Hoy: 22 de noviembre de 2024
España y tapas van de la mano. No se puede hablar de lo uno sin lo otro. El tapeo forma parte de la historia de nuestro país. Los momentos de reencuentros, reuniones, ocio y conversaciones giran en torno a la terraza de un bar saboreando una caña, un chatito de vino, un vermú o un refresco acompañado por una suculenta tapa.
Las tapas tienen su historia, como todas las cosas en este mundo. Su origen se remonta a la Edad Media de España, concretamente al reino de Castilla, y tiene como protagonista al rey Alfonso X.
En un pequeño pueblo de Castilla llamado Toledo, un hombre de nombre Alfonso, más conocido como Alfonso X “El Sabio” residía en el Palacio de Galiana. Este rey era un apasionado de la astronomía, la poesía y la música. En este sentido, llegó a componer varias canciones, destacando las ‘Cantigas de Santa María’. Sin embargo, Alfonso cada día tenía menos apetito pero sus vasallos de la corte no mostraron preocupación alguna hasta que un día, casi sin fuerzas, no pudo levantarse de la cama y enfermó. En aquella época, cualquier enfermedad o simple malestar común era prácticamente sinónimo de muerte.
El médico personal de Alfonso X, acudió inmediatamente a palacio pues además de ser su médico de confianza, tenía una relación estrecha con el monarca y era su consejero más cercano. Tras revisarle y sabedor de las propiedades gastronómicas y medicinales del vino, se dió cuenta de que su amigo Alfonso no padecía ninguna enfermedad grave. Así pues, le recomendó beber, en pequeños sorbos, un poco de vino acompañado de pequeñas porciones de comida entre horas. Eso, poco a poco, iría normalizando el apetito del rey.
Sin pensárselo dos veces y obedeciendo a su amigo y médico, Alfonso X ordenó que le sirvieran una copa de vino con algo de comer. Un ritual que fue repitiendo un día tras otro. A veces la copa de vino iba acompañada de un poco de jamón o fiambre, otras de queso, también de aceitunas o incluso un pedazo de pan.
Un día el rey ordenó que le sirvieran a media mañana una copa de vino con su correspondiente ‘tapa’, a media tarde volvió a pedir otra y por la noche otra más. Con tres copas en un día, la Corte de Alfonso X ya sabía que el monarca estaba curado.
Alfonso X ‘El Sabio’ quiso compartir con sus súbditos el remedio que le recetó su amigo Galcerán de Requesens y una mañana se cerró en su despacho y, una vez sentado en su silla de madera tallada y apoyado en una gran mesa con detalles ornamentales, redactó el siguiente decreto ley con el objetivo de evitar las borracheras y fomentar la moderación en el consumo de alcohol.
Durante su reinado, Alfonso ‘El Sabio’ realizó multitud de viajes por el reino. En uno de esos viajes, el monarca visitó Cádiz. Al llegar, decidió acudir a una taberna para refrescarse junto a su séquito real. Al entrar, Alfonso X se dirigió al tabernero y le pidió una copa de vino para él y sus acompañantes.
El tabernero rápidamente se acercó a la mesa y depositó sobre ella la jarra de vino y las copas.
El tabernero miró a su alrededor, cogió de un plato una loncha de jamón que ofrecía a sus clientes como acompañamiento al vino y la colocó sobre la copa del rey y las de sus acompañantes para protegerlas de las moscas y el polvo.
Al darse cuenta, Alfonso le espetó al tabernero: “¿Por qué has puesto una loncha de jamón sobre mi copa?”, a lo que el hombre respondió sin titubeos: “Porque así es como sirvo las tapas, majestad”.
Alfonso se quedó impresionado con el comentario del tabernero y desde aquel momento, el término ‘tapa’ se volvió muy popular en el reino de Castilla. Un término que perdura en la actualidad.