Como todos los padres, Abraham y Sara querían casar bien a Isaac, su hijo milagroso. Enviaron a Eliezer para que le buscase novia con todas las virtudes que habrían de adornarla: “Debe ser de la familia y nunca una mujer cananea”. Llegó Eliezer con el encargo de su amo a la ciudad de Nahor, en Mesopotamia, con diez camellos y muchos regalos para la presunta y su familia. Se sentó junto a un pozo adonde iban las muchachas a llenar sus cántaros de agua. Eliezer dijo al Señor: “Aguardo una señal para mi propósito. La mujer que derrame su agua para que beba y sacie también a mis camellos, esa será la esposa elegida para Isaac”.
Una muchacha hermosa, Rebeca, se acercó a la fuente, Eliezer le pidió agua y ella, además, llenó varias veces los cántaros para que bebieran sus camellos… Rebeca se fue con Eliezer en busca del esposo, al que vio de lejos y, antes de encontrarse con él, se cubrió el rostro con un velo. De su amor intenso les nacieron dos hijos, Esaú y Jacob.
… Una distinguida Rebeca acaba de aparecer en la política de España. Esperamos que encuentre el pozo para darle de beber a los camellos. Son más de diez. Muchos más. Y aún no calculó si habrá agua para todos.