100 años de la histórica visita de Albert Einstein a Sudamérica

22 de abril de 2025
6 minutos de lectura
Albert Einstein visita Suramérica.

Las cartas del Premio Nobel donde hace agudas y ácidas descripciones de los argentinos forman parte de la colección que atesora la Universidad Hebrea de Jerusalén

Albert Einstein llegó al puerto de Buenos Aires, el 25 de marzo de 1925, tras hacer pisar por unas horas Rio de Janeiro y Montevideo. En Brasil, Einstein fue recibido por «un rabino y alguien más, así como algunos ingenieros y médicos», cuenta el científico en los diarios, que forman parte del Archivo de sus documentos que atesora la Universidad Hebrea de Jerusalén. Después de un retraso en el puerto de Montevideo, Einstein llegó finalmente a Buenos Aires, «una ciudad confortable y aburrida» con «gente delicada, mirada inocente, graciosa, pero ‘clichéd'», poco original a los ojos del científico, quien vio en la capital argentina, apenas bajar del barco, «lujo y superficialidad».

En Argentina, Einstein pasó varias semanas, brindó doce conferencias, se reunió con organizaciones judías y sionistas y fue recibido por los más altos funcionarios locales, viajó a Córdoba y a la finca de un amigo en Llavallol, escribió un par de artículos para el diario La Prensa y anotó en sus papeles impresiones de viaje y ocurrencias científicas, incluyendo larguísimas fórmulas.

En Buenos Aires, Einstein opinó que la ciudad era como una «Nueva York atenuada por el Sur». Cuando se reunió con el rector de la Universidad de La Plata, lo describió: «un elegante y falso pequeño hombre con una pequeña esposa análoga». De su primera conferencia destacó el «calor hirviente» en la sala, pero destacó la gran presencia de jóvenes, «siempre agradables porque están interesados en las cosas». También le pareció «agradable» un alto funcionario del Ministerio de Educación, aunque encontró una serie de visitas «inútiles pero tolerables».

Un poco de paz llegó el «lluvioso» domingo 29 de marzo, cuando pudo disfrutar una paz a solas en su cuarto durante la mañana. «Uno necesita mucha ansiedad externa para encontrar la felicidad interna cuando todo está tranquilo», dejó escrito en su diario personal.

En los primeros días de abril, Einstein se reunió con el entonces presidente, Marcelo T. de Alvear, visitó un museo de etnología y cenó con su amigo el escritor y poeta Leopoldo Lugones.

Evidentemente le gustó La Plata, pero no pudo con su genio: la ceremonia inaugural del semestre universitario, de la que fue invitado estrella, arrancó con «un discurso demasiado largo» de un funcionario.
En el diario anotó el viaje a Llavallol entre el 8 y el 10 de abril. En la localidad bonaerense halló «un buen clima y un descanso maravilloso».  Einstein escribió que «todas las ideas científicas que pensé en Argentina resultaron ser inútiles»).

En Córdoba

El 12 de abril de 1925 el científico más reconocido de la historia llegó a las sierras cordobesas. Su raid turístico comprendió las ciudades de La Falda, Alta Gracia y la faraónica obra del dique San Roque.

Según los diarios de la época, Einstein vino al país suramericano por iniciativa del Ingeniero Enrique Duclout, y lo hizo en el buque Cabo Polonio desde Hamburgo, donde se embarcó el 4 de marzo de 1925 y arribó al puerto de Buenos Aires, el 25 de marzo.

En Buenos Aires permaneció hasta el 11 de abril y llegó el 12 de abril a Córdoba donde permaneció dos días, participando de una serie de actividades principalmente turísticas, aunque desarrolló reuniones de carácter científica en la Universidad Nacional de Córdoba.

Quién más propuso en Buenos Aires que Córdoba debía ser visitada por el Premio Nóbel fue Leopoldo Lugones, apoyado por Enrique Gaviola, quien luego fundara el Observatorio de Bosque Alegre-, y fue un tenaz opositor a que Ernesto Sábato deje la ciencia. 

Einstein en su paseo por las sierras pasó por el Dique San Roque, estuvo en el Hotel Edén de La Falda, donde se inmortalizó una de las fotos más reconocidas de aquél viaje y donde fue agasajado por los alemanes que recaudaban fondos para la Alemania de Hitler, y luego hizo una brevísima visita a Alta Gracia.

Einstein regresó el 14 de abril a Buenos Aires. Se declaró «contento de llegar» a la ciudad y «terriblemente cansado de la gente». «La idea de todavía tener que viajar durante tanto tiempo me pesa mucho», lo confesó a su diario.

En un rapto de memoria, luego anotó impresiones del paso por Córdoba, adonde -dijo- encontró «residuos de cultura verdadera con amor por la tierra y un sentido de lo sublime».

La obra del Dique San Roque lo impactó. En otro momento, los directivos de la organización sionista cordobesa se esforzaron en mostrarle artefactos y fotografías, y a uno de ellos, se le ocurrió sacar una de las fotos de la pared para mostrarle de cerca y Einstein vio «suciedad horrenda» donde había estado el marco de la imagen. «Espero que esto no sea tomado como un símbolo», expresó irónicamente.

En Buenos Aires

El 22 de abril tuvo un desayuno con «figurones» de la ciencia y la política y a la noche una reunión con estudiantes durante la cual hubo música y se cantó. «Y yo, al final, con el violín», recordó. r la tierra”.

Dos días después, el físico alemán ya estaba en Montevideo, adonde «me recibieron con una genuina cordialidad como raramente encontré en mi vida». En la capital uruguaya, continuó, halló «amor por la tierra sin ningún tipo de megalomanía».

Uruguay le pareció a Einstein «un feliz pequeño país» con «instituciones sociales modelo», en especial aquellas que protegían a las mujeres y «a los ancianos y a los hijos ilegítimos».Se trataba ya entonces de un estado «muy liberal, completamente separado de la Iglesia», dijo Einstein.

Montevideo le resultó «mucho más humana y disfrutable que Buenos Aires, algo a lo que las menores dimensiones de la ciudad y el país contribuyeron, por supuesto». Los uruguayos le hicieron recordar «a los suizos y los holandeses», dijo Einstein, según quien «el diablo se apodera de los países grandes con su locura». «Yo los cortaría (a los países) en pequeñas partes, si tuviera el poder» para hacerlo, especuló.

De regreso

El 6 de mayo ofreció una conferencia en el Club de Ingenieros de Brasil adonde «la comunicación resultó imposible por razones acústicas» derivadas de los «ruidos» que llegaban desde la calle.

«Poco sentido científico» tuvo esta reunión para el físico alemán. Tan poco que le provocó uno de esos comentarios políticamente incorrectos: «Aquí, yo soy una especie de elefante blanco para los demás -anotó-, y ellos son como monos para mí».

«Por la noche, solo en el hotel, en mi habitación, desnudo, disfruto la vista a la bahía con innumerables islas de rocas verdes y parcialmente descubiertas a la luz de la Luna»… Así terminó esa jornada de Einstein en Rio de Janeiro.

Einstein junto al filósofo y escritor uruguayo Carlos Vaz Ferreira en la Plaza Artola (hoy Plaza de los Treinta y Tres) de Montevideo.

La visita carioca también fue extenuante. Einstein pasó en pocos días por un asilo para enfermos mentales, un instituto de biología, la federación sionista local, un observatorio de climatología, la Academia de Ciencias y el Museo de Historia natural, adonde conversó con un profesor que le resultó «interesante pero un verdadero simio», un arqueólogo ruso y una periodista «linda, inteligente y algo arrogante».

En Rio Einstein se entrevistó con el general brasileño Cândido Rondon, el primer director de la Oficina para la Protección del Indio (FUNAI) y reconocido entonces como un defensor de los derechos de los aborígenes. Tal fue el impacto que le provocó Rondon a Einstein que el físico escribiría luego una carta al comité noruego del Nobel para que considerasen al brasileño para el galardón de la Paz.

En América del Sur, le contó a un amigo, «la agenda está inmensamente llena, pero yo me siento fuerte e indiferente hacia la gente», agregó. «Lo que estoy haciendo aquí -se sinceró-, probablemente no es mucho más que una comedia».

Y, volviendo al escenario, les contaba que «Buenos Aires es una ciudad estéril desde el punto de vista del romanticismo y la intelectualidad, pero yo estoy encantado con Rio».

En la capital argentina, disparó en otra carta a Elsa y Margot, «hay mucha gente buena entre los jóvenes», pero allí, «en general, nada más que el dinero y el poder cuentan, igual que en América del Norte». Un Einstein, al estilo Einstein.

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