De desgracia en desgracia

6 de mayo de 2025
2 minutos de lectura
De desgracia en desgracia
El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente Santiago. /EP

No sé si el caos provocado por el robo de cables que ha bloqueado las comunicaciones ferroviarias entre Madrid y Andalucía ha sido un sabotaje, y si lo ha sido con qué intenciones, o se debe a un delito común por parte de delincuentes con interés económica. A estas alturas ya ni me importa la causa que haya sido, pero sí me inquieta y mucho que sabotear o robar puedan colapsar las comunicaciones ferroviarias durante más de veinticuatro horas y deje tiradas a más de 10.000 personas que no pudieron coger sus trenes AVE.

Algunos perdieron entrevistas de trabajo, otros no llegaron a reuniones importantes. Los habrá que no han podido llegar a citas esperadas ni cumplir con sus compromisos laborales o de ocio si tenían que conectar con vuelos… Después del gran apagón, miles de personas se han quedado otra vez tiradas porque un servicio vital no ha funcionado como debía y de nuevo andamos con que si la abuela fuma.

El ministro responsable de la cosa, Óscar Puente, está en el sobotaje ‘parriba’ y ‘pabajo’. Y es el asunto es feo y grave si realmente lo ha sido y habrá que aclarar los hechos y que los responsables paguen por este delito, pero lo que me pregunto desde la más absoluta ingenuidad es ¿cómo un servicio básico y estratégico como éste no tiene la vigilancia y la seguridad necesaria para que estas cosas no ocurran? Parece que no la tiene y que un grupo de avezados delincuentes puede ir y cortar los cables que desconectan los AVE como tal cosa para vender el cobre a la chatarra o perjudicar la imagen del Gobierno.

No podemos ir en este país de desgracia en desgracia y estar siempre buscando culpables fuera de la responsabilidad de cada uno. Lo del apagón no es un castigo divino, pero el presidente está detrás de las compañías eléctricas y de paso demonizando la energía nuclear en un debate más ideológico que realista, y el ministro Puente buscando conspiraciones judeomasónicas para explicar fallos graves que no han impedido el desastre de este lunes.

Qué hay un problema grave en la gestión de las comunicaciones ferroviarias, sea por negligencias de gestión o por la intencionalidad de terceros, es más que evidente. Solo en pocas semanas se han producido más de 2.000 incidencias y eso conlleva trastornos al usuario y el desgaste en la imagen de un servicio público como el AVE y el ferrocarril en general, que solía funcionar bien.

Detrás de cada desastre nuestros dirigentes políticos recurren con demasiada frecuencia en sus argumentarios a que hay que evitar “que esto vuelva a ocurrir”, pero no se pueden ir apagando fuegos cada vez que el edificio esté ya en llamas. La gestión política consiste en construir un edificio con los sistemas necesarios para que no haya incendios y en prevenir los riesgos. Pues no, aquí nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y acabamos mojados, o más bien empapados y quemados, muy quemados.

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