Ya sabemos que las subjetividades son propias de los seres humanos, aunque deben ser controladas por la razón y los valores de objetividad que uno profese. No se pueden hacer oídos sordos ante las injusticias, sobre todo las que gravitan ruinosamente en el conjunto de la sociedad, las haga quien las hiciere. Repetía Unamuno que nunca debemos preguntarnos para qué estamos aquí, sino para quién. Y el quién es la aportación personal al equilibrio de nuestros conciudadanos.
Merecemos la mayor objetividad posible en la interpretación de las leyes que, con frecuencia, son arrimadas al ascua de la ventaja o del favoritismo. Pocos en España están de acuerdo en la parcialidad del Presidente del Tribunal Constitucional, que ahora se jubila, al beneficio vil que supuso la amnistía. Ahora, al parecer, están repartiendo las papeletas para que sea sustituido por una magistrada que condonó a los Eres por tratarse de negocios de poca importancia. De oca a oca.
Por favor, seamos serios, honestos y creíbles. Es un consejo y una exigencia democrática para todos, porque va a llegar un día en que sólo creamos en Dios, a pesar de que algunos hagan lo posible, también, para impedirlo.
Pedro Villarejo