ALFONSO PAZOS FERNÁNDEZ
Desde la merced hasta el 45 Aniversario de la primera Ley Orgánica de la democracia.
Capítulo 2: Un poco de historia.
”La falla de la reforma carcelaria consiste en que casi siempre se ocupa de la cárcel y casi nunca del preso. La reforma carcelaria procede como el crítico miope que frente al cuadro de Goya se conmueve con el sofá y se olvida de la maja desnuda.” Jesús Zárate- ‘La Cárcel’- Premio Editorial Planeta 1972
Aviso a navegantes: Para la redacción de este artículo me he apoyado en la obra de Santiago Leganés Gómez, ‘La evolución de la clasificación penitenciaria’, ganador del Premio Nacional ‘Victoria Kent’ del año 2004.
Hasta finales del siglo XVIII, en las cárceles de todo el mundo, y por ende, en las españolas, no existía ningún criterio de separación interior de los reclusos ni por edad, ni por su condena, ni por su estado de salud mental. Con respecto a la separación por razón de sexo, al menos en España, desde las Partidas se prohibió que las mujeres compartieran prisión con los hombres.
Esto es, los metían a todos en lugares reacondicionados como cárceles que no tenían las más mínimas condiciones higiénicas, y que se buscaran la vida. Lógicamente los pobres vivían bastante peor que los ricos, y siempre si sobrevivían al encierro. Los ricos, normalmente salían “bajo fianza”. ¡Ya saben! Una mordida al “baranda” y las puertas del presidio se abrían por arte de birlibirloque.
A partir de mediados y finales del siglo XVIII, dependiendo de los países, se fueron asimilando las máximas que el Marqués de Beccaria había publicado en su magistral y atrevida obra, para aquellos años, ‘De los Delitos y las penas’, denunciando la “deshumanización” del sistema penal y penitenciario, abogando por la reducción de la crueldad de las penas, la necesidad de que fueran más proporcionales y que hubiera alguna garantía procesal, entre otras cuestiones.
Otros destacados autores como John Howard, Jeremías Bentham o Norval Harris se hicieron eco de estas máximas y poco a poco se comenzó a “humanizar” la prisión y que dejara de ser un mero almacén de carne en putrefacción.
¡Cómo no! Fue en Estados Unidos donde se construyeron las primeras cárceles “modernas” y se comenzaron a idear los primeros sistemas penitenciarios. Fueron los cuáqueros quienes iniciaron este largo camino en Filadelfia y en Pensilvania. En estas primeras prisiones se siguió el sistema de total aislamiento celular (en celda) diurno y nocturno sin trabajo y tan solo se les facilitaba a los reos una Biblia.
La mayoría de los presos salían como putas cabras, si conseguían salir. Por ello se suavizó un poco el asunto con el sistema auburniano en el estado de New York, donde se permitía la vida en común durante el día bajo la regla del silencio y aislamiento nocturno. Sistema también criticado por los experto españoles de aquella época como Fernández García o Cadalso al establecer que el silencio absoluto es contrario a la naturaleza social del hombre.
Con ello se llegó al sistema progresivo. ¡Y cómo no! Ese sistema lo inventó un español, el Coronel Montesinos. En el año 1834 fue ascendido a Comandante del presidio de San Agustín de Valencia y un año más tarde, en 135 pone en marcha su sistema penitenciario, que dividió en los siguientes periodos:
Hay que hacer una mención especial a los siguientes hechos:
Todos aquellos que han impulsado una reforma penitenciaria teniendo en cuenta al preso, a la persona y no a la cárcel o al sistema han estado presos con anterioridad.
¿Para cuándo un gobierno español va a poner al frente de sus cárceles a un cliente de éstas, en vez de a una persona que comparte orientación sexual con él o la ministra de turno? ¿Para cuándo se va a tener en cuenta la opinión de los clientes en la valoración y posibles mejoras de esos hoteles que pagamos entre todos?