Hoy: 25 de noviembre de 2024
Me la presentaron y yo, que siempre saqué el pañuelo para despedirme, esta vez me lo llevé a los ojos para secarme una lágrima de dicha. El último recuerdo que tenía de los llantos fue cuando Leonor: el inmenso tamaño de la pena dicen que seca el dolor de las penas más chicas.
Pilar de Valderrama había ido a Segovia a reponerse de una leve enfermedad. Nos veíamos siempre a escondidas en un bar decentón y de derechas de Cuatro Caminos. Ella bajaba los ojos para que la luz de los míos no la detuviera, para no decirme que también me quería. Muchas tardes, Pilar quiso distraerme con los versos que tan bellamente doblaba en sus pañuelos, pero yo no era dueño del deseo que encendía con el movimiento de sus anillos.
Dada su condición de casada, no quise nombrarla con su apellido y la llamé Guiomar, que suena a río, a esposa adormecida, a luz de Alhambra.
Guiomar, este tener que esconder el amor detrás de los visillos, este no darme siquiera una esperanza, me duele más que las viejas heridas… ¿o acaso son las cicatrices que se han llenado de sangre otra vez?
Te vas, te irás con tu marido y yo viviré sólo para esperar tu carta. No olvides, diosa mía, que este amor es un amor de viejo, es decir, es jun amor de pobre. Como pobre he sido con todos mis gritos de conquista. Con mis versos me he ganado la vida enseñando –el francés fue el pretexto— que somos hijos de una tierra ignorante donde está casi todo por hacer. Dije a cuantos quisieron escucharme que la patria no es una finca heredada de nuestros abuelos, buena sólo para ser defendida a la hora de las invasiones: la Patria no es el suelo que se pisa, sino el que se labra, algo que se hace constantemente y se conserva con la cultura y el trabajo. El pueblo que la descuide o abandone, la pierde, aunque sepa morir.
Me he pasado la vida queriendo a España desde un Instituto. Y ahora todo se pone en mi contra: España y este amor tuyo que necesito para ir tirando de mis versos, antes de levantar el último pañuelo; antes de que, por fin, me llegue el sueño:
Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía…
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedó el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!
El tiempo es lo que más valoro en mi paso por aquí .Este señor me tiene enganchada a su gran obra ,legado de sus vivencias tan bonito expresada