El agua, el mar, la fuente…

3 de marzo de 2025
2 minutos de lectura
Agua, fuente y mar.

Don Antonio Machado Álvarez quiere que sus hijos vean el mar con el que sueñan. Y una mañana de primavera se los lleva a Huelva -8 años tiene Antonio- para que el agua vaya mojando sus versos

Don Antonio Machado Núñez, el abuelo de don Antonio, tiene excelentes amistades en Madrid y la oportunidad de cambiar su cátedra sevillana por otra en la Villa y Corte:

  • Allí tendrán mejor educación los niños. Allí te será más fácil ejercer tu profesión de abogado, y conseguirás editor para tus libros. En Madrid, mejoraremos de vida.

Así lo manifiesta a su hijo, que lleva contabilidades en la Casa Ducal de Alba y escribe con excelente calidad sobre el flamenco. Han decidido cambiar de vida y de aires. Tras un largo encuentro familiar que desemboca en los altillos, donde aguardan los baúles su eterna vocación de viajeros, comienzan las despedidas. Adioses y más adioses de innumerables amigos, de parientes y patios en flor, de extraviados delfines y luz interminable. Pero antes, don Antonio Machado Álvarez quiere que sus hijos vean el mar con el que sueñan. Y una mañana de primavera se los lleva a Huelva -8 años tiene Antonio- para que el agua vaya mojando sus versos.

El agua es para don Antonio la tierna luz donde ondula sus silencios, la movible llanura que le lleva y le trae por los caminos no recorridos. Nada hay más bello que una fuente continua, secreta, que no moja los dedos y, sin embargo, se le oye correr camino abajo – camino arriba por las venillas dulces de la sed, como una reina que danza. En la taza de la fuente está su infancia, la infancia que no tuvo. En el río encontraron sus padres el amor… y el Duero, luego, mató el suyo. Fue al mar su primera gran mirada a la naturaleza, y su última mirada. No estaba dispuesto don Antonio a olvidar el mar. A huir no estaba dispuesto, porque le pesaba tanto el agua que era inútil otra libertad distinta del ahogo.

De Huelva partieron los barcos para el Descubrimiento. Desde allí comenzó Colón su aventura de permanentes exilios forjados, como siempre, entre miserias humanas y grandeza. Todos los que se fueron a lo largo de la Historia, se fueron por no caber en el estrecho corazón de los egoístas. Quizá don Antonio no supiera entonces que el mar de Huelva fue la cabecera de una escapatoria que terminó en triunfos y que muy bien pudo haber terminado en tragedia, porque aquella idea genial estaba también llena de equivocaciones. Lo cierto es que en la mañana de primavera en que el poeta vio el mar, grabó también en su mirada todo el azul de los exilios y comenzó a fugarse para adentro en busca de la nao más veloz, del viento más fuerte… hasta llegar, hasta llegarse a lo último donde Dios vive, y el poema:

Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.

  • ¡Vamos, niños, que Madrid espera!

Y en Madrid se instala la familia Machado como una tribu bien organizada donde el abuelo es el rey-catedrático y Colón no tiene otra agua que la sonora, alta, fresca de una fuente. En el Madrid de aquel año nace Ortega, y el ambiente devoto de Frascuelo y de María gira entre zarzuelas y toros, el socialismo de Pablo Iglesias y el fino guante de los aristócratas. Si pudiéramos hacer un viaje a la España de aquellos tiempos, nos quedaríamos con la impresión de un país relativamente próspero, alegre y confiado. De gente animada y divertida, gustos estereotipados, sin grandes inquietudes, distinguida en sus modales y vulgar en sus aficiones.

En aquella España viven los Machado, que acaban de ver el mar como un regalo antes de la partida para Madrid, antes del gran viaje hacia ellos mismos.

1 Comment Responder

  1. Cuando por circunstancias de tus mayores te ves obligado a dejar tu vida, en el lugar donde naciste y aprendiste a ser persona donde adquiriste esos acentos para siempre.
    Es dificil y triste, pero por sobrevivir, te adaptas.
    Que dulce y tierno es su escrito de hoy, despiereta sensaciones guardadas.
    El agua bendice siempre.
    Gracias por sus escritos.

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