plazo.
En definitiva, el trabajo refuerza la idea de que el desayuno sigue siendo una comida esencial, especialmente para las personas de edad avanzada. Hacerlo temprano y de manera constante no solo puede mejorar el bienestar diario, sino también contribuir a vivir más y mejor. La regularidad, junto con una dieta equilibrada, puede convertirse en una herramienta sencilla para cuidar la salud y prevenir problemas antes de que se hagan evidentes.