¿Cómo es un día en Cuba? Podemos narrar cómo es a través de la perspectiva de James, un cirujano que trabaja en un hospital de La Habana.
Su día comienza a las cinco de la mañana. Desayuna una taza de té, porque el café es un lujo que pocos tienen. Le prepara a su hijo un zumo de frutas y un pan con salchichas. Más tarde, tiene que cargar ocho cubos de agua desde la cisterna del edificio. Pero el motor está roto y no hay presión en los grifos.
Luego, entre él y su mujer colocan planchas de madera en la escalera para bajar la moto eléctrica. Viven en un segundo piso sin ascensor. Dice:
“No es fácil. Pero con los robos que hay, tenemos que cuidar la moto como si fuera oro”
Salen los tres juntos, casco en mano. Primero deja al niño en el colegio. Luego, a su mujer en el trabajo. Y él, por fin, llega al hospital. Son casi las nueve de la mañana.
Allí le espera otra batalla. No hay guantes, ni jeringuillas, ni jabón, ni bolígrafos. Se queja:
“Tenemos que traerlo todo de casa”
Atiende a pacientes en ayunas, con la cabeza llena de preocupaciones. La precariedad médica en Cuba no es nueva, pero ha alcanzado niveles alarmantes.
Faltan especialistas. Muchas consultas las realizan estudiantes en prácticas. La mortalidad aumenta en enfermedades que, en otros contextos, serían fácilmente curables. Las infecciones intrahospitalarias son frecuentes. Un simple catarro puede acabar en cuidados intermedios, dice:
“Por falta de un antibiótico se te muere un paciente. Si no es grave, mejor no vayas al médico”
El salario no ayuda. Un especialista gana entre 10.000 y 11.000 pesos al mes, unos 26 a 29 dólares al cambio. Para sobrevivir, muchos médicos tienen “pacientes privilegiados”, a los que atiende por WhatsApp o en casa. A cambio, reciben dinero o regalos. Así fue como James pudo comprarse su moto eléctrica.
La otra opción es salir del país. Marcharse en misión médica. Pero eso implica pasar dos o tres años lejos de la familia y entregar al gobierno el 80% del salario. Asegura:
“Prefiero quedarme. Aquí me las apaño. Allí, ellos siempre se sacan un as de la manga y te pagan menos”
Mientras James empieza su jornada en el hospital, Alfonso vuelve a casa tras haber trabajado toda la noche. Tiene 65 años. Lleva 30 años recogiendo basura. Sale sobre las 21:00, camina tres kilómetros. Y muchas veces, el camión de recogida no arranca. Falta combustible o está estropeado. Se queja:
“Nos han recortado el combustible en un 75 %. Solo recogen en las calles principales. Por eso los barrios están llenos de basura. Montañas. Putrefacción. Enfermedades.
En Japón la basura es un recurso. Allí hasta la mafia organiza la recogida. Aquí no. Ni comen ni dejan comer”
Recuerda la negativa del gobierno cubano a aceptar ayuda del extranjero. Incluso rechazaron una donación de cien camiones por parte de Japón.
Profesora jubilada, vive en un bajo piso, frente a una esquina convertida en un vertedero informal. Para ella, la recogida de basura es solo un síntoma de un sistema colapsado:
“El hedor es insoportable. Tengo que cerrar las ventanas. Hay moscas, cucarachas, ratas”
“Con una pensión de 2.200 pesos no se puede vivir. Ni hablar de una dieta equilibrada. Solo arroz, frijoles, un picadillo barato, pan y aguacate cuando hay”
“Es una vergüenza ver a gente que ha trabajado toda su vida rebuscando entre la basura”
Según el telediario, el salario medio es de 6.506 pesos. Pero para alimentarse dignamente se necesitaría el triple. Si no tienes familia en el extranjero, o un negocio propio, pasas hambre.
El Diario Las Américas preguntó a 15 personas qué aspectos positivos veían en la Cuba actual. 13 no encontraron ninguno. Solo 2 se atrevieron a responder. Un ingeniero habló de la naturaleza y las playas:
“Pero están sucias, llenas de latas y marabú”
Otro emprendedor fue más directo:
“Solo vives bien si eres familiar de un dirigente o si tienes un negocio. El resto, que se las apañe como pueda”
“Si eres inteligente, ahorras y te vas. Aquí todo cambia sin avisar. Por cualquier cosa te pueden meter en la cárcel. Si buscas estabilidad, hay que emigrar”
Entre apagones, falta de agua, escasez de gasolina y hospitales sin recursos, la vida cotidiana en Cuba transcurre con más lucha que esperanza. Para muchos, vivir en la isla no es una elección, sino un acto de resistencia.
Y cada mañana empieza con la misma pregunta: ¿Cómo se sobrevive hoy?