ALFONSO PAZOS
El ex interno Alfonso Pazos, escritor y abogado, inicia este sábado un serial sobre los horrores que vivió en los citados centros penitenciarios
“El ejercicio del poder engrandece a los grandes y empequeñece aún más a los pequeños, y la Historia ha demostrado en un millar de ocasiones que cuando el azar sitúa a un hombre mezquino en un puesto de máxima responsabilidad, raramente se realzan sus virtudes, sino que más bien se suelen acentuar sus más íntimos defectos”.
(Alberto Vázquez Figueroa –Cienfuegos V)
Leo, iba a decir con preocupación, pero no llega a tanto, el artículo de Eva C. Cruz sobre el preso de Soto que murió después de estar dos meses retorciéndose de dolor por un cáncer de estómago con metástasis.
Digo que no llega a preocuparme porque lo que cuenta en ese artículo se queda muy corto. Sobre todo, en lo que concierne a la soberbia y los abusos llevados a cabo por los funcionarios de prisiones, que efectivamente exigen el DON delante del nombre, pero no respetan el DON cuando se dirigen a un preso, que por el mero hecho de serlo no lo ha perdido.
Subiendo en el escalafón, la cosa va a mayores. Un Jefe de Servicio, parece ser una especie de semi-dios dentro de la cárcel, y no porque sepa más o esté más preparado que sus subordinados, sino porque se lleva mejor con el “baranda”, con el Sr. Director.
Dirán en Instituciones Penitenciarias que este cuerpo de funcionarios es el que tiene el nivel de estudios más alto de toda la administración. Es cierto. Raro es el funcionario de prisiones que no tenga una o dos carreras universitarias, es lógico. Primero, tienen mucho tiempo libre para estudiar y segundo, tienen acceso a los exámenes antes que el resto de los alumnos de la UNED, porque todas las carreras las cursan en esa universidad.
Pero una cosa en terminar una carrera, un grado, como se dice ahora, y otra muy distinta es sacar provecho de ello. He conocido muchos funcionarios con el grado de Derecho y con el de Criminología. Ninguno de ellos era capaz de poner en practica lo estudiado. Seguían exigiendo el DON sin respetar el mismo tratamiento para los demás presos. Seguían denegando permisos por motivos espurios y anticonstitucionales. Seguían dando parte de internos por verdaderas nimiedades con lo que ello conlleva para el reo. Seguían ocultando y amparando los abusos de sus compañeros, confundiendo el compañerismo con la complicidad en la comisión de verdaderos delitos.
Los subdirectores de una cárcel son los dioses del Olimpo. Hacen y deshacen a su antojo sin que nadie les pueda pedir explicaciones, siempre y cuando hagan lo que ordena el “baranda”, el Sr. Director.
Los directores de nuestras cárceles son lo que en la baja Edad Media era un señor feudal: amo, dueño y señor de todo lo que existe en su feudo, vivo o no, animado o inanimado, mueble o inmueble. El conde de Soto. El Marqués de Estremera.
Al antiguo director de la cárcel de Estremera, Sr. Valdivieso, se le interpusieron cientos de denuncias por sus constantes abusos, dejaciones de funciones, torturas, defraudaciones económicas y otros delitos varios. Ninguna de esas denuncias llegó a buen término, creo poder asegurar que ninguna de ellas se admitió tan siquiera a trámite.
El Sr. Valdivieso
Todos los funcionarios de esa prisión, más de 700, lo sabían, pero no hicieron nada. Incluidos los funcionarios sindicalistas. Los presos, no solo lo sabíamos, sino que lo sufríamos. ¿Que te encarabas a algún funcionario hijoputa? Te llevaban esposado a la espalda entre seis funcionarios, en volandas, al módulo de aislamiento y te hacía una visita el equipo de rugby de la prisión, y no para felicitarte por tu brava actuación precisamente.
Que el Sr. Valdivieso se rodeaba de las funcionarias más atractivas en su plana mayor era obvio. Si alguna funcionaria de buen ver terminaba en un módulo era porque no le reía las gracias al “baranda” y a su segundo, el subdirector de seguridad, Alfredito, alias “cabeza polla”. Perdón, “Don cabeza polla”. Ni les reían las gracias ni les aguantaban las babosadas y las tonterías de ambos.
¿Porqué lo cesaron? No por corrupto. No por torturador. No por embolsarse millones de euros de las arcas públicas y de las comisiones de los proveedores. Lo cesaron por hacer lo que venía haciendo toda la vida. Tocarle el culo a las funcionarias atractivas que le reían las gracias y le soportaban las babosadas. Alguna no recibió lo prometido y se enfadó.
Eso es lo que hay en nuestras cárceles.
Lo que no hay es ninguna preocupación por los presos. Les importamos una puta mierda. Yo no he conocido ni la cárcel de Soto ni la Navalcarnero. Yo he cumplido en Logroño y en Estremera.
En Logroño, el servicio médico era bastante bueno, mientras lo hubo. En el año 2016, cuando yo ingresé allí, semanalmente se pasaba consulta médica para quien lo quisiera y en caso de urgencia algún médico venía al módulo bastante rápido. De hecho fui testigo de dos infartos atendidos muy rápidamente, lo que posiblemente salvara la vida de esos dos compañeros. Pero en el año 2017 los médicos ya no estaban, no se si cambiaron de destino o causaron baja médica. El caso es que no habiendo médicos la cosa se puso bastante difícil.
En Estremera, creo que la plantilla médica era de 9 o 10 facultativos, mas un psiquiatra y un obstetra al menos, hemos tenido épocas con un solo doctor en medicina general para atender a 1500 presos. Por supuesto no había consulta semanal, ni mensual, ni anual. Si era algo urgente, con suerte te veían a los dos o tres días.
En el módulo polivante 4 falleció el preso Monzón. También entre fuertes dolores. Murió en la sala de televisión, abajo, en el módulo. Ni tan siquiera lo dejaron morir en su cama. Un preso se atrevió a protestar y se encaró al director. Al día siguiente lo trasladaron a la cárcel de Logroño. Otro preso declaró, mintiendo, que se le había prestado atención médica al fallecido. A los pocos días salió en tercer grado.
También he visto como un preso pasaba del blanco al amarillo, del amarillo al morado y cuando se le llevaron al hospital nunca más volvió. Pero tampoco se fue a su casa. Murió en el hospital.
También he leído la noticia del preso, Guardia civil, que ha muerto en Estremera, en el módulo 10, mi antiguo módulo. Tardaron una hora en darse cuenta de que estaba con la cabeza atrapada en la puerta de la celda. Una puerta que se supone tiene unos mecanismos de seguridad para evitar aplastamientos en caso de pillar algo de por medio. Una hora de reloj. Las cámaras de CCTV funcionan correctamente, doy fe de ello, sobre todo cuando les interesa a ellos, a los funcionarios.
Este preso iba a entrar en la celda cuando le pilló la puerta. Ahora dirán que le dio un infarto y se calló, que le dio un coma hipoglucémico y se desmayó o algo por el estilo. En caso de apuro, se falsifica algún informe, o se pierde. El caso es que el funcionario que debía supervisar la entrada en las celdas de todos los presos de esa galería no lo hizo, ni tan siquiera estaba. El funcionario encargado de la consola, el “botonero” tampoco observo por las cámaras que el cuerpo de un preso sobresalía por fuera de la celda, ya que tan solo tenía la cabeza aplastada por la puerta y el cuerpo estaba en la galería. Cuando la funcionaria del turno de noche subió a efectuar el recuento de su turno, se encontró con el “marrón”.
Falta preocupación, faltan medios, falta dinero. Pero sobre todo faltan ganas. El dinero que cuesta el mantenimiento de las medidas de seguridad de las puertas de las celdas, “pa la saca”. La comida de los presos, lo justo y necesario, el resto, “pa la saca”. Los chanchullos con TELIO la empresa de Telefónica que explota las cabinas, “pa la saca” medicinas, ropa, mantenimiento de las instalaciones, ordenadores, lotes higiénicos mensuales (ahora bimensuales), etc, etc, “pa la saca”.
Alfonso Pazos, abogado y ex interno de las prisiones de Logroño, Soto Del Real y Estremera.