Hoy: 23 de noviembre de 2024
Las hienas tienen esa risa inquietante, estrepitosa y desafiante. No para ahuyentar al enemigo, sino para demostrarle su poder y avisarle con chulería que está preparada para atacar.
Entre el lobo y la hiena ganaría sin lugar a dudas la hiena. Son sibilinas y pueden aparecer en cualquier lugar, aunque su hábitat suele estar en zonas desérticas. Y, ¡cuidado!, puede que con la falta de agua que tenemos, pretendan instalarse aquí o “ya lo hayan hecho”. Son capaces de vivir en zonas con poca disponibilidad a pesar de necesitar agua.
Y en cuanto a zonas desérticas también las tenemos con esas enormes extensiones llenas de fantasmagóricos molinos que matan a las aves y dejan paisajes lunares donde los plantan. Y solo por la avaricia de atesorar riqueza.
Por desgracia, las hienas carecen de depredadores naturales, pero su ferocidad carnívora les puede, y salen a la caza de presas.
Son animales nocturnos. Con sigilo planean los ataques a escondidas en la sombra y cuando salen de sus escondites, siempre en grupo, son capaces de atacar todas y luego disputarse el trofeo.
Es similar a situaciones entre humanos de distintas etnias y credos, según sus ansias de medrar, pisando a quien se les ponga por delante.
El sarcasmo, la ironía, la fanfarronería. “Solo pensarlo un poco”. Esa risa descontrolada en el lugar menos indicado, es la señal para dar luz verde al grupo para destruir lo estipulado por ley durante décadas y jactarse de su osadía ante todos.
No cabe mayor altanería. ¡La risa la escuchamos todos! Esa compostura no le sirvió precisamente para afianzar sus argumentos. Más bien le restó ante los no seguidores de su doctrina destructiva. Aunque todo estaba ya pactado y firmado.
Saboreaba su triunfo, y los demás, sus acólitos, le seguían con entusiasmo y aplaudían como posesos, con una humedad visible en las comisuras de sus labios. Vean esos magníficos programas y aprenderán como actúan ciertos depredadores.
Vimos su falta de saber estar en el lugar menos indicado para ejercer la sorna sarcástica de “la mala baba”. España no se merece ese trato, y no me refiero a su “credo”. Eso no se sabe, pues los cambios de opinión son constantes.
Pero nos arrastra a un lugar frío, helado, desértico, donde la opinión deje de ser libre, donde reine el descontrol y la falta de entendimiento. ¡Cuanto peor, mejor!
Leamos otra vez ese libro de la selva que te enseña sus leyes, y te hará recordar cómo se defienden las diferentes especies de depredadores. Somos capaces de” fagocitarnos”. “Comernos a nosotros mismos”.