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Codicia

El equilibrio de los seres humanos llegará cuando seamos capaces de domesticar los deseos. A veces, la lámpara de Aladino del corazón pone su cartel de fuera de servicio, porque tenemos más hambre que bocas, más ambiciones que tiempo para vivirlas.

Asistimos, más que a una corrupción a gran escala, a una devaluación masiva de la inteligencia ética, que viene a ser más o menos como el que abre la compuerta de la disciplina para que se salgan de su cauce los ríos interiores.

Cuando olvidamos ser una gran familia donde cada uno ha de desarrollar sus responsabilidades y obtener de ellas los beneficios que permitan a todos vivir con dignidad, estamos precipitándonos al abismo de la amoralidad, donde en apariencia se salva aquel que tiene más por haberle quitado al otro lo que le corresponde, pero lo que en verdad le sucede es que se desnuca en la misma piedra de su codicia. Y termina muriendo con los ojos amarillos por la tristeza de lo que no puede llevarse.

Los codiciosos odian la primavera.

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