Rencorosos son todos aquellos que se les ha podrido la memoria dentro y decidieron conservarla. Cuando no se tiene en cuenta la caducidad del recuerdo, se mantiene en el tiempo la serpentina de la venganza. Acabar con tales desafíos es la mejor manera de romper las cadenas y alcanzar la libertad, al menos, una liberación satisfactoria.
Los errores que se cometen, incluso los más abultados sin olvidar que nadie está libre de ellos, deben repararse inmediatamente desde el sosiego y la esperanza del remedio. Aquel que después de veinte o treinta años saca a relucir viejas heridas, y no en el momento en que se produjeron, es un rencoroso que ha vivido todo ese tiempo oliendo en su corazón el perfume de lo podrido.
A un conocido tertuliano de televisión lo han expulsado del canal porque hace veinte años, supuestamente, maltrató a su esposa. Hace treinta años, un perjudicado se acuerda de la libidinosa relación que mantuvo con un clérigo abusador. Los que perdieron en nuestra guerra civil, injusta para todos, llevan casi un siglo tratando de que aparezcan crímenes y sobresaltos; los de los otros, claro… Es hora ya de arremangar la esperanza.