En los puentes de Madison, ella la esposa amante y sacrificada se quedaba en su granja sola, mientras su marido asistía a una exposición de ganado, y durante unos días se sentiría libre, pero cumpliendo con entrega su papel de madre y esposa responsable al cuidado de la granja.
Todos nos quedamos expectantes al final de la estupenda película, esperando ver su decisión, a salir o no de la camioneta aquel día de lluvia intensa, cuando parados en el semáforo esperaban que el color cambiase para continuar.
Casi no podía ver a través del retrovisor, él estaba detrás también parado en el semáforo. Ella aferrada a la manilla de la puerta con su mente, luchando con emoción contenida, quedarse o marcharse con aquel fotógrafo tan interesante y curtido por mil viajes, gracias a su profesión, y que había despertado su sexualidad de manera incontrolable.
Ese hombre atento y tierno que le había traspasado sus dormidos deseos de sentirse deseada como mujer, y revivir esa sensación maravillosa de júbilo, y la necesidad casi con violencia por estar a su lado.
Pero ella como esposa fiel y amante de su familia, decide quedarse sentada al lado de su marido, a pesar de ese deseo infinito que le quema por dentro y le nubla el entendimiento.
Ese es su verdadero sacrificio, no se queda con el marido por amor, se queda exclusivamente por sus hijos.
Pero le será mentalmente infiel todos los días hasta el resto de su vida.
Esa sensación que le hizo despertar del ostracismo matrimonial, se lo debía a aquel apuesto fotógrafo de la misma edad que su marido, que entró en su vida el mismo día que lo conoció.
Llorará muchas veces en silencio, recordando la calidez de sus abrazos y esos besos apasionados llenos de deseo, y ese baile primero, cuando le rodeó con sus brazos y la aproximó hacia él.
Su vida seguiría con su marido, al elegirla por su adoctrinamiento. Dedicada a la granja, cuidando de su propiedad, y, al envejecer, recibiría esa pensión que les corresponde a las personas en este caso dedicadas al campo.
Pasaría las tardes con esas señoras amigas y esas tardes de charlas y cotilleos compartiendo pasteles y haciendo bizcochos caseros, sin emociones sensoriales dormidos los deseos, por cansancio o por falta de motivación o ganas.
Eso le esperaba, como fiel esposa, pero al abrir la puerta de sus deseos, y después de haber sido infiel, todo se habría precipitado a otro final.
Si la puerta de la furgoneta la hubiese abierto y saltado al coche de su enamorado, seguro tendria cargos de conciencia, pero a cambio se le abrirá de par en par un mundo nuevo lleno de emociones, deseos realizados a tope y sueños sexuales convertidos en realidad hasta el éxtasis.
Viajaría a su lado, y aprovecharían cualquier momento para amarse hasta la extenuación y cumplirían sus
deseos más ocultos, para dar paso a otro nuevos más excitantes y mejores.
Siempre vivirían en ciudad y al envejecer sus días serían más seguros y tranquilos, paseos y salidas para ir
al cine, o conciertos, también al teatro.
Y esas tardes donde tomar café fuera de casa, en esas cafeterías rodeadas de cristaleras, viendo el bonito exterior de esas ciudades donde te sientes a gusto y relajado.
Sí, es muy idílico figurar los días en el campo con el canto de los pájaros, levantarte al amanecer, ver crecer las cosechas etc… Pero también el mugir de las vacas, el gruñido de los cerdos, el valido de las ovejas ,etc… etc.
Y esto día tras día…
El director de la película cortó por lo sano y la dejó en la granja hasta su muerte.
Los hijos son los que descubren entre las cosas de la madre ese diario que guardaba, donde cuenta aquellas sensaciones que no volvió a sentir jamás.
Fue muy triste para ellos descubrir ese secreto tan bien guardado.
Ella recordó siempre los maravillosos días pasados con aquel fotógrafo que le hizo vivir esa pasión, al sentirse de nuevo mujer, amada y deseada.
Y ese llanto silencioso al lado de su marido recordándolo, pero cumpliendo con ese deber impuesto por ella misma.
¿Qué final preferirías tú?