Hoy: 24 de noviembre de 2024
El Juzgado de Instrucción 1 de Alcobendas ha enviado a prisión sin fianza al joven de 25 años y de nacionalidad brasileña que dio un palizón casi de muerte en la residencia AFAP de Pedrezuela a un interno minusválido de 56 años. En esta residencia, de 45 plazas, conviven mezclados internos con trastorno mentales y discapacitados, y el juez ha entendido que John J.M.P., el agresor, es consciente de sus actos y que distingue el bien del mal. “Ahora si tenéis motivos para expulsarme”, comentó a la orientadora social tras patear en el suelo la cabeza de la víctima. La orientadora era la única persona que había en la residencia en ese momento. Recibió un empujón del agresor y cayó al suelo. Todavía está de baja médica, nada pudo hacer para proteger a la víctima de las patadas y puñetazos. Los hechos ocurrieron el pasado 13 de julio.
El juez que le ha tomado declaración lo ha enviado a la prisión de Soto del Real, sin fianza, por el intento de homicidio de su compañero minusválido. Entiende que no está loco, que supo lo que hacía, aunque él intento hacerse pasar por un trastornado. Fue examinado por los peritos y estos determinaron que distingue el bien del mal. Se negó a declarar ante el juez, que lo envió a prisión por intento de homicidio.
Todo fue por una broma durante la cena. Ya en la misma cena, el agresor, con antecedentes penales, el pasado febrero agredió a otro interno, empezó a amenazarle. Más tarde, le daría la paliza, en el despacho de la orientadora, en el buscó refugio, delante de ella, y donde le rompió dos costillas, la mandíbula y los pómulos. Tal era la gravedad que en el hospital al que fue trasladado, donde aún se debate entre la vida y la muerte, pero con una ligera mejoría, hubo que intubarlo e inducirle un coma.
Tal como ha avanzado FUENTES INFORMADAS lo más indignante del palizón casi de muerte que le propinó John J.M.P. es que no hubiese nadie en el centro para protegerle, por falta de personal. No había cuidadores. Menos nóminas, más lucro.
La residencia AFAP de Pedrezuela, donde ocurrieron los hechos, está ubicada en la sierra norte de Madrid, alberga y mezcla a internos con graves enfermedades mentales y a pacientes cuerdos pero con algún tipo de discapacidad. Hay 45 plazas. La noche de la brutal agresión, todas estaban ocupadas. Unas las paga la Comunidad de Madrid, y otras, los familiares de los internos.
Lo ocurrido la noche del pasado 13 de julio en esta residencia, que recibe subvenciones públicas de la Comunidad de Madrid, resulta increíble. Un esquizofrénico paranoide, el agresor, la emprende a despiadados golpes con un colega de residencia, el doble de mayor que él, y con una minusvalía, y la única persona que había en el centro, en cuyo despacho se refugió la víctima huyendo de los golpes de John J.M.P., era una orientadora social que cayó al suelo en el primer empellón que le dio el brasileño cuando la mujer, dentro de su despacho, trató de interponerse entre este y su víctima. Si había alguien más en el centro, por allí no apareció.
Ni un guardia de seguridad, ni un enfermero…
Pero, según se desprende de la investigación judicial que desarrolla sobre estos hechos el Juzgado de Instrucción 1 de Alcobendas, allí no había nadie más, al menos en ese momento. Y eso que el centro cobijaba ese día a 45 internos, parte de ellos con graves problemas mentales. Ni un guardia de seguridad, ni un enfermero corpulento que pudiese haberle reducido…
Reiteradas quejas pasadas de empleadas de este centro, propiedad de los hermanos Francisco y Jesús Esquive, se referían a la falta de personal y medios, y mala comida. Por ahí iban las reclamaciones sindicales. Decían que, cuanto menos personal, menos nóminas, más lucro para los dueños y mayor sinvivir para los pacientes. Lo dijeron, pero a la Comunidad de Madrid, que suele abonar en torno a 200.000 euros anuales a la residencia para que asista a enfermos con graves trastornos mentales, no pareció preocuparle. O nada hizo.
Intubado en la UCI
Porque lo cierto es que desde el pasado 13 de julio, se halla intubado y en la UCI de un gran hospital de Madrid un hombre de 56 años, minusválido, que casi ha estado a punto de morir. Y aún no las tiene todas consigo. Ha pasado lo peor. Pero se mantienen sus problemas de respiración.
Los tres edemas cerebrales que le causó su agresor, al margen de la rotura a patadas y puñetazos de pómulos y mandíbula, entre otras lesiones (también tiene dos costillas rotas), han dañado su sistema respiratorio.
Cuando acudió corriendo al despacho de la orientadora social, que era lo único abierto, seguido por su agresor, la víctima había recibido previamente en su habitación el primer golpe. Y todo fue por una broma durante la cena. John J.M.P. pidió un cigarro a la víctima y esta le respondió con una broma que no debió sentar nada bien en la cabeza del agresor. En ese momento no dijo nada, se calló. Poco después, cada uno se fue a su habitación.
Y coincidieron en los balcones, pegados uno con el otro, de sus respectivas habitaciones. La víctima estaba echándose un pitillo al fresco. Al verle, John J.M.P. saltó de su balcón al otro, a riesgo de haberse caído, entró en su habitación y le dio un primer golpe.
Remató a patadas su cabeza en el suelo
La víctima salió huyendo en busca de protección y entró en el despacho de la orientadora, de complexión física delgada. La mujer trató de interponerse y de un empujón cayó al suelo. Y entonces comenzó la retahíla de golpes y puñetazos, en una única dirección. En la cabeza, cara, estómago, espaldas. La víctima cayó al suelo, semiinconsciente, y allí recibió varias patadas en la cabeza, a modo de remate. “Ahora sí tenéis motivos para expulsarme”, le dijo John J.M.P. a la orientadora. “Ha intentado vacilarme”, le soltó, y se fue.
Poco después acudió al centro la Guardia Civil, que detuvo al agresor, y una ambulancia que trasladó a la víctima al hospital. Los médicos, antes de llevarle a la UCI e intubarlo, contaron a la familia que estaba muy grave y que podía morir. Aun lo está, pero ha mejorado algo. Hubo que inducirle un coma al principio.
La noche de la agresión, antes de recibir los golpes, la víctima contó a otros internos que el brasileño le estaba amenazando y que sentía miedo. No era para menos, en febrero pasado este mismo agresor agredió a otro interno. Y tiene antecedentes penales. Nadie le protegió, pese a estar en una residencia con subvención pública.