JAVIER CASTEJÓN
Cirujano en el Hospital Virgen de las Nieves de Granada
“¿Truco o trato?” – dijo el demonio disfrazado de niño mirando tras su máscara la sonriente cara de la señora que había abierto la puerta de la casa. La vieja, enternecida por el tono de voz del pequeño, le dio caramelos y este se fue corriendo. Desde la puerta de la casa le vio alejarse y le pareció vislumbrar una cola que, meneándose como un pequeño látigo rojizo, parecía salir brotando desde la parte más baja de su espalda. Y aunque no estaba muy segura de lo que había visto, no pudo evitar el escalofrío que traspasó todo su cuerpo.
En estos días de oscuridad progresiva, se dice que viene Halloween, la fiesta de los muertos que, entre mitos, fantasmas y miedos, se ha instituido originada como un sincretismo entre las celebraciones católicas (especialmente el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos) y diversas costumbres de los indígenas y menos indígenas americanos. No en vano, el nombre de esta celebración es la contracción de “All Hallows’ Evening”, es decir, “la víspera de todos los santos”, dado que se celebra en la noche previa al “Día de Todos los Santos”, según el calendario de la Iglesia cristiana occidental. Todo ello sin olvidar los antecedentes celtas, sobre todo procedentes de Irlanda, que subyacen en la historia de esta noche maldita.
Sucede cuando llega el día en que el tiempo cálido y luminoso se da por acabado. El sol cada vez muestra su presencia durante menos horas, y la oscuridad comienza a reinar sobre la tierra. Es entonces cuando, como decían los antiguos galos, hay que despedir a ¨Lugh, dios del sol¨, hasta el año siguiente. Pero, en su ausencia, muertos y fantasmas podrían volver a pisar brevemente la tierra.
Es entonces cuando la mitología irlandesa despierta a ¨Jack, el de la linterna¨. Se cuenta que, en una lejana noche de Halloween, este pícaro irlandés con fama de pendenciero, tuvo la mala fortuna de encontrarse con el diablo en una taberna. Jack, para evitar que el diablo se lo llevara, le propuso un trato ofreciéndole su alma a cambio de un último trago. Fue así que el diablo se transformó en una moneda para que Jack pudiera pagar al camarero. Pero Jack, haciendo alarde de su ingenio, recurrió a un truco, tomando la moneda y colocándola rápidamente en un monedero que tenía grabada una cruz. Y fue por esto que el diablo no pudo volver a su forma original. Jack no lo dejaría escapar hasta que le prometiera no pedirle su alma en diez años. El diablo no tuvo más remedio que concederle su reclamación.
Pasado el plazo de los diez años, Jack se reunió con el diablo en el campo. Este iba decidido a que Jack cumpliera su trato para llevarse su alma, pero el astuto irlandés pensó más rápido y dijo: “Iré de buena gana, pero antes de hacerlo, ¿me traerías la manzana que está en ese árbol, por favor?”.
El diablo pensó que no tenía nada que perder y, de un salto, llegó a la copa del árbol. Pero antes de que se diese cuenta, Jack rápidamente talló una cruz en el tronco. Entonces el diablo no pudo bajar y él le obligó a prometer que jamás le pediría su alma nuevamente. Al diablo no le quedó más remedio que aceptar.
Jack murió unos años más tarde, pero no pudo entrar al cielo, pues durante su vida había sido estafador y pendenciero. Pero cuando intentó entrar en el infierno, el diablo tuvo que enviarlo de vuelta, pues no podía tomar su alma ya que lo había prometido.
“¿A dónde iré ahora?” – preguntó Jack. Y el diablo le contestó: “Vuelve por donde viniste”.
El camino de regreso era oscuro y el terrible viento no le dejaba ver nada. Fue entonces cuando el diablo le lanzó a Jack un carbón encendido directamente del infierno para que se guiara en la oscuridad. Jack lo puso en una calabaza que llevaba con él, para que no se apagara con el viento.
De esta forma Jack fue condenado a vagar entre el cielo y el infierno portando una calabaza a modo de linterna. Y por esto desde entonces se le conoce como “Jack, el de la linterna”; también, desde entonces, se universalizó la expresión “truco o trato” como típica de la noche maldita. Jack se convirtió en el abanderado de todos los fantasmas de Halloween. De ellos, que se cuentan por miles entre brujas, espectros, mediomuertos, mediovivos, fantasmas y monstruos, se dice que se conjuran en la noche maldita para salir juntos del infierno, tras la silueta del mismísimo Jack, dispuestos a sembrar de pesadillas el mundo de los vivos.
Es lícito preguntarse entonces, ¿por qué siendo el miedo algo tan terrible y de temer, es posible que el humano haga una fiesta de ello, y sea capaz de celebrar la llegada del tiempo oscuro con calabazas iluminadas que semejan cabezas de seres poseídos, películas de terror que resucitan muertos y riegan de sangre las esquinas de las ciudades, y disfraces de brujas que pretenden atravesar el delgado velo entre el mundo de los vivos y el de los muertos, repitiendo ritos ancestrales?. Halloween se acerca y nos invita a sortear el miedo con sentido del humor. Pero, si se nos acercara algún fantasma o demonio, seríamos capaces de proponerle truco o trato?.
De cualquier forma quizá sea mejor no aventurarse a hacer tratos con demonios y fantasmas, porque seguramente, como Jack, el de la linterna, podríamos acabar condenados a pasar la eternidad aporreando las puertas del infierno, con solo unas pequeñas vacaciones en Halloween para subir a la tierra y amedrentar a los humanos.