Un sueño de calidad no es solo un lujo, sino una necesidad para mantener cuerpo y mente en equilibrio. Así lo confirman recientes investigaciones científicas que destacan el papel crucial del descanso nocturno en el proceso de envejecimiento y la prevención de enfermedades crónicas.
Dormir entre 7 y 8 horas por noche se posiciona como la cantidad ideal para adultos y personas mayores, según un estudio divulgado por la BBC. Este rango de sueño permite que el organismo lleve a cabo funciones esenciales como la reparación celular, la consolidación de la memoria y la regulación de hormonas.
Mientras descansamos, el cuerpo se ocupa de eliminar toxinas del cerebro, regenerar tejidos y fortalecer el sistema inmunológico. Estas tareas se vuelven especialmente importantes a medida que envejecemos, ya que ayudan a prevenir el deterioro cognitivo y enfermedades como la hipertensión y la diabetes tipo 2.
Más allá del cerebro, dormir bien también beneficia el corazón, la piel y el estado de ánimo. La falta de sueño, en cambio, puede afectar la concentración, debilitar las defensas y aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas, según informa El Observador.
Con el paso de los años, muchas personas notan que conciliar el sueño se vuelve más difícil. Sin embargo, adoptar hábitos como establecer horarios regulares, reducir el uso de pantallas antes de dormir y evitar cenas pesadas puede mejorar significativamente la calidad del descanso.
Aunque la recomendación general apunta a 7-9 horas de sueño, cada cuerpo tiene su propio ritmo. Lo importante es escuchar las señales del organismo y priorizar el descanso como parte fundamental de un estilo de vida saludable. Dormir bien no solo alarga la vida: la mejora.