Hoy: 23 de noviembre de 2024
Ella no entiende de política, ni quiere entender, pero lee y escucha lo que cuentan los medios de información.
Solo se basa en los hechos que se están viviendo en España, su país.
Muchos de ellos le dan demasiado miedo y ve como asoman otra vez, retazos de tiempos pasados.
Y me habló de aquellos días donde la sombra del miedo primero y de terror después no les dejaba ir tranquilos al colegio, cuando los llevaba su padre, un hombre bueno que solo cumplía con su deber como persona entregada a defender los derechos de la ciudadanía.
Ahora en la distancia y con los años pasados recuerda como a su madre en alguna tienda de aquel pueblo, donde por el trabajo de su padre tenían que vivir, la atendían mal por ser la esposa de quien era y más de una vez alguna piedra lanzada desde algún lugar escondido le dio.
Ella no contaba nada, me decía, no quería que mi padre lo supiera y así fue nuestra vida durante esos años.
Mi padre trabajaba en la ciudad, vivíamos en un pueblo cercano, donde la gente se conoce, y así nos sentíamos más seguros.
Y continuó hablando, hice un esfuerzo y conseguí regresar un verano a pasar unas días de vacaciones en esa preciosa ciudad del Norte, la vi con colores bellísimos y con mucha luz, ya no era igual que en mis recuerdos de colores negros, grises y aquella sangre roja ennegrecida al coagularse.
Como no podía faltar, el ultimo día, comenzó la lluvia y el cielo se oscureció y recordé el sabor amargo del miedo que nos acompañó al percibir la tensión de nuestros padres, con su angustia, así que decidieron mandarnos a vivir con los abuelos.
Pero no nos dio tiempo, pues el maldito destino y la presión de los que se erigían como amantes “solo de su tierra” hicieron que se precipitasen los acontecimientos que nos marcaron a todos, para siempre.
Aquel último atentado le hizo a mi padre tomar la decisión que jamás debió tomar, pero su mente se había oscurecido, como el día que decidió desaparecer para siempre.
La tensión, el miedo, esos largos e interminables días en las carreteras siempre al acecho para impedir actos contra personas, además de la pérdida de algunos compañeros hicieron que su carácter fuese cambiando hasta que no aguantó más.
Ese fatídico día y sin despedirse de nadie, se quitó la vida.
Recuerdo que llovía a mares, que subíamos a casa al regresar de la calle corriendo, alguien nos paró y no puedo olvidar la sangre que vi en el escalón de entrada a nuestra casa. Nos bajó hasta meternos en un coche, solo recuerdo que nos dejaron en casa de unos amigos de mis padres. Los días siguientes carecen de cualquier color en mi memoria.
Esa muerte no trascendió como tal, fue un accidente, limpiando su arma reglamentaria dijeron, pero el disparo fue muy certero dando de lleno en su cabeza.
Regresé a mi ciudad actual donde vivo desde hace muchos años, en el corazón de España, Madrid. Desde aquí recuerdo y revivo el devenir de los acontecimientos.
Esa historia nunca apareció en ningún sitio y desde la amargura y el destrozo en el que quedaron nuestras vidas, fuimos capaces de reinventarnos.
Ahora veo la cobardía, radicalizada que está resurgiendo y da miedo.
Cuando atacan a los muertos están demostrando que son depredadores asilvestrados, con odio heredado de sus mayores que hace que profanen las tumbas de los que fueron y ya no están, y está ocurriendo en una tierra donde el catolicismo se llevaba por bandera, donde las iglesias se llenaban de jóvenes y en las sacristías nos reunían para hablar de Dios y de las injusticias que sentíamos los vascos con la dictadura.
Lo triste es que la gente asiste impasible a cualquier acto reprobable contra todo lo que a estos que reniegan de España, se les ponga por delante, hoy tienen más ayuda que antes. Al menos, eso es lo que se percibe en la calle.
Me quedé sin palabras, como vasca me duele en el alma, esta historia y muchas más, que por desgracia ocurrieron y que nunca salieron ni saldrán a la luz.
Ahora se convive con muchos de los actores que fueron protagonistas de muchos casos y que nos amordazaron con miedo, atando esa libertad que todos tenemos derecho a gozar.
Dejó de hablar y se quedó pensativa. Yo solo añadí que todos deseamos de corazón que no regresen aquellos días grises con los colores distorsionados.
Ella añadió, que el asfalto no vuelva a teñirse de rojo por la mala conciencia de unos cuantos inadaptados en su propia tierra. Amar a nuestra gente es tener el privilegio de vivir en paz. Y así nos despedimos con cariño después de hacerme partícipe de sus terribles recuerdos.
La muerte, es el final de todo y el único responsable es el odio, inducido por otros.
Debemos recordar aquellos años que no eran los de la guerra civil que vivieron nuestros abuelos.
Esto ha ocurrido hace muy poco tiempo, mientras quede solo uno, que conoció ese horror, lo irá pasando de generación en generación, para que no se olvide y no se repita nunca más.
Si los muertos hablaran…la historia cambiaría, pero los vivos guardan un silencio bien estudiado.
Ellos ya no están, los hicieron desaparecer sus verdugos. Dejad a los muertos dormir su sueño eterno, más cuando fueron ejecutados.
No olvido ni olvidare No perdono ni perdonare a aquellos ni a estos