Charada sangrienta en el Medio Oriente

9 de agosto de 2024
5 minutos de lectura
Ismail Haniyeh.- Financial Times
RAFAEL FRAGUAS

Incógnitas sin resolver oscurecen la interpretación cabal del asesinato en Teherán de Ismail Haniyeh, líder de la organización político-militar palestina Hamas. Su asesinato, el 31 de julio, en la residencia oficial teheraní donde se alojaba como invitado a la toma de posesión del nuevo presidente iraní, Masud Pezeskhian, sobrevino apenas mes y medio después de la muerte, el 19 de mayo, en un supuesto accidente aéreo de Ebrahim Raisi, presidente de la República Islámica de Irán, cuando éste regresaba de un viaje al vecino país de Asarbayán, donde había inaugurado una presa hidroeléctrica. ¿Hay conexión entre estas dos muertes? Es la pregunta a despejar ya que ambos conciernen a Irán, un Estado islámico que ocupa una posición preminente en el atribulado rompecabezas geopolítico del Medio Oriente, que asiste a la destrucción de Gaza a manos de Israel, principal Gobierno sospechoso de inducir, si no de asesinar, a ambos dirigentes.

Sobre el asesinato de Haniyeh, líder de la facción política del movimiento islamista Hamas y principal negociador con Israel sobre los rehenes secuestrados en una operación de comando el 7 de octubre de 2023 en asentamientos judíos, pende la duda de si fue asesinado con explosivos depositados en su residencia o bien fue resultado del lanzamiento de un misil. La diferencia entre un tipo de muerte y otro es notoria, habida cuenta de que, si de un misil se tratara, su eliminación constituiría un acto de guerra, mientras que, si se trató de un atentado con explosivos, lo sucedido podría ser considerado como un acto terrorista.

Otro tanto sucede con la muerte, el 19 de mayo, del presidente iraní Ebrahim Raisi, predecesor de Masud Pezeskian a cuya toma de posesión asistía el ahora difunto líder de Hamas, Ismail Haniyeh: si Raisi murió en accidente, su muerte puede ser atribuida a un episodio fatal; pero si el helicóptero en el que viajaba junto con su ministro de Exteriores, Mir Amir Abdollahian, fue derribado, sus muertes, asesinatos premeditados, consistirían en un acto de guerra, con una entidad diferente de si se hubiera tratado de un hecho meramente accidental.

Todo indica que enemigos de Irán, país persa que apoya a fuerzas enemigas de Israel, como Hamas, en Gaza y Hezbollah, en Líbano, pueden haber inducido sendos crímenes. Pocos analistas dudan de que no haya sido precisamente Israel quien ha decidido eliminarlos a ambos, tal vez por organizaciones o agentes interpuestos no judíos, pero surgen contradicciones al respecto. En teoría, el Gobierno de Benjamin Nethanyahu estaría interesado en negociar la liberación de al menos 115 rehenes judíos aún en manos de Hamas. Eso contradiría la inducción israelí del asesinato de Haniyeh, por cuando que éste ha sido el principal negociador en Catar de la liberación de los secuestrados y su eliminación retrasaría sine die su puesta en libertad. Otra cosa sería si Haniyeh, cancelando la negociación, se hubiera cerrado en banda a liberarlos, con lo cual Israel podría haber decidido asesinarlo. Es preciso destacar que semanas atrás, tres hijos y cuatro nietos del propio Ismail Haniyeh murieron en Gaza bajo las bombas de la aviación israelí, que el líder político de Hamas asumió, siquiera formalmente, de manera resignada. Quizá este hecho motivó un cambio de actitud del dirigente islamista respecto de la negociación.

En cuanto a Ebrahim Raisi, presidente de la República, en el caso de que su muerte fuera obra de Israel con supuesta ayuda de aliados azeríes, su eliminación constituiría una provocación en toda regla, presumiblemente con miras a forzar a Irán a entrar en guerra contra Israel, cosa a la cual el líder supremo iraní, Sayed Alí Jamenei, se niega en redondo, habida cuenta de las percepciones sobre la actual correlación de fuerzas, además de la evidente perforación israelí de los sistemas de seguridad iraníes. Pruebas de ello son, desde hace años, los asesinatos selectivos, por parte del Mossad israelí, de científicos nucleares y dignatarios islámicos en territorio de Irán, si bien no reivindicados abiertamente, sí plenamente atribuibles a los servicios de Inteligencia exterior de Israel. Por cierto, los servicios secretos israelíes del interior cosecharon un fracaso histórico el pasado 7 de octubre, al perpetrarse la incursión del brazo militar de Hamas, 1.200 asesinatos y dos centenares largos de rehenes.

Quienes hemos tenido la ocasión de conocer in situ la urdimbre de las tramas geopolíticas en el Medio Oriente sabemos que las especulaciones sobre las posibles explicaciones de los hechos políticos y militares tienen allí principio pero carecen de fin. Los asuntos complejos tienen siempre complejas explicaciones y el simplismo suele ser muy mal consejero. ¿Quiere Israel una guerra frontal con Irán? ¿Qué fracción de la élite del poder en Israel busca la confrontación directa, Nethanyahu o el Ejército, o ambos? ¿Quién desde Estados Unidos alecciona esta nueva y siniestra iniciativa, a sabiendas de que las prioridades geoestratégicas de Washington ponen hoy el foco en el Indo-Pacífico y que buena parte de quienes allí mandan consideran el Medio Oriente un avispero insalvable? ¿Hay ya en Estados Unidos fuerzas políticas potentes deseosas de desengancharse cuanto antes del pesado aliado israelí? Más preguntas. ¿Quiénes, dentro de Hamas, o entre sus aliados externos, se oponían a negociar con Israel la liberación de los rehenes israelíes? ¿Tuvieron algo que ver en neutralizar al negociador islamista? ¿En qué estado se hallaban las conversaciones desplegadas en Qatar por Hamas e Israel antes de la desaparición de Haniyeh? ¿Ha optado Israel, Nethanyahu o el Ejército judío, por renunciar a la liberación de sus rehenes? ¿Es esta la razón por la cual Israel no reivindica el asesinato del principal negociador de Hamas, a efectos de no malquistarse más todavía con la opinión pública israelí, que pide a gritos su dimisión tras la anhelada e insatisfecha liberación negociada de los rehenes?

Como cabe ver, las preguntas son abrumadoramente difíciles de resolver, a no ser que se esté dentro mismo del embrollado meollo de informaciones contradictorias, sobre todo cuando en una confrontación como la que se libra allí, toda lógica política ha desaparecido de los propósitos bélicos de quienes mantienen la prosecución de la destrucción de Gaza y lo que parece ser su objetivo central, el exterminio palestino.

Para explicar tan arduos episodios, solo cabe recurrir a las leyes que suelen regir los procesos geopolíticos, desde la complejidad perenne, a la perpetua conflictividad, más la percepción de cada integrante sobre su propia entidad y la del enemigo, además de las intersecciones de intereses. Todo ello trufado por la hegemonización de toda correlación entre vectores geopolíticos, sean estados o regímenes, mantra éste insuperable, así como la generalmente caprichosa conducta de individuos dotados de poder, más peligrosos todavía si disfrutan de algún tipo de carisma.

La charada no es baladí por cuanto que una nueva guerra, abierta y despiadada como es de temer, entre Israel e Irán, en caso de sobrevenir como sectores de ambos regímenes persiguen, Guardianes Islámicos iraníes y halcones militares israelíes, respectivamente, aparte de su previsible y aterradora crueldad mortífera, bloquearía la economía mundial al incendiar los pozos petrolíferos del Medio Oriente o la distribución de sus ricos productos energéticos, necesarios para el sostenimiento de las economías mundiales. Sobre el terreno, solo quedarían indemnes aquellas grandes potencias como Estados Unidos y la federación Rusa, energéticamente autónomas, con lo cual el mundo sufriría un siniestro ritornello hacia un pasado que no acaba de alejarse.

La nueva guerra, que tantos irresponsables políticos y militares desean, no sería un paseo militar, esto debe saberse en las cancillerías mundiales. La pugna entre el mesianismo sionista judío y la martirológica resiliencia chií augura más espantosos aún episodios de sangre, muerte y desolación que los hasta hoy vividos.

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