Aportes de la élite de Panamá a la práctica occidental de la economía de mercado

12 de julio de 2023
13 minutos de lectura

PUBLIO CORTÉS

«¿Y cómo lo hacen?

Yo no sé…

¿Cuál es el negocio?

Sepa usted…».

–Frankie Ruiz

Panamá es un país maravilloso. Aquí puede uno bañarse en una hermosa playa de aguas frescas en el Pacífico y una hora después hacer exactamente lo mismo en el Atlántico. Salvo uno que otro aguacero, practicamente hay sol todo el año. 

Panamá es, sin duda, un lugar excepcional, donde casi todos usamos una gran cantidad de palabras en inglés en nuestro día a día, pero la gran mayoría no habla inglés. 

Somos muy pacíficos, tan pero tan pacíficos, que tenemos uno de los peores niveles de desigualdad del mundo, pero, ni al pueblo se le ocurre hacer protestas por eso, salvo contadas excepciones, ni a la élite económica se le pasa siquiera por la mente que tal cosa es un problema que pudiese afectar a sus negocios.  Todo lo contrario, se celebra que nuestras cifras de crecimiento son muy respetables, aunque no haya desarrollo humano y tengamos una deuda pública espantosa.

Les digo, esto no tiene nombre.  Tienen que venir. 

Entre todos, sin embargo, el aspecto que es quizás el más destacable de la excepcionalidad panameña, es la creatividad única de nuestra élite económica para hacer dinero.  Nadie como ellos.  En Panamá se han hecho aportes todavía no valorados justamente por la academia, a la práctica de la economía de mercado de Occidente.  Espero que estas anotaciones aporten algo a la divulgación de tales hitos.

Libre competencia.

En Panamá la educación pública no es de lo mejor, por eso es común que una familia se esfuerce para pagar educación privada.  Allí se ha generado un buen espacio de libre mercado, al estilo panameño.  Es común que se pague anualmente 500 dólares o más solamente por los libros escolares de un estudiante, casi todos importados de Estados Unidos. 

Aunque solamente se cubre una fracción del contenido, al año siguiente hay que comprar un nuevo libro de la misma asignatura.  Existe mercado de segunda mano, pero está limitado porque aproximadamente cada dos años cambian todas las versiones de los libros.  El negocio es redondo porque generalmente los libros solamente los vende la propia escuela y, a veces, también un par de distribuidores.

En Panamá nos gustan las lentejas.  Todo el producto es importado.  Son muy pocos importadores y aunque la ley lo prohibe, es muy probable que se arreglen precios porque hay pocas opciones de productos y solamente hay dos rangos de precio.  Situación equivalente ocurre en muchos otros productos, porque en Panamá se importa casi todo.  Lo de las medicinas es ya legendario.

Para garantizar esta forma exitosa de su economía de mercado, la élite maneja a la entidad de «control» de la competencia, sea por vía de nombramientos políticos afines o por otras.  Por ejemplo, tácticamente la entidad siempre está limitada de recursos.  Nuestra élite es brillante.  Saben lo que hacen. 

Tan eficaces han sido, que en los últimos 18 años solamente se han impuesto multas por prácticas monopolísticas por un monto total de 3 millones de dólares, lo cual es casi nada, si se compara con el PIB de Panamá que, para 2022, fue de 76 mil millones de dólares.

El libertinaje casi absoluto de las prácticas monopolísticas en Panamá ha sido tan favorable para su élite económica, que en 10 de esos últimos 18 años, no se impuso ninguna multa por prácticas monopolísticas.  Un trabajo inigualable.

Turismo.

Panamá posee una diversidad cultural y ambiental extraordinaria, playas hermosas y es sitio ideal de negocios.  El turismo está subexplotado. La debilidad mayor que se tuvo era la disponibilidad de habitaciones de hotel, tanto en la Ciudad de Panamá como en las zonas más rurales.  Por lo tanto, la élite siempre ha promovido incentivos fiscales.  El Estado tenía que ayudar a la empresa, como debe ser.

En la Ciudad de Panamá aplicó un incentivo para inversiones de hoteles, según el cual, si el financiamiento venía desde fuera de Panamá, los pagos periódicos del financiamiento no estaban sujetos a retenciones de impuestos sobre los intereses pagados al acreedor.  Muy bien.

¿Qué hicieron algunos? Simplemente colocaron parte del dinero en el extranjero en algún paraíso fiscal, bajo una sociedad distinta pero de los mismos dueños y desde ella se prestaron a Panamá.  La empresa turística que estaba en Panamá pagaba el préstamo ficticio a su hermana con intereses inflados sin retención, amparados en el incentivo.  Se creaba un gasto financiero que se disminuía de la utilidad en Panamá.  En resumen, una parte de la utilidad no pagaba impuesto en ningún lado.

Como el anterior hay muchos esquemas parecidos de triangulaciones con otros paraísos fiscales, por ejemplo, para inflar los costos de importación y reducir o anular la ganancia y el impuesto a la renta que se paga en Panamá.  Así se han amplificado grandes fortunas de sectores importantes de nuestra élite, por décadas. 

Cuando desde 2010 para acá empezaron las “malas costumbres” del intercambio de información fiscal entre países para conocer beneficiarios finales y se impulsaron para Panamá reglas de precios de transferencia, nuestra élite inteligentemente se arropó con la bandera nacional, para decir que no, que todo eso era un ataque “contra el país”,que dejaran el relajo, que en Panamá a nadie le importa pagar impuestos  y que en nuestro país no valía esa cosa de estar avariguando la vida privada de la gente.

Comprensible, esos extranjeros no entendían lo maravilloso que es Panamá.

El turismo rural también tiene lo suyo.  Es que hay ideas de todo tipo para que el Estado aporte al sector empresarial.  El cielo es el límite.  Por ejemplo la tierra frente al mar y en islas con valor turístico.  Existían miles de hectáreas de esas características propiedad del Estado porque nadie las había titulado y el proceso de titulación era engorroso.  Es verdad que también, algunos de esos predios ya tenían ocupantes con posesiones de hecho por generaciones, pero sin título de propiedad.

Mesa servida para negocios.  Hace más de una década se crearon mecanismos legales para agilizar la compra por valores de pocos centavos por hectárea de tierra.  A su vez, se estableció un mecanismo de titulación gratuita, sin límite de extensión, para aquellos que probaran que tenían derechos posesorios por cinco años o más.

A partir de allí se formó una feria: una combinación de políticos y empresarios de la élite con influencia, crearon poseedores y pruebas dudosas para titular tierra costera gratuita cuyos nuevos dueños de inmediato traspasaban a grupos empresariales, por muy poco valor. Todo estaba arreglado de antemano. No todo era mentira, pero mucho fue una patraña.  A estas alturas la gran mayoría ya se lo repartieron. Con esos terrenos en mano, elegantes señores de nuestra élite son socios de grandes proyectos que a su vez obtienen otros incentivos…

La venta de sociedades anónimas.

Ya es sabido que en la época dorada de este negocio, representó millones de dólares para los consorcios de abogados dedicados a ello. Ya no es igual pero todavía funciona.   Aquí la creatividad panameña es de talla mundial. Los grandes consorcios constituyen sociedades en Panamá bajo la Ley de Panamá pero también tienen oficinas en otros paraísos fiscales donde incorporan vehículos corporativos bajo las leyes de otros países. Hablemos de las incorporaciones de Panamá.

El discurso de ese sector de la élite es que ese negocio aporta un ingreso importante al Fisco porque cada sociedad paga anualmente una tasa. Hasta cierto punto fue cierto, cada vez menos, pero nunca fue tan determinante. Además, el truquito está en que ese ingreso no lo pagan los consorcios de abogados sino sus clientes. 

La parte relevante está en el impuesto sobre la renta del honorario de los abogados.  Ese ingreso puede ser burlado o al menos atenuado con facilidad en un ambiente de cero transparencia fiscal y sin aplicación práctica de las reglas de precios de transferencia. ¿Cómo?

Simple: los grandes consorcios venden por cientos las sociedades a precio de costo a sus otras oficinas en el extranjero, dejando poca o nula utilidad en Panamá. A su vez, la oficina del extranjero, que es una sociedad distinta, vende los lotes de sociedades a sus clientes mayoristas en terceros países al precio real, dejando la ganancia fuera de Panamá. Esa ganancia se repatría a Panamá como dividendos procedente de la sociedad extranjera que, al ingresar en Panamá, se consideran de fuente extranjera y no pagan impuesto sobre la renta. 

Por eso es que han hecho todo lo posible por años para que en Panamá no se cumplan las normas de transparencia fiscal y de precios de transferencia. Y hasta ahora han sido bastante eficientes. Saben perfectamente lo que hacen.

Suplidores del Estado.

Gran parte de los negocios de nuestra élite giran en torno a la venta de bienes y servicios al Estado. El gobierno es un gran comprador y los intereses políticos y empresariales son muchas veces los mismos. La extracción de recursos del presupuesto público es el deporte nacional en Panamá.

Por presión de la sociedad civil se han incluido normas para revelar los beneficiarios finales de las sociedades proveedoras del Estado, para que no se utilicen pantallas para beneficiar a personas políticas impedidas de contratar, parientes del que otorga el contrato, etc.

Muy loable el objetivo, pero la élite política-empresarial de Panamá tiene solución para todo.  Pese a que toda la información de la contratación aparece en Internet, por tratarse de fondos públicos, la información del beneficiario final se conserva secreta y ya la Corte Suprema de Justicia ha dicho que no se puede informar a los ciudadanos porque es más importante la privacidad de los accionistas.  Todo arreglado.  Como debe ser.

Construcción de viviendas.

Otro gran negocio del sector empresarial con el apoyo del Estado es la construcción de viviendas bajo incentivo fiscal.  La élite dedicada a este negocio vende la idea como si se tratara de un servicio social casi que desinteresado para que el pueblo tenga casa propia. 

El mecanismo fue creado en el sector empresarial  y aprobado en el Estado: ciertas viviendas, hasta cierto precio, tienen derecho a que el adquirente pague un interés preferencial por el préstamo, de tal forma que el Estado asume la diferencia entre el tope de interés y el interés comercial. 

Gracias a la parte del interés que el Estado asume, se aumenta enormemente la demanda para que los empresarios de la construcción vendan viviendas y los bancos coloquen préstamos, en un mercado totalmente libre para el precio de la vivienda.  Siempre se aprueba la Ley con fecha final, pero siempre se extiende. Ya van varias décadas. De antemano se sabe que muchas viviendas de interés social no tendrán acceso a agua potable, pero eso es irrelevante.

Proteccionismo profesional.

Tanto la élite como la clase media y algunos sectores en ascenso pueden tener éxito a un nivel empresarialmente interesante, en el ejercicio de profesiones liberales.  Sin embargo, ese mercado está exclusivamente reservado a nacionales panameños.

La medicina privada, por ejemplo, ante el ineficiente sector público, es un gran negocio.  Pero un médico exitoso de un país vecino, que esté dispuesto a someterse a todos los exámenes técnicos de rigor que los estándares científicos de Panamá quieran poner, jamás podrá ejercer en Panamá, si no cambia su nacionalidad y si no hace una práctica de 2 años para demostrar que está al nivel. 

Esa limitación asegura menos competencia para los profesionales panameños.  La única explicación de ello es una barrera económica.  El peso de la élite profesional es importante en el estado de cosas.  El hecho que al productor agropecuario sí lo pongan a competir con el producto extranjero, no tiene por qué importar.  Allá ellos.

Posición geográfica.

La posición geográfica de Panamá es su principal activo. Así como el petróleo en otros lugares.  Por lo tanto, lo lógico es que Panamá adopte la posición de negociación que permita obtener la mejor ventaja posible de ese activo. 

Pero no olvidemos que Panamá es excepcional, aquí el capitalismo es diferente.  La élite económica, directa o indirectamente, se divide en dos como la mitosis de una célula y se coloca ella misma a ambos lados de la mesa.  Un sector se pone el sombrero de gobierno y el otro representa a la empresa extranjera.  El resultado es que siempre gana la empresa, donde la élite es socia.  Exactamente lo mismo ocurre con la negociación de la minería de cobre.

Producto de eso se dan situaciones inverosímiles como que Panamá parte de la premisa de que tiene que ofrecer incentivos para atraer inversiones en puertos.  Todas las empresas portuarias del mundo se mueren por colocar puertos a ambos extremos del Canal de Panamá donde transitan millones de contenedores y más de catorce mil buques al año.  Panamá debiera poner las condiciones y sentarse a esperar. 

Pero no, la élite socia de las empresas portuarias, usando el sombrero del gobierno, le concede a esas empresas exenciones tributarias y cánones mínimos de aporte al Estado por periodos de 20 años que se van renovando.

El patrón se repite, por ejemplo, entre los suplidores de bienes que consumen los barcos.  Si Ud. es suplidor de buques se puede ubicar en una zona especial incentivada y paga cero impuesto sobre la renta. 

Un asunto tradicional.

Hay muchos más casos. Obviamente que ha existido también el empresario e industrial exitoso, trabajador y generador de empleos, pero no hay estadísticas para saber qué porcentaje son de este tipo.

La realidad es que un sector importante de la élite económica y política de Panamá, que en gran medida son los mismos, desde 1903 ha generado enormes cantidades de riquezas a través de contratosde suministros al Estado, miles de metros cuadrados de alquiler al gobierno, obras públicas que aumentan la plusvalía de la tierra sin pagar tributos por ello, concesiones bananeras y mineras, titulación de tierras, el pastel multimillonario de la publicidad estatal, beneficios fiscales, privatizaciones teledirigidas de empresas públicas, nombramientos claves dentro del aparato del gobierno y en el servicio exterior.  En fin.

Panamá y su élite económica, le han demostrado al mundo que se puede hacer mucho dinero, extrayendo recursos del Estado, tributando poco y nada, en un ambiente sin leyes de conflicto de intereses, a la vez que, contradictoriamente, se asumen hipócritas posturas de ultra derecha, fanáticas del mercado libre, que promueven que se disminuya al mínimo el tamaño del Estado y reclamando traspasos de competencias a la empresa privada, para hacer más negocios.

¿Cómo se mantiene el status quo?

En eso nuestro establishment también ha sido eficiente. Lo primero es la actitud. Así como la cartera mata galán, la actitud gana debates.

Nuestra élite desde siempre ha asumido la teoría de la meritocracia: promueven la filosofía de la carrera hacia el éxito, asumiendo que todos partimos del mismo punto.  En esa lógica el que tiene éxito es como consecuencia directa de que trabajó más y tuvo más talento. Por eso miran con desaprobación los ejercicios de nivelación de los excesos de la desigualdad desde el Estado. 

La desigualdaden exceso que reina en Panamá para ellos es natural.  Al que le va mal es al vago, al poco talentoso que no se esforzó. El refrán más utilizado es el clásico: «No le des el pescado al hombre, enséñale a pescar». Es una ética del esfuerzo muy del sur de los Estados Unidos, trasvasada desde la Zona del Canal, incluso con su cierta dosis de supremacismo.

Para ellos, en un mundo ideal, hay que aportar lo mínimo al Estado y vivir como en la Inglaterra victoriana, donde los ricos hacían caridad pública de vez en cuando, a cambio de aplausos.

En esa visión de la vida, la élite de Panamá, como es natural, se visualiza a sí misma en el grupo de los exitosos por su propio esfuerzo y talento. Ellos son la gente «decente». Y desde esa altura moral y económica miran al mundo. 

Sin embargo, su poderío económico en gran medida viene de extraer recursos del presupuesto y los bienes públicos. Muchos son millonarios porque desde las generaciones anteriores y más recientemente, tuvieron las conecciones políticas y el talento de la influencia para que el Estado les diera el empujón necesario para triunfar.  Pero eso no se puede ni pensar ni decir, eso está borrado de sus mentes. En especial en aquellos cuyos recursos ya están limpios y reinvertidos en la economía.

Lo siguiente que inteligentemente ha hecho la élite de Panamá es mantener controlados tanto el sistema educativo, como los medios de comunicación y el debate de todos los partidos políticos, para que nadie se salga de su guión.

Los medios son casi todos de propiedad de la élite económica y a los periodistas se les permite criticar, pero siempre dentro de unos parámetros que no cuestionen los fundamentos del sistema. No hay censura, hay autocensura. Es un país chico, todos saben a quién no tocar.

Y si a alguien se le ocurre decir que Panamá no tiene una verdadera economía de mercado, que no parece justo que el Estado sea bueno para ayudar a la élite a hacerse más rica mientras que se le considera malo para implementar políticas para los más desfavorecidos, de inmediato tal voz es cancelada y acusada de “mal educada”, comunista y de defensora de las dictaduras de Ortega o Maduro.  Porque, según ellos, la única economía de mercado posible es la ya existente en Panamá.

En el lenguaje del debate público de Panamá, es raro oir mencionar que hay clases sociales. Porque se debe partir de la hipócrita premisa de que todos somos igualmente felices con la forma en que están organizadas las cosas.  Lo único que tenemos que hacer es poner gobernantes honestos y todo queda arreglado.

La clase media es el arma secreta final de la élite económica y política de Panamá, para defender su versión tropical de la economía de mercado.  Este sector social anda por el mundo viviendo sin identidad propia.  Solamente adquieren un auto igual a los que usa la élite económica ylisto, de inmediato adoptan el mismo discurso como si fueran miembros de pleno derecho del club de los dueños de Panamá.

Estos aportes de nuestra élite económica y política a la práctica de la economía de mercado de Occidente no han sido justamente ponderados y ya va siendo tiempo que se haga.  Aunque es verdad que algunas élites de otros países ya se han dado cuenta de nuestros avances y por eso nos envidian. █

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  • El autor es Abogado Independiente en Panamá,

Fue Viceministro de Finanzas y Jefe de la

Administración Tributaria de su país.

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