En un mundo saturado de información y cambios constantes, el ser humano a menudo busca refugios para protegerse del dolor o la incomodidad. Uno de los más curiosos y, a veces, destructivos, es la capacidad de construir una realidad a la carta. No se trata de un trastorno psicótico donde el individuo pierde el contacto con el mundo real, sino de un autoengaño sutil y persistente que le permite vivir en una versión de los hechos que le resulta más conveniente.
En el ámbito de la psicología, este fenómeno se entiende a través de conceptos como la negación y el autoengaño. A diferencia de la psicosis, donde la persona vive en un delirio del cual no puede escapar, el individuo que se autoengaña es capaz, en lo más profundo de su ser, de reconocer la verdad, pero elige conscientemente ignorarla. Por ejemplo, el esposo o la esposa que se niega a aceptar que su cónyuge le es infiel, el empleado que se convence de que su despido es injusto a pesar de las repetidas advertencias, o el padre que se niega a ver los problemas de su hijo.
Este tipo de realidad personalizada actúa como un escudo emocional. Protege la autoestima y evita la confrontación con verdades dolorosas. Es mucho más fácil creer que la pareja aún te ama, a pesar de haberte echado de la casa, que aceptar el rechazo y enfrentar la soledad. Sin embargo, este mecanismo de defensa tiene un alto precio. Al evitar la realidad, la persona se estanca; no puede resolver el problema, ya que ni siquiera lo reconoce. La solución a los conflictos se vuelve imposible porque la raíz del problema está cubierta por una gruesa capa de ilusiones.
La necesidad de tener una audiencia que confirme la propia ilusión es un paso más allá del simple autoengaño. Una persona no puede mantener una mentira para sí misma indefinidamente; en algún momento, el peso de la realidad se vuelve insoportable. Para evitar que esto ocurra, busca validación externa desesperadamente.
Esta búsqueda de «cómplices» en la fantasía responde a varias motivaciones. El individuo, a menudo con rasgos de narcisismo, busca un séquito para reforzar su propia narrativa y alimentar su ego. A estas personas utilizadas se les conoce comúnmente en la literatura psicológica como «monos voladores» (flying monkeys).
Una distinción crítica debe hacerse aquí: no todos los que integran esta jauría están engañados. Muchos de ellos no son víctimas inocentes. Por el contrario, saben cuál es la verdadera realidad, pero eligen hacer comparsa y apoyar la fantasía del otro para su propio provecho. Saben que están pescando en río revuelto.
La situación más extrema y peligrosa ocurre cuando la necesidad de validación se transforma en coerción. El individuo no se contenta con que otros se unan voluntariamente a su burbuja de fantasía; los obliga a través de la necesidad o el miedo. Esto es lo que separa un simple mecanismo de defensa de una dinámica patológica y manipuladora.
Esta persona utiliza su poder (social, económico, emocional, etc.) para forzar a su círculo a aceptar y defender su «realidad única». Los obliga a convertirse en guerreros de una causa que no existe, a mentir, a difamar y a agredir a quienes se atreven a mostrar la realidad. Los subyugados se convierten en instrumentos, atrapados en un pacto que los obliga a traicionar su propio juicio e integridad.
En este punto, la mente de esa persona se convierte en una cueva oscura y mortal, y todos a su alrededor son arrastrados a ella. El colmo del engaño no es solo la mentira, sino que se trata de construir y defender una realidad falsa para sí mismo sin importarle cuánto perjudica a otro. Como acertadamente afirmaba mi profesor de derecho procesal civil, José Manuel Delgado Ocando, cuando no se encuentra una explicación lógica a este tipo de comportamientos, es porque por detrás hay asuntos de *droga, sexo o dinero.
En esa caverna mental, los riesgos y peligros son tan reales como las formaciones y criaturas que acechan en la oscuridad:
Solo la honestidad radical y el coraje de enfrentar la realidad, por más dolorosa que sea, pueden detener la caída. Aceptar la verdad es el primer paso para salir de esa cárcel mental y construir un futuro basado en la realidad, no en la fantasía.
“El autoengaño es el peor de los engaños, pues nos quita la posibilidad de ser libres.”
Dr. Crisanto Gregorio León – Profesor Universitario