Castigos colectivos

13 de abril de 2024
4 minutos de lectura
Un niño palestino camina sobre los escombros de Gaza
Un niño palestino camina sobre los escombros de Gaza | Foto: Europa Press

Por Alfonso Pazos Fernández

Leo en la portada de Le Monde Diplomatique en español del mes de marzo, un artículo de su director, Benoit Breville, titulado Castigos colectivos. Parece ser que esta técnica es bastante antigua. Dice Benoit Breville que ya los antiguos griegos lo practicaban contra los reos de asesinatos políticos o alta traición. Castigaban a toda su familia al exilio.

En la china Imperial sucedía lo mismo, se aplicaba la llamada “ejecución del clan”, es decir la liquidación de toda la familia. Y esta práctica siguió llevándose a cabo en la Edad Media. Hoy en día se consideran bárbaras e ilegales al vulnerar el principio de responsabilidad individual.

Pero se siguen utilizando. Israel castiga a las familias de los palestinos acusados de terrorismo destruyendo sus casas o retirando el permiso de residencia a sus familiares. Los americanos de USA no tienen no un asomo de vergüenza por llevarse por delante a quien sea para vengarse de un ultraje como el atentando del 11-S.

Los castigos colectivos son usados continuamente en las instituciones totales. En el ejército se castiga a toda la unidad por la falta de un solo hombre, con la finalidad de que sean sus propios compañeros los que le castiguen. Tan solo hay que visionar la magnífica película del genial Stanley Kubrick La chaqueta metálica.

En ella podemos apreciar como los marines estadounidenses utilizan esta técnica de castigos colectivos cuando el sargento castiga a toda la compañía cuando el “Recluta patoso” comete algún fallo, de cara a conseguir que sean los mismos compañeros quienes castiguen al individuo que no se esfuerza lo suficiente o no llega al nivel medio en la instrucción.

Lo mismo sucede en la película Algunos hombres buenos, cuando se le aplica un “código rojo” al soldado que, según ellos no se esfuerza lo suficiente.
Estas técnicas están prohibidas en nuestro país. Estamos, supuestamente, en un Estado “De Derecho” y hay que respetar los principios que obligan a sancionar tan solo a las personas responsables, y no a todo el clan, a toda la familia o a toda la unidad. Pero no es así.

Los primeros que incumplen este principio de responsabilidad individual es la fiscalía. Sí. Esos que se supone son los que tienen la obligación legal de garantizar que se respeten los derechos de todas las partes durante el proceso penal. Cuando quieren “apretarle las tuercas” a alguien al que no tienen cogido bien del todo, cuando quieren “ablandarle”, ordenan la detención de toda o parte de su familia, su mujer, su hijo, su padre o madre y le invitan a pasarse un fin de semana en la cochiquera que ellos denominan calabozos.

Porque no se crean ustedes que vienen detener a toda tu familia un lunes por la mañana. No. Vienen el viernes. Te registran la casa durante todo el día y te encierran por la tarde-noche hasta el lunes que te ponen “a disposición judicial”. Así estas 72 horas oyendo llorar a ese familiar querido en la cochiquera de al lado. También meten en el ajo a algún amigo o allegado de tal forma que el mensaje está claro: “todo aquel que se acerque al leproso quedará marcado de por vida”. Y te quedas solo.

Esta técnica se utilizó, por ejemplo, con el Comisario Villarejo. Detuvieron a su hijo, a su mujer, a su abogado, a su compañero, etc. Y a todo aquel que tuvimos el coraje o la inocencia de ayudarle nos pasó lo mismo. Así, conmigo, detuvieron a mi mujer y a su hija. Y abrieron una pieza separada para justificar la injustificable. Pero había que advertir, que castigar a aquellos que habían osado contravenir la norma no escrita de la fiscalía: dejar solo al marcado, al señalado por nosotros, los dioses, y que nadie ose ayudarle.

Otro ejemplo de institución donde se practican los castigos colectivos es la cárcel. En el año 2017, el director de la cárcel de Logroño de aquel entonces, D. Vicente, castigó a todo el módulo 9, el nuestro, a 15 días sin poder acceder a las celdas durante el día. ¿Motivo? Simplemente que mandábamos muchas instancias, pedíamos muchas cosas. Dábamos mucho por el culo. Les hacíamos trabajar.

Y el último ejemplo lo tenemos en las prisiones de Cataluña. Las protestas de los funcionarios de prisiones de allí por la muerte de Nuria, la cocinera de la cárcel de Tarragona a manos de un preso, son tan solo eso, un castigo colectivo. Bloquean las entradas a las cárceles. ¿A quién perjudica eso? A los presos. Están encerrados en su celda durante las 24 horas o casi. No pueden salir a los juicios o a las consultas médicas, ni a prestar declaración o cuestiones similares.

Piden los funcionarios de prisiones de Cataluña la dimisión de los responsables de la Generalitat, pero los que sufren son los presos. El mensaje es claro: si vuelve a suceder algo así, ya sabéis quien va a sufrir las consecuencias: todos vosotros.

Porque ¿A quién le importa si los presos no salen de sus celdas? ¿A quién le importa si los presos no pueden tener asistencia médica? ¿A quién le importa si un preso no puede acudir a un juicio?

A nadie. A nadie de esta sociedad hipócrita a la que se le llena la boca de “Derechos” pero que se le olvida aplicarlos a todos. Hay que recordar que todos esos derechos que reclama la sociedad para ella vienen recogidos en una Declaración, llamada “Universal”, esto es, aplicable a todos, incluidos los presos y los acusados de delitos.

Cuando aprendamos a pedir esos derechos para los demás, podremos pedirlos para nosotros mismos.

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