Hoy: 24 de noviembre de 2024
Gorka pidió por favor a quien suscribe este reportaje que su nombre no saliese en la información. Lo pidió encarecidamente y por eso le llamaremos Gorka. Lo pidió para no apenar más a su abuela y a su pareja, que quieren borrar de sus mentes aquella época en la que fue juzgado y condenado como activista de la kale Borroka proetarra.
Más de una vez quemó contenedores, era de esos chicos que a veces se veían en las noticias con la cara tapada y destrozando inmuebles, de los que creían que en España se podía hacer de todo impunemente; y que lo que decían los jueces españoles no servía. Se equivocó. Se topó con Estados Unidos y con México.
El 16 de julio de 2016 viajó desde Madrid con tres amigos a Cancún, en el Caribe mexicano, para tomarse unas vacaciones. Lo llevaba todo pagado. Pero en México, y en Estados Unidos, las órdenes judiciales españoles si son respetadas. Hasta el punto de que ni le dejaron traspasar la frontera del aeropuerto; ni tampoco le permitieron bajar solo las escalerillas del avión. Nada más aterrizar, agentes policiales de ese país subieron a la nave, con todos los pasajeros dentro, y gritaron su nombre.
Gorka se levantó de entre los asientos de sus amigos. “Acompáñenos”, le ordenaron los policías. Mientras él volaba de Madrid a México, el FBI de EE UU chequeó los nombres de los pasajeros que habían salido del aeropuerto Adolfo Suárez de Barajas. Y contactó de inmediato con Interpol México. “No lo dejéis entrar…”, dijeron, refiriéndose a Gorka.
Le llevaron a un cuarto en el aeropuerto, en la zona de tierra de nadie, y empezaron a interrogarle. “Fue muy humillante y vejatorio para mí”, contó Gorka al periodista que firma este reportaje. No comprendía nada. Le tuvieron allí cuatro horas. “Me preguntaron mis preferencias políticas y aspectos de mi vida privada. Y me faltaron el respeto para intimidarme”, relató. Creían que era un terrorista de ETA.
Ficha policial incompleta
Su ficha policial fue la que desató la alarma. En 2007 fue encarcelado durante un año y tres meses como un cabecilla de la kale borroka de su ciudad. Por preparación y tenencia de explosivos. Su huella apareció en una bolsa decomisada con explosivos. Y los nombres de dos amigos suyos, en la agenda de un jefe de ETA detenido en Francia.
Además, le constaba una condena de cuatro años de cárcel de la Audiencia Nacional. Sin embargo, en esa ficha policial faltaba un dato muy importante, y este es el error judicial que se cometió con él. El Tribunal Supremo le había absuelto de los delitos que le habían llevado a la cárcel por orden de la Audiencia Nacional. De los 13 acusados, el Supremo absolvió a 12, incluido Gorka.
Pero eso no le constaba al FBI de Estados Unidos, que chequeó el vuelo y contactó de inmediato con Interpol México. “No lo dejéis entrar…”, insistieron a sus colegas mexicanos.
Cuando los policías del aeropuerto de México le contaron el motivo de su arresto, Gorka alegó que estaba limpio de todo su pasado y que había sido absuelto por el Tribunal Supremo español. Pero no le hicieron ni caso, y no dejaban de interrogarle: “A qué has venido a México, en qué trabajas…”. Desesperado, telefoneó a la embajada española contando su situación. Al estar en tierra de nadie, desde la embajada le argumentaron que no podían actuar porque, en puridad, no había pisado legalmente México y ellos no tenían competencia.
Gorka narró a este periodista que vivió “una situación kafkiana” que nunca olvidará. No solo le interrogó la policía mexicana. También el FBI, por videoconferencia. “Me hablaron de la condena y me preguntaron si sabía manejar explosivos, si era terrorista”. “La verdad, no sé qué pintaba el FBI con mi viaje a México, quizás pensaron que, como Cancún está cerca de EE UU, desde allí podía yo pasar a EE UU y hacer algo; todo era absurdo”.
Aún hoy mantiene que su detención diez años antes había sido injusta. “Nunca hice lo que me atribuyeron. Toda mi familia lo pasó muy mal entonces». Gorka insistió al periodista: “Le pido, por favor, que no publique nada y menos mi identidad”.
El periodista, entonces en EL PAÍS, y hoy director de este periódico digital, accedió a no dar su nombre, pero sí a contar su historia. A fin de cuentas, en este asunto fue víctima de un error; es decir, de que la policía española y los tribunales no hubiesen eliminado de su ficha su condición de absuelto por el Supremo de los hechos de terrorismo por los que fue juzgado.
La ficha de Interpol estaba incompleta; nadie se preocupó de actualizarla. “Yo soy nacionalista, pero también soy español”, se apresuró a decir Gorka en la conversación.
Eso sí, nunca olvidará la “impotencia” que sintió en el aeropuerto cuando tuvo que convencer a sus amigos, que le defendieron ante los agentes mexicanos esgrimiendo que Asier estaba absuelto, para que continuasen con las vacaciones mientras a él varios agentes le escoltaban “por todo el aeropuerto” hasta meterlo en un avión de regreso a Madrid. No se fiaron de él y lo devolvieron a España. Se quedó sin vacaciones. “Los agentes vieron en Google noticias de mi absolución, pero aún así el FBI mantuvo el veto a su entrada en México. Y no entró”.
“Tras nueve o diez horas de viaje desde Madrid y cuatro o cinco de interrogatorio”, describió Asier, “me volvieron a subir a un avión y estuve otras diez horas de vuelo, y soportando a una persona ebria que iba en el asiento de al lado”. Perdió todo el dinero que invirtió en las vacaciones. Solo el avión, ida y vuelta, le había costado 1.500 euros. Al llegar a Madrid me esperaban dos policías, que me preguntaron que qué me había pasado; les expliqué lo sucedido, y me dejaron ir».
Asier presentó una demanda en el Ministerio de Justicia en la que reclamó el pago de una indemnización de 83.937 euros por los daños y perjuicios causados, porque nadie se preocupara de actualizar los ficheros policiales. El Consejo del Poder Judicial rechazó su demanda. Aseguró que no hubo error judicial.
El Supremo informó de la absolución a la Audiencia Nacional, que es la que le había condenado, pero esta olvidó comunicar a Interpol la cancelación de los antecedentes. El Poder Judicial señala que los tribunales cumplieron con su misión legal, que “es leer y notificar a las partes” sus resoluciones, y que “la pervivencia de los antecedentes policiales” no es achacable al órgano judicial.
Tras el disgusto de quedarse sin sus vacaciones en Cancún, Gorka se preocupó personalmente de que limpiasen su ficha policial. “Pero desde entonces”, confesó, “no he vuelto a salir de España”.