Casa Emilio, la taberna de Celaya en Madrid

12 de enero de 2024
4 minutos de lectura
Casa Emilio. | Fuente: FI
Por José Mª Cotarelo Asturias

Sobre el viejo mostrador de mármol desgastado por el tiempo, los roces y el vidrio, un hombre hizo suyas las faltas, sintió en sí a cuantos sufrieron y cantó respirando más allá de sus penas personales. Fue, como dice en su poema “La poesía es un arma cargada de futuro“ un ingeniero del verso y un obrero que trabajó con otros España en sus aceros.

Sí, Gabriel Celaya, cuyas fotografías y recuerdos adornan las paredes y los espacios de “Casa Emilio”. El gran José Manuel Martín Medem dijo que “era el más olvidado de los mejores poetas” y añadió que “ya le excluían por haberse atrevido a ser Gabriel Celaya”.

Gabriel Celaya

Los clientes del aperitivo del medio día se van marchando y José Mª Martínez, el dueño del viejo local, comienza a explicarnos que la taberna la fundó su padre en el madrileño barrio de Prosperidad en el año 1947, en plena posguerra.

En los años treinta, Emilio había dejado su Cerecedo de Boñar, un pequeño y bello pueblo leonés anclado entre dos montañas y al que se accede por un hermoso puente de dos ojos sobre el Río Porma. Había emigrado a Madrid en busca de una vida mejor.

“Mi padre tenía apenas 13 años. Se puso a trabajar en el bar Maracaná, en la plaza de Olavide. En el pueblo no había ni para comer y más en una familia de ocho hermanos. Su ilusión era ir todos los días a bañarse al río. ¡Qué tiempos! En la guerra civil le tocó estar en los dos bandos: era donde te pillaba”.

Ya en el año 83, José María, que acababa de terminar la mili en Valencia y junto a Emilio, su hermano, deciden comprarle el negocio a su padre y seguir dándole vida. Nieves, la hermana, aunque ya jubilada, también anduvo por aquí arrimando el hombro y su magisterio, casi 28 años.

“Prosperidad –dice José Mª, “Chema”– en aquellos años era como un pueblo con casas bajas, que tenían un pequeño jardín a la entrada y otro en la parte de atrás. Les llamaban hotelitos. El boom del barrio fue cuando llegó el Auditorio Nacional”.

La tarde discurre plácida entre reposados vinos, suculentas viandas y los apuntes literarios y las oportunas observaciones del abogado Juan María Varo, que no quiso perder detalle de la amena charla.

A Chema, le empezó a gustar la poesía gracias a Celaya, de quien dice que era una persona muy cariñosa. Si en algún momento no hay clientes se pone a leer. Le gustan especialmente Gloria Fuertes, Pepe Hierro, Miguel Hernández y “las flores del mal” de Baudelaire, que fue un regalo de su suegro. Se confiesa un enamorado de Baroja y de su “Libro de la ciencia”.

Por aquí han pasado muchos personajes, mucha gente del baloncesto, nos apunta José Manuel, primo de la familia que lleva 36 años en el local, mientras se apoya sobre los desgastados grifos de cerveza y el de vermut a modo de báculo que sustenta tantos recuerdos.

Rememora la movida madrileña de los 80 y los 90, “todo el mundo pasaba por aquí, que para eso tenemos los mejores boquerones de Madrid, sin olvidar las navajas en aceite, zamburiñas, mejillones, anchoas…” Recuerda a la gente de “Revolver”, “Los secretos”, Martín Meden, Padura, Carandel, el director, productor y realizador de cine Pedro Olea, el gran pintor y caricaturista Alfonso Ortuño, personal del Liceo Francés, los del equipo de baloncesto del Estudiantes, que venían aquí a hacer “el tercer tiempo”, Raúl del Real Madrid, los del “Atleti” y otros muchos literatos de la generación del 50 y aún alguno de la del 27, como el arquitecto de su generación, Pepín Bello, que vivía un poco más abajo, en la calle Santa Hortensia.

El heredado poso de las viejas botellas de coñac nos contempla junto a una viñeta dedicada de Forges y algunas notas de personas entrañables nos contemplan.

Chema recuerda que Celaya hablaba mucho de Miguel Hernández con Alfonso Ortuño, ya que ambos eran de Orihuela. Rafael Sánchez Ferlosio también fue un cliente habitual así como el gran hombre de teatro y amigo de la casa, Juan Carlos Pérez de la Fuente, que dirigió hasta el 2004 el Centro Dramático Nacional y es miembro de la Academia de las Artes Escénicas, contando además con la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes, el Premio de la Cultura de la Comunidad de Madrid y el Premio de Honor Ramón Puga, Premio “La Barraca” de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo por su trayectoria profesional.

Sus producciones abarcan una larga lista, casi tan larga como la de sus premios y reconocimientos. “Ha hecho cosas verdaderamente admirables”.

Dejamos caer nuestras miradas sobre el póster que recuerda que en 2011 se celebraron los 100 años del nacimiento del poeta de Hernani. “Cuando le dieron el premio Nacional de las Letras, lo celebró aquí con Amparitxu. Lo hizo con dos botellas de champán y un centollo. Era de vino y de cava -dice Chema- aunque por las mañanas, de vez en cuando, le gustaba su copita de coñac”.

Es casi un milagro que este lugar en López de Hoyos sin haber tenido nunca cocina se haya mantenido tanto tiempo, resistiéndose a modernos cafés, hamburgueserías o a los bancos. Los azulejos recuperados, el tesón de sus propietarios, las exquisiteces de sus tapas y la fidelidad de sus clientes dan fe de que estamos en un lugar notable.

Uno vuelve a recordar a Celaya: “Con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio, como mágica evidencia, lo real se nos convierte en lo idéntico a sí mismo…Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo…”.

Llueve fuera y uno recuerda a aquellos hombres y mujeres que aún parecen habitar la soledad de mesas a la deriva del tiempo y de ese viento, que de tarde en tarde parece mecer las palabras, las risas, los gestos y ese vértigo de adivinar la soledad de la ciudad detrás de los cristales. Son ellos; aquellos hombres y mujeres que esta tarde pasaron otra vez en silencio y de puntillas por “Casa Emilio”, sueño adentro.

2 Comments

  1. qué gusto adentrarse en esta enciclopedia de autores que vas, magistralmente concatenando en la vida de los recuerdos.
    Grande, eres grande amigo Chema Cotarelo!!!

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